Patrimonio ha dado la autorización a los trabajos para sacar a los hermanos Lapeña del Valle de los Caídos y a todos los demás inhumados ahí, casi 34.000 en total. Manuel y Antonio Ramiro Lapeña fueron fusilados en 1936 y trasladados desde Calatayud, su localidad de origen, hasta el mausoleo. Hasta hace apenas tres semanas, sus huesos estaban a escasos metros de los de su verdugo, Francisco Franco.
Los restos de los Lapeña se encuentran en alguna de las nueve cajas con la inscripción 'Calatayud' que hay en el tercer piso de la capilla del Santo Sepulcro del templo. En ellas hay restos de al menos 79 hombres más. La familia espera que la apertura de las criptas empiece en navidades, pero el proceso todavía será largo y puede encontrar impedimentos. Está pendiente la licitación de obra a una empresa externa y los forenses tendrán que cotejar todos los ADN hasta localizarles.
Se empieza con ellos porque su familia tuvo en 2016 una sentencia que autorizó su exhumación, algo que les permitirá darles un entierro digno más de 80 años después. Pero llevan desde entonces sorteando un laberinto de obstáculos judiciales. Los descendientes de los Lapeña creen que “esta es la buena, confiamos más”. Pero “hasta que no lo veamos, después de tantas cosas que hemos pasado, no lo creeremos”, apuntan. Hay otras 29 solicitudes de descendientes de víctimas de la Guerra Civil y la represión que quieren sacar a los suyos de Cuelgamuros.
Patrimonio permite ahora la apertura de todas las sepulturas del Valle por la validación y publicación esta semana de un informe del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En el documento se estudia la estructura del templo y “las posibilidades de acceso y riesgos”, y certifica que hay seguridad suficiente para los forenses y técnicos. No garantiza que se pueda exhumar e identificar a todos, solo el estado del edificio. Los expertos hicieron siete visitas al Valle entre noviembre de 2018 y abril de 2019. Eduardo Ranz, abogado de la familia Lapeña, cuenta que la inspección, dirigida por el ingeniero José Pedro Gutiérrez y por el arquitecto Rafael Piñeira, se demoró porque solo pudieron acudir al Valle los lunes, día de cierre, por orden del prior Santiago Cantera.
Los trabajos que se detallan como necesarios para comprobar todas las criptas –ocho en total con las casi 34.000 víctimas– van a costar unos 125.000 euros, según el informe encargado y analizado por Patrimonio. Una cifra susceptible de incrementarse “dependiendo de las condiciones” en que se desarrolle. Es decir, puede ocurrir que cuando los forenses entren en las cámaras funerarias se sumen complicaciones ahora imprevisibles, por ejemplo relacionadas con las medidas de seguridad. Ese dato estimativo no contempla “el importe que pudiera suponer ninguna acción relacionada con el movimiento, realojo o tratamiento de
restos cadavéricos“.
Primero, el Santo Sepulcro
Comenzarán abriendo la capilla del Santo Sepulcro por ser la de los Lapeña. Como pasa en las demás, sus cámaras actúan de osarios, y se ubica a la derecha del altar mayor, donde reposaba Franco y donde sigue José Antonio Primo de Rivera. Hay otra capilla grande a la izquierda, la del Santísimo, y seis pequeñas en los laterales de la nave. La del Santo Sepulcro –como la del Santísimo– tiene cinco niveles de altura con cámaras funerarias: en los cuatro primeros hay “cajas con restos cadavéricos” y en el más alto, “restos óseos sueltos”.
Patrimonio cifra en la capilla del Santo Sepulcro 6.492 cajas con restos –llamadas columbarios–. Los Lapeña están en una de esas nueve del tercer piso en las que pone 'Calatayud'. En cada una de ellas, según los documentos del Valle, hay restos de nueve personas hasta sumar 81 en total. La familia espera que todo cuadre y tras las pruebas de ADN se dé con Manuel y Antonio Ramiro, porque de Calatayud, según un telegrama de la época, salieron 13 cajas y no 9. Un informe del Consejo Médico Forense de 2018 advertía de que los columbarios estaban depositados desordenadamente y de que los restos son “muy antiguos” dentro de los criterios científicos para este tipo de investigaciones.
Tras el Santo Sepulcro se seguirá trabajando en la capilla del Santísimo, con 3.398 columbarios, y luego en las de los laterales, con 773 entre las seis. El prior paralizó en noviembre de 2018 el hasta ahora último intento de sacar a los Lapeña. Esta vez lo tendrá más complicado, explica el abogado Eduardo Ranz: “Se nos ha transmitido desde Patrimonio que eso no va a ser un problema, así como otras veces sí hemos tenido el aviso” de las trabas que ponían los benedictinos.
“La exhumación de Franco ha supuesto una pérdida visible de poder. Aunque por experiencia nunca hay que confiarse, entendemos que una vez dado el calendario y el informe a las familias, el trabajo sigue adelante”, cuenta Ranz. El proceso ha ido en paralelo los últimos meses, pero va separado de la exhumación de Franco: “Es un éxito que comenzó con la sentencia de 2016, que viene de un fracaso de la sociedad que fueron las ejecuciones”.
Un caos de huesos y cajas
Otro informe de Patrimonio de 2010 daba muchos detalles sobre el caos de huesos y cajas que hay en las criptas del Valle. Gran parte están amontonados y en condiciones de mucha humedad. En el de 2019 se ha observado por ejemplo que algunos contenedores mortuorios “mantienen su integridad”, pero otros están tan mal que “han perdido su capacidad resistente”. Hay “restos cadavéricos dispersos”, cajas apiladas o amontonadas en todas las cámaras. Es por eso que la extracción e identificación puede complicarse.
Para efectuar la valoración las condiciones del edificio el CSIC no ha podido acceder a todos los pisos. El reconocimiento ha sido visual, en algunos pisos mediante un videoscopio colocado en trampillas. Para que los forenses puedan entrar a partir de navidades habrá que demoler algunas partes de las paredes. Por ejemplo, para subir a las cámaras del último piso del Santo Sepulcro habrá que tirar una zona del cerramiento, pero esto no tendrá “influencia sobre la estabilidad” del conjunto. Una vez se finalicen las tareas, se podrá reconstruir con materiales similares, recomienda el CSIC.
Lo que tiene peor conservación de toda la arquitectura son los elementos de entrevigado. “La entrada de personas a cualquiera de los niveles de cripta quedaría condicionada por su deficiente estado”, escriben desde Patrimonio sobre las conclusiones del CSIC. Por tanto, las medidas de seguridad de los operarios tendrán que estar dirigidas sobre todo a prevenir el desprendimiento del entrevigado. El estado de los elementos principales, las “vigas y nervios”, “parece ser bueno”, con “deterioros puntuales” pero sin limitaciones para soportar peso.