El Papa Francisco parece decidido a cambiar el rostro de la Iglesia católica, y cambiar las condenas por la acogida, la integración y el respeto. Mal que le pese a buena parte de la jerarquía europea -especialmente la italiana, la polaca y la española-, Bergoglio está dispuesto a dar pasos definitivos en la acogida y la integración de las familias que, tras un fracaso matrimonial, deciden rehacer su vida junto a otra persona, y formar nuevas familias. Así de rotundo se ha mostrado durante su primera audiencia general tras el breve descanso veraniego, donde ha señalado que los divorciados vueltos a casar “no están excomulgados” y que “forman parte de la Iglesia”.
El Aula Pablo VI acogió la primera audiencia general de los miércoles tras el descanso veraniego, en la que el Papa habló de las familias que, tras el fracaso de su primer matrimonio, se unen de nuevo. “Estas personas no están excomulgadas, y no deben ser tratadas como tales. Siempre forman parte de la Iglesia”, subrayó el Papa, en una declaración que sin duda supone una bomba de cara al próximo Sínodo sobre la Familia.
“La Iglesia sabe bien que estas situaciones contradicen el sacramento cristiano”, reconoció Bergoglio, quien añadió que “además de ser maestra, la Iglesia tiene un corazón de madre, que busca siempre el bien y la salvación de todos, sin excluir a nadie”. En este sentido, animó a diferenciar “entre quien ha sufrido la separación y quien la ha provocado”, en la misma línea de las tesis del cardenal Kasper y de los sectores más aperturistas de la Iglesia católica.
Pensar en los hijos y las familias
Ante esto, Francisco animó a los fieles a “mirar la situación con los ojos de los niños pequeños”, y entonces “veremos la urgencia de una acogida real a las personas que viven estas situaciones. ¿Cómo podemos pedirle a estos padres educar a sus hijos en la vida cristiana si están alejados de la comunidad? Es importante que el estilo de la comunidad y su lenguaje, esté siempre atento a la persona, a partir de los hijos, que son los que más sufren”.
Y, desde esa comunidad abierta, “hacer todo para educar a los hijos en la vida cristiana, dando testimonio de una fe vivida y practicada, sin tenerlos a distancia de la vida de la comunidad, como si estuvieran incomunicados”.
“El número de estos niños es muy grande. Es importante que sientan la Iglesia como madre atenta a todos, siempre dispuesta a la escucha y al encuentro”, señaló Francisco, quien incidió en que “la Iglesia no ha sido insensible” a lo largo de los años, pero que aún “es necesaria una fraterna acogida, en el amor y la verdad, sobre el Bautismo que ha establecido una nueva convivencia, después de el matrimonio sacramental. Estas personas no están excomulgadas como algunos piensan, y no deben ser tratadas como tales. Siempre forman parte de la Iglesia”.
Citando a Benedicto XVI, Francisco solicitó “un atento discernimiento y acompañamiento pastoral, sabiendo que no existen simples recetas”, así como “una invitación a manifestar coherentemente la disponibilidad de la comunidad a acoger para que vivan su pertenencia a Cristo y la Iglesia, con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la liturgia, con la educación cristiana a los hijos, con la caridad y el servicio a los pobres, con el empeño a la justicia y la paz. Y con la bíblica del Buen Pastor: dar la vida por las ovejas. Un modelo también para la Iglesia, que acoge a sus hijos como una madre que da su vida por los demás. La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre”.
“Nunca las puertas cerradas, nunca. La Iglesia no tiene nunca cerradas las puertas a nadie. Todos podemos participar en cualquier modo en la vida de la Iglesia”, improvisó el Santo Padre, quien añadió que “todos los cristianos estamos llamados a imitar al Buen Pastor, sobre todo las familias cristianas, que pueden colaborar con las familias heridas, acompañándolas en la vida y la fe de la comunidad”.