Pierre Larrouturou (Périgueux, Francia, 1964) habla de la crisis climática en términos bélicos. “Todavía podemos ganar la batalla”, insiste, mientras subraya la necesidad de que el Parlamento Europeo que salga de las elecciones del próximo 26 de mayo vire hacia posiciones más ecologistas.
Este ingeniero agrónomo, que ha entrado y salido varias veces del ahora maltrecho Partido Socialista Francés (por el que se presenta a los comicios europeos), se pregunta quién va a pagar la factura de la lucha contra el cambio climático. Su respuesta: “Todos vamos a tener que hacer esfuerzos, así que los grandes beneficios empresariales, también”. De paso fugaz por Madrid, enseña sus cuentas contenidas en el proyecto Pacte Finance Climat: hace falta 1,1 billones de euros al año para afrontar la crisis del clima planetario.
1,1 billones de euros al año, es una cifra exorbitante....
No es mía. Es del Tribunal de Cuentas Europeo, que ha dicho que vamos hacia una catástrofe climática.
Usted aplica un lenguaje casi bélico a la lucha contra el cambio climático.
Es que si no cambiamos en los próximos 20 años, no en un par de siglos, en los próximos 20 años, vamos a presenciar una catástrofe. Cuando vemos las olas de calor, cuando vemos los muertos en Mozambique por un ciclón... El trastorno climático está acelerando. Si no hacemos algo serio en la próxima década, será demasiado tarde.
Díganos algo optimista.
La buena noticia es que, por el contrario, si queremos salvar el planeta hay que invertir en el transporte público, en la agricultura, en las renovables, en el aislamiento de edificios... y eso puede crear 600.000 empleos en España y cinco millones en Europa. La carrera no está perdida todavía. Aún puede ganarse la batalla, pero hay que declarar la guerra –como hizo Roosevelt para derrotar a los nazis– y sabemos que el dinero es la clave. Así que es preciso poner los recursos necesarios.
¿Y quién paga? ¿Quién va a poner todo ese dinero?
Es una decisión ciertamente política. Quién paga. Podemos pedir un esfuerzo a los accionistas de los grandes grupos, sin matarlos, y que acepten un impuesto sobre los beneficios empresariales de hasta un 5%.
Todos tendremos que hacer sacrificios para salvar el clima: no tomar tantos vuelos, comer menos carne... así que considero que también se puede pedir esto. Nunca en los países occidentales se ha visto unos beneficios tan grandes (que no se reinvierten) al tiempo que los salarios han disminuido. El impuesto sobre beneficios en Europa está en el 19%, mientras que en EEUU ha estado en el 38% desde Roosevelt hasta la llegada de Donald Trump.
Aquí en España, en cuanto se mencionan los impuestos, saltan conceptos como “sablazo fiscal”, “afán recaudatorio”, “dieselazo”...
Yo creo que los ciudadanos comprenden la situación y se han puesto en marcha. Hemos visto las manifestaciones climáticas en Bélgica o el movimiento estudiantil con Greta Thunberg. La gente comprende que esto es algo grave. Se ve en la subida de las temperaturas o la ola de incendios forestales. Ni España, ni Francia ni Alemania por sí mismas podrían financiar este esfuerzo. Pero todas juntas, en un nivel europeo, sí pueden.
Además, si estas grandes empresas (no pedimos ningún esfuerzo para las pequeñas empresas o los artesanos) mejoran su balance de carbono, reducen sus emisiones, también podrían ver reducida esa tasa. No creo que un 5% sea la muerte. Tomar un poco de los dividendos para alimentar un presupuesto climático de unos 100.000 millones de euros, pero escuchando la demanda de justicia fiscal como hemos visto en Francia con los chalecos amarillos. Sabemos que hay un 30% de españoles o de franceses que no llegan a fin de mes. Si queremos este presupuesto climático, tenemos que preguntarnos de dónde vendrán los recursos. Cómo se encuentran esos 100.000 millones. Ahí la justicia fiscal es fundamental.
¿Y el resto del dinero hasta ese billón?
Nunca ha habido tanto disponible. El Banco Central Europeo facilitó en 2008 un billón para salvar a los bancos. En 2014 otro tanto para relanzar la economía. El 89% de todo ese dinero se fue a los mercados financieros. Lo que proponemos es que haya un Banco Climático Europeo y que el dinero vaya a la lucha climática, la biodiversidad y el empleo. Que cada año, cada país de la Unión Europea tenga un 2% de su PIB para avanzar hacia una economía sin emisiones de carbono: cambiar el modelo de agricultura, invertir en las energías renovables, aislamientos... Eso le proporcionaría a España 20.000 millones anuales para estos proyectos. Eso lo cambia todo.
¿Cree que va a convencer a alguien?
Suele repetirse que en Europa es preciso la unanimidad para avanzar. No es cierto. Basta con que nueve estados se pongan de acuerdo para hacer este tratado. El Espacio Schengen de libre circulación de personas arrancó con cinco estados. Después ocho. Y ahora son 26. Mire cuando el presidente Pedro Sánchez anunció la subida del salario mínimo en España. Hubo voces que no estaban de acuerdo, pero luego se ha visto que ha funcionado. Siempre habrá quienes sean egoístas o cínicos, pero el papel de los políticos es explicar, no buscar un consenso total. Y si el 60% estamos de acuerdo: avanzamos.
Es cuestión de priorizar entonces.
Cuando el presidente estadounidense Kennedy dijo que irían a la Luna, pensaron que estaba loco. Multiplicó el presupuesto de la NASA por 15, se crearon 400.000 empleos y, siete años después, estábamos en la Luna. Y salvar el planeta es más importante que ir a la Luna.
¿Cree que este esfuerzo puede ser una nueva esencia que relance la Unión Europea?
Podría ser, sí. Pero sin olvidar nunca la cuestión social. Si miramos de aquí al futuro la suma de la crisis climática con una posible crisis financiera como ha avisado la presidenta del Fondo Monetario Internacional Christine Lagarde y los efectos sobre el empleo, podría llevar a la destrucción de la Unión Europea. Creo que hay que poner al mismo nivel, desde luego, la cuestión climática y la biodiversidad, con la cuestión social. Solo así podremos avanzar.
¿Y si no?
Si no hacemos nada seremos como los conejos que ven llegar el camión contra ellos y se quedan paralizados aunque saben que va a aplastarlos. Es urgente que Europa tome una decisión política: que el dinero del Banco Central Europeo vaya al bien común.