Peces llenos de bolas, kilómetros de costa contaminada y años de limpieza: lecciones de otros vertidos de pellets

Raúl Rejón

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A las playas gallegas y cantábricas les esperan muchas jornadas de trabajo “largo y dilatado” si quieren limpiarse del vertido de plástico que ha provocado la rotura del contenedor de pellets que perdió el buque Toconao el pasado 8 de diciembre.

Las grandes mareas de plástico causadas por pérdidas de pellets son recurrentes. Desde 2012 se han contabilizado al menos diez, según los datos recopilados por la organización ambiental Fidra. Y afectan a casi todas las latitudes y océanos. En 2012 se registró un gran vertido en Hong Kong, en 2017 un escape masivo en Suráfrica, en 2020 en el Mar del Norte y en 2021 el mayor vertido documentado en el mundo, en las costas de Sri Lanka.

Las lecciones que han dejado estos desastres ambientales previos al que ocurre ahora en España muestran años de campañas de limpieza tras los escapes, fauna rellena de pellets y kilómetros de costa afectada.

Los gránulos regresan

En febrero de 2020, un buque dejó escapar 13 toneladas de pellets plásticos en aguas alemanas y neerlandesas –el vertido que afecta a la costa atlántica y cantábrica es de unas 28 toneladas–. El vertido afectó especialmente a una “vasta extensión” desde el oeste de Suecia y por el sur de Noruega. El informe final de la Oficina Costera Noruega concluyó: “En vertidos de esta dimensión puede esperarse una larga y prolongada operación de limpieza”. Los trabajos allí duraron un año aproximadamente.

La razón principal es que los pellets “son muy móviles” y, además, aparecen “nuevos depósitos desde el mar”, según concluyó el análisis del Gobierno noruego. Los gránulos son muy ligeros, por lo que el viento los traslada –y más sobre superficies que no tengan vegetación–.

La limpieza es posible, pero es un proceso largo y dilatado

De hecho, la inspección nórdica descubrió que “en áreas ya limpias reaparecían nuevos depósitos” una vez liberados de los pellets. Con todo, la advertencia general que se hace en este documento es que “la situación puede cambiar por los vientos, las lluvias y las mareas”.

En este sentido, los técnicos avisan de que “puede asumirse” que la llegada de gránulos plásticos “continuará”. También especifica que, aunque algunos pellets se enterraban, “la mayoría estaban en los primeros 10 a 15 centímetros” desde la superficie. “La limpieza es posible, pero es un proceso largo y dilatado”, remata el documento.

Desde luego, muy prolongada fue la campaña que llevaron a cabo en Sudáfrica después de que un carguero vertiera 49 toneladas métricas de pellets plásticos frente a sus costas a la altura de Durban. Ya entonces lo llamaron “pesadilla ecológica”. Un mal sueño que duró, al menos oficialmente, tres años. La Autoridad de Seguridad Marítima del país dio por terminada la operación 36 meses después del vertido al certificar, dijeron, que el nivel de residuos detectable era “despreciable”. Las labores habían sacado, según su cálculos, 38 de las 49 toneladas.

Los gránulos viajan miles de kilómetros

Los pellets son una contaminación muy viajera. Se está viendo en el caso español ya que los gránulos plásticos que cayeron frente a Portugal han ido extendiéndose hasta aparecer en las playas gallegas e ir ascendiendo por el litoral atlántico de esta comunidad, doblar hacia el mar Cantábrico y depositarse, al menos, en Asturias, Cantabria y Euskadi.

En el vertido de Suráfrica de 2017 los pellets llegaron a playas en una línea de litoral de 2.000 kilómetros

El accidente del buque Xpress frente a las costas de Sri Lanka en 2021 lanzó 1.700 toneladas de pellets al agua. El vertido afectó a más de 300 kilómetros costeros, con una especial incidencia en los 100 kilómetros del estrecho entre Negombo y Kalutara.

En el vertido de Suráfrica de 2017, los trabajos de restauración se circunscribieron a 240 kilómetros de costa, pero los pellets llegaron a playas en una línea de litoral de 2.000 kilómetros. De hecho, un año después se detectaron gránulos en la isla de Santa Elena, a 2.400 kilómetros, en el océano Índico.

Los animales se comen los gránulos

Los documentos oficiales y estudios científicos sobre los impactos que los microplásticos tienen en la fauna marina insisten en que los pellets son ingeridos por los animales. Las bolitas blancas son fácilmente confundibles con comida. El investigador de la Universidad de Cádiz, Andrés Cózar, contaba a elDiario.es a cuenta de uno de sus trabajos: “En el océano, los recursos están muy diluidos, son muy escasos, así que cualquier objeto es susceptible de ser tomado por alimento”.

El informe de la misión de la ONU que visitó Sri Lanka en 2021 indicaba cómo se había tenido que prohibir la pesca comercial en una línea costera de 80 kilómetros

Si algunos científicos ya describen como plasticosis los problemas en el aparato digestivo que padecen las aves a base de comerse microplásticos, las imágenes de peces repletos de bolitas tras el vertido de Sri Lanka ilustran este impacto ambiental. Y son ya muchos estudios los que han detectado la presencia de microplásticos en las especies de pescado que se comercializan para el consumo humano.

El informe de la misión de la ONU que visitó Sri Lanka en 2021 indicaba cómo se había tenido que prohibir la pesca comercial en una línea costera de 80 kilómetros en el país además de paralizar la acuicultura de la laguna de Negombo. “Se estima que unas 20.000 familias sufrieron el impacto de esa medida”.