Cristina, rumana de 15 años, fue obligada durante tres años por su marido a robar en España y en Bélgica. “Yo era una niña y él me trataba como si fuese una adulta de 30 años. Yo salía a robar y él se quedaba en casa, si no traía nada me pegaba”, cuenta Cristina, en un vídeo elaborado por el departamento de la Comisión Europea dedicado específicamente a la lucha contra el tráfico de personas. Agnes, de 22 años y de Costa de Marfil, fue esclavizada y retenida en una casa donde se encargaba sin descanso de todas las tareas domésticas. “Cuidaba de los hijos, los limpiaba, les daba de comer. No podía salir ni hablar con nadie, ni siquiera con los vecinos”, relata esta chica en el mismo vídeo.
El 79% de los casos detectados en la Unión Europea sobre tráfico de personas se refieren a explotación sexual, a prostitución, pero las mafias también se dedican a esclavizar a personas en el ámbito doméstico. Es la cara más oculta del negocio de estas mafias, pero las organizaciones alertan de que con la crisis va en aumento. Como Cristina y Agnes, Adaab, marroquí, fue explotada laboralmente. “Pagué 12.000 euros por venir a España y estuve trabajando en una finca muy grande. No tenía para comida, no podía salir ni llamar a mi familia, me quemaban cigarrillos en la mano”, explica Adaab en el siguiente vídeo elaborado por la ONG Proyecto Esperanza:
Las organizaciones que trabajan en este ámbito siempre se han topado con un problema fundamental: la falta de cifras concretas. En España, según la policía, sólo se identifica a 1 de cada 20 víctimas. “La carencia de datos acerca de la verdadera dimensión de la trata de personas constituye una de las principales cuestiones a la que hacen referencia todos los estudios”, advierte en un informe reciente la oficina del Defensor del Pueblo. Sin embargo, Cecilia Malmström, comisaria de Asuntos de Interior de la UE, en los últimos meses ha remarcado que en todo el territorio europeo podríamos estar hablando de más de 880.000 personas víctimas de estas formas de esclavitud. Entidades como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) manejan cifras similares.
El tráfico de personas no es nuevo, pero la Comisión Europea sí que ha notado modificaciones en los últimos años, según se puso sobre la mesa recientemente en un seminario celebrado en Bruselas. “Hemos notado un incremento de casos debido a la crisis económica y un aumento del tráfico de personas dentro de la UE, es decir, de ciudadanos europeos que están siendo explotados en sus propios países o en otros estados miembros”, señala a eldiario.es Myria Vassiliadou, coordinadora del área de lucha contra el tráfico de personas de la Comisión Europea. En la misma línea se expresa la comisaria Malmström: “Con la crisis económica hay más víctimas de trata. Muchas veces es complicado probar que estas personas han sido explotadas, algunas no quieren denunciar su situación por miedo, están asustadas. Tenemos un reto, ¿cómo podemos aumentar la identificación, la detección de estas víctimas?”. Porque si algo reclaman las ONG es garantizar, una vez hecha la detección, la protección de las afectadas y la persecución de los criminales.
Louis Telemachou, experto de la UE en trata de personas, critica además el hecho de que “algunos países se hayan relajado a la hora de proteger a las víctimas”. “Algunas mujeres explotadas no quieren testificar porque nadie les da garantías. Esto se mejoraría, por ejemplo, si se protegiese mejor a sus hijos”, propone Telemachou.
Hay dos países que preocupan especialmente a la Unión Europea: Bulgaria y Rumania. Muchas víctimas de estos países han sido traficadas dos, tres veces. Son liberadas pero vuelven a caer en las redes. “Ahora Bulgaria y Rumania son el foco, pero las cosas cambian muy rápidamente y en tres meses podríamos tener otro panorama”, explica Vassiliadou. “En esos cambios, también hemos detectado que las mafias están redirigiendo su negocio hacia internet, allí reclutan a las mujeres y es un terreno difícil de controlar y que está generando mucho dinero y actividad en tiempos de crisis”, agrega esta experta.
Vassiliadou se agarra a un dato que para ella resulta esperanzador, y es la opinión de los propios europeos sobre la explotación de personas. “En junio de 2012, el barómetro de la UE señaló que el 93% de los ciudadanos europeos creen que es muy importante la lucha contra las mafias”, pone de ejemplo. Pero las cifras de apoyo también pueden tener trampa. A la pregunta de cuántos hombres que han podido decir que sí a esa encuesta utilizan después los servicios de la prostitución Vassiliadou sonríe. “Es cierto que otro de los problemas que debemos atajar es la demanda, hacer ver a los clientes que esas mujeres a las que acuden están siendo forzadas”, señala. Tarea compleja, porque de momento tan sólo países como Suecia, Noruega o Finlandia han puesto hincapié en penalizar a los clientes en vez de criminalizar aún más a las víctimas.