El Patio Maravillas no va a quedarse impasible ante el inminente desalojo. Ese era el mensaje este viernes cuando varios centenares de personas se han concentrado desde primera hora de la mañana a las puertas de este centro social autogestionado. Chocolate caliente para combatir los coletazos del invierno y movilización social –además de guardias nocturnas– para intentar impedir, o al menos visibilizar, el cierre de este espacio. El colectivo advierte de que si las conversaciones con el Ayuntamiento no son fructíferas, cuando sea expulsado de su actual sede, situada en la madrileña calle del Pez, ocupará un inmueble de propiedad municipal.
“Creemos que el Ayuntamiento debe asegurar la pervivencia de este espacio; nuestra intención es que nos ceda una estancia que permita el desarrollo de nuestras actividades con tranquilidad y sin sobresaltos”, explica a eldiario.es Esther Alonso, una de las portavoces. Esta es la hoja de ruta que ha diseñado el Patio Maravillas. Su objetivo es continuar siendo un lugar abierto a la ciudadanía en el que la gente pueda organizarse y disfrutar de manera asequible.
Ya a principios de enero unas 2.000 personas se manifestaron en el centro de la capital con el objetivo de defender este espacio, que el próximo mes de julio cumplirá ocho años. La alerta se desencadenó después de que Nivel 29, la empresa propietaria del inmueble, presentara una denuncia que abrió el proceso de desalojo. El plazo para abandonar el edificio de forma voluntaria terminaba el 19 de marzo, lo que ha motivado la concentración para enfrentar la posible expulsión y demostrar el apoyo ciudadano del que disfruta el centro. De momento, la alerta continúa, por lo que los integrantes del Patio Maravillas harán turnos de 24 horas para que en todo momento haya alguien en el edificio.
Varias caras conocidas han arropado al colectivo y a las personas que se han concentrado este viernes, entre ellas, Mauricio Valiente, candidato de Izquierda Unida a la alcaldía de Madrid, y el sindicalista andaluz Diego Cañamero. Ambos han mostrado su apoyo a este tipo de espacios. “Todas las experiencias de movilización social y de darle utilidad a edificios vacíos son fundamentales”, ha comentado Cañamero; “sin embargo, el poder nunca está de acuerdo con que la gente se organice y construya este tipo de iniciativas democráticas que son una forma de hacer política”.
En la misma línea se ha expresado Valiente: “La política va mucho más allá de lo que se hace en las instituciones y en los escaños, recuperar espacios y organizarse hace que cada vez más personas se preocupen de lo común. Y eso es política en estado puro”. Ignacio Sierra es integrante de Democracia Real Ya, uno de los colectivos que alberga el Patio Maravillas –además de No Somos Delito, Juventud Sin Futuro o Yo Sí Sanidad Universal, entre otros–. “Estoy aquí para apoyar un proyecto colectivo que lleva funcionando muchos años y que acoge muchas iniciativas que no tendrían lugar en una ciudad como esta, que apoya al sector privado por encima de la ciudadanía”, sostiene indignado.
En opinión de Esther Alonso, el desalojo del espacio es “un paso más en el proceso de gentrificación del barrio de Malasaña, que está viendo cómo vecinos de toda la vida son expulsados para atraer a personas con poder adquisitivo”. El edificio en el que está situado el Patio Maravillas es un ejemplo representativo de este proceso: la empresa Nivel 29 ha comprado el edificio para construir un hotel –según la información que manejan las personas gestoras del Patio–, al igual que se ha hecho con otros espacios del barrio como el Mercado de San Ildefonso, “que es un mero escaparate para turistas”, dice Alonso.
La orden de desalojo fue enviada por el Juzgado de Instrucción número 45 de Madrid el pasado 20 de febrero. En ella se aducían tres motivos: indicios de estar cometiendo un delito de usurpación, problemas de seguridad del edificio y carencia de autorización para realizar actividades. Razones que el Patio Maravillas desmiente. En su opinión, recuperar un edificio abandonado para “abrirlo a la ciudadanía” es un acto completamente legítimo. En cuanto a los problemas de seguridad, asegura que no son estructurales, como demuestran los informes emitidos tras las inspecciones técnicas realizadas por el Área de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid.
Alonso remarca que las actividades que se llevan a cabo en el Patio no desaparecerán y hace hincapié en que los centros sociales autogestionados son ejemplos de democracia y participación. “Consiguen que todas y todos nos sintamos capaces y motivados para intervenir en las cuestiones políticas que nos afectan en el día a día”. Sin embargo –asegura–, “a los poderes establecidos les molesta que la gente se informe y se organice porque entonces descubre la fuerza de hacer las cosas en común”.