“Degradado”. El hasta hoy obispo de Mallorca, Javier Salinas, ha sido cesado este mediodía por el Papa Francisco, después de un proceso que arrancó hace nueve meses con la denuncia de un empresario mallorquín, Mariano de España, ante el Vaticano, acusando al prelado de mantener una “relación inapropiada” con su ya ex mujer y antigua secretaria del obispo.
La fórmula elegida, con todo, resulta curiosa, pues el Papa no ha echado a Salinas de la Iglesia, sino que lo envía a Valencia, para ser obispo auxiliar del cardenal Cañizares. El arzobispo de Valencia, conocido por sus constantes declaraciones contra la ideología de género, los refugiados, los partidos de izquierda, y considerado como uno de los “obispos de hierro” de la Iglesia española, aceptó acoger a Salinas en su diócesis. De hecho, ya tiene un precedente, pues otro de sus auxiliares, Esteban Escudero, dimitió como obispo de Palencia y también recaló en Valencia.
Una degradación en toda regla, que, según las fuentes consultadas, el prelado quiso evitar a toda costa. Para Roma, ésta es la única salida digna que podía ofrecérsele al prelado, pues Francisco ha eliminado la “patada hacia Roma” tan usual en otras épocas. Salinas, por su parte, tras entrevistarse en varias ocasiones con el Nuncio y con responsables vaticanos, no logró convencerles.
Los detectives y el Vaticano
La historia de Javier Salinas es bien conocida: hace nueve meses, el prelado fue llamado a consultas al Vaticano después de que Nunciatura recibiera varias denuncias, acompañadas de imágenes “comprometedoras”, efectuadas por un detective contratado por el marido de Sonia Valenzuela, el empresario Mariano de España. En las mismas, De España dejaba entrever una relación sexual consentida entre el obispo y su mujer.
Ella, activa militante del Partido Popular, trabajó durante algunos meses como secretaria particular adjunta para asuntos institucionales del obispo Salinas. Al estallar el escándalo en la esfera diocesana, la mujer abandonó su trabajo. Pero, al parecer, la relación continuó, y se mantiene.
Así, en la denuncia se adjuntan mensajes de teléfono con cierto contenido amoroso, y fotografías captadas de las entradas y salidas de ambos en horario no laboral. El obispo en persona bajaba a abrir los portones del Palacio Episcopal para que ella pudiera entrar con su coche en el patio. El material grabado por los detectives indica que quedaban a escondidas.
En su momento, el prelado quiso salir al paso del escándalo, señalando “no tener conciencia de haber actuado en contra de la Doctrina de la Iglesia católica”, y desmintiendo, en declaraciones a Cope Mallorca, haber mantenido una “relación inapropiada” con la que fuera su secretaria. Finalmente, tuvo que confesar que, incluso, llegaron a intercambiarse un anillo.
Salinas ha asegurado no estar enamorado y ha asegurado que los anillos que en su día se intercambiaron como regalo fue por un motivo religioso, tras crear un grupo de oración formado por ellos dos, y no por razones sentimentales
Salinas reconocía la existencia de los encuentros y la fotografías que, en su opinión “no demuestran nada”. “Siempre he actuado desde una actitud de confianza con aquellas personas con las que colaboro y de limpieza en nuestra relación”, concluyó. Al parecer, el Papa no ha terminado de creerle, y ha decretado su marcha de Mallorca... aunque no su cese definitivo. Algunas fuentes apuntan a que esto “es más castigo que su jubilación”, porque “en Valencia, Salinas seguirá llevando este estigma. Y encima, como auxiliar”. Y es que sólo hay una cosa peor para un obispo que dejar de serlo: convertirse en el auxiliar de otro.
El procedimiento es el habitual en estos casos. Oficialmente, el Papa “acepta la renuncia” presentada por monseñor Salinas. Lo que cambia es el destino: en lugar de jubilarle (tiene 68 años, siete menos de los estipulados) lo “envía” a la diócesis de Valencia en calidad de obispo auxiliar.