Un verano sin mascarillas. Un verano con terceras y cuartas dosis. Un verano sin pandemia, pero con coronavirus. Aunque los expertos todavía se resisten a anunciar el final de la pandemia de COVID-19, todos reconocen que este será un estío completamente diferente a los dos anteriores. En el de 2020, acababa de terminar el primer confinamiento y la larga desescalada, y se monitorizaba con atención la aparición de los primeros rebrotes, allá por el mes de julio. En el de 2021, con una sociedad agotada tras el segundo estado de alarma y las restricciones dispares dependiendo de los territorios, se empezó a ver la luz gracias a las vacunas. La promesa de una nueva normalidad estaba cerca.
El verano de 2022 ha comenzado con un mejor escenario gracias a dos factores clave: las vacunas y ómicron. Pero, aunque esto pueda dar un respiro para hacer viajes aplazados y también para pasar un tiempo algo más tranquilo con los seres queridos, los especialistas advierten de que hay que seguir aplicando los cuidados aprendidos y continuar protegiendo a los vulnerables.
“Las restricciones ya no existen ni se las espera”, dice con alegría el epidemiólogo Javier del Águila, que lleva más de dos años analizando la pandemia. “Hay una normalización total de la vida porque la enfermedad existe, pero socialmente hemos aceptado que el virus se va a quedar entre nosotros”. Para que esto suceda, comenta, ha sido esencial ver “cómo el impacto de cada ola es menor en cuanto a ingresos y gente que fallece”. “Aunque seguirá habiendo fallecidos, estamos ante un escenario de normalización social”, asegura.
Hay una normalización total de la vida porque la enfermedad existe, pero socialmente hemos aceptado que el virus se va a quedar entre nosotros
Aún así, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, ha pedido “prudencia” este viernes porque se ha detectado una mayor transmisión del virus y, por tanto, un incremento de contagios. También ha recomendado usar mascarilla en interiores. Darias ha insistido en que se continúa monitorizando de forma “permanente” la evolución de la enfermad y ha indicado que el incremento de casos, principalmente, se está dando como consecuencia del aumento de nuevos sublinajes de ómicron, como son los BA4 y BA5, que tienen mayor transmisibilidad pero menor gravedad que los detectados en etapas anteriores.
La primera diferencia con lo que ocurría hace 12 meses tiene que ver con la vacuna. Las inyecciones contra la COVID-19 funcionan y muestra de ello es que el aumento del número de contagios de las últimas semanas no se ha traducido de manera directa en un aumento en la presión de las UCI.
“Han cambiado muchas cosas. El porcentaje de vacunación es una de las cosas que han cambiado, así como la gravedad de la enfermedad, ambas cosas ahora son muy diferentes”, confirma Elena Martínez, presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología. A estas alturas, más del 92% de la población cuenta con la pauta completa.
Con todo, Martínez no considera que “la pandemia haya pasado” y pide seguir manteniendo los cuidados. “Tenemos que seguir protegiendo a los vulnerables”, recalca. “Se está viendo un aumento de contagios; esto no quiere decir que no nos vayamos de vacaciones, porque todo el mundo lo desea. Después de dos años, todos queremos un verano normal”.
Gracias al efecto de las vacunas, y esto es un paso de gigante en la antesala de las vacaciones, la presión en las UCI se ha mantenido estable y en torno al 4% desde mediados de abril. Aunque en estos momentos no es posible establecer una comparativa de contagios totales con respecto a lo que sucedía a estas alturas hace un año, sí que se puede ver cómo en las últimas semanas los contagios han ido en aumento y que esto no se ha traducido en una gran escalada en cuidados intensivos.
“Existe un desajuste entre el número de ingresos hospitalarios y el número de ingresos en UCI. La presión en las UCI no es importante”, confirma Javier Segura, presidente Asociación Madrileña de Salud Pública.
Por ejemplo, la incidencia acumulada en mayores de 60 años, el grupo de edad en el que centra ahora sus datos el Ministerio de Sanidad, alcanza en estos momentos los 991 casos por cada 100.000 habitantes –tasa que supera los 1.500 casos en Madrid o La Rioja–. El viernes pasado esta cifra se situaba casi 250 puntos por debajo, en 755. Sin embargo, tal y como apunta el gráfico, la curva en las UCI sigue resistiendo.
La tendencia ascendente en cuanto al número de casos también puede atestiguarse si se observa el número de personas ingresadas con COVID-19 en el hospital. Desde principios de junio, la curva solo sube: el 3 de junio había 6.481 personas ingresadas y en estos momentos hay 10.251. Sin embargo, la acción de las vacunas –y de la inmunidad acumulada– ha hecho que, por primera vez desde el inicio de la pandemia, a pesar de un aumento de contagios evidente, la curva de ingresos en UCI siga plana. Y hay que tener en cuenta que en este momentos los contagios sobre los que se informa son mucho menores desde el cambio de sistema de marzo.
¿Qué pasará en otoño?
Para Segura, no tener los hospitales colapsados en el comienzo de este tercer verano conviviendo con el virus es “una de las partes positivas”. Pero pide que no se olvide que sigue habiendo casos de COVID persistente, personas vulnerables que podrían terminar con un cuadro mucho más grave y una incógnita: ¿qué pasará cuando acabe el verano?
Segura espera que la protección de las personas que se pusieron el refuerzo a principios de año empiece a bajar a partir de julio y agosto. “En verano habrá un aumento de la incidencia que esperamos que sea con un nivel bajo de mortalidad. Pero cuando llegue el otoño, con la bajada de inmunidad en mayores de 60 y en crónicos, combinado con la posible aparición de una nueva variante, no sabemos qué va a suponer”.
Ómicron es la segunda gran diferencia con respecto al verano pasado. La variante detectada a principios de año, así como sus linajes, es mucho menos letal que las anteriores, y ese miedo “siempre” estará ahí, reconoce también Del Águila. “Yo siempre digo que, aunque sea poco probable, siempre estamos a una variante de que todo lo que hemos avanzado se vaya al traste”, dice en tono serio.
Lecciones aprendidas y comunicación
Para que el verano transcurra sin sobresaltos, los expertos aconsejan aplicar al presente lo aprendido en el pasado. Es decir, si crees que puedes tener la COVID-19 o alguna infección respiratoria es importante procurar no estar en contacto con personas mayores o con enfermos o evitar ir a trabajar en el caso de que haya síntomas. “Es importante seguir recordando dos cosas: que seguimos en pandemia y que las medidas preventivas para proteger a vulnerables no deben desaparecer”, añade la presidenta de la SEE. “Sería bueno mantener las costumbres. Si te encuentras con una gripe, que no tengas que ir a trabajar. Somos responsables de tratar de proteger a los demás”, recuerda.
Del Águila cree que en este tiempo también sería buena “una mejora de la comunicación pública por parte de las autoridades”. Que lo que se comunica por parte del Gobierno y de las consejerías “no sea contradictorio” sería de gran ayuda para que “la gente maneje mejor sus situaciones particulares” a la hora de tomar sus decisiones.ñ