Piratas, explotación y contaminantes: los países intentan por primera vez poner reglas en un mar sin ley
La aguas de alta mar no son de nadie: están “más allá de la soberanía”, según describe la ONU. Pero sí son una vastísima extensión de recursos. Suponen la mitad de la superficie de la Tierra y más de dos tercios de los océanos, una inmensidad convertida en una suerte de zona sin ley. Menos del 1% están protegidas, lo que las deja a merced de casi cualquier abuso.
Esta semana, 193 países discuten en la sede de la ONU en Nueva York un Tratado de Alta Mar. Cuando acaben las negociaciones este viernes deberían conseguir un acuerdo vinculante para proteger la biodiversidad y el uso sostenible. Una oportunidad “única en la vida”, según han repetido los científicos. Activistas y delegaciones coinciden en que es un momento crucial y, sin embargo, ¿quién está pendiente?
“No puede pasar más desapercibido y eso que se trata de una Constitución para los océanos”, reflexiona la responsable de la campaña de océanos de Greenpeace, Pilar Marcos, desde la ciudad estadounidense.
Para los científicos del mar, el tratado debería incorporar “la creación de una red de áreas totalmente protegidas que preserven las poblaciones de peces y resguarden los ecosistemas vulnerables, además de evaluar los impactos de actividades”, ha pedido un grupo de investigadores en una carta abierta publicada en Science. “Cada año, ecosistemas vulnerables e infraestudiados son alterados sustancialmente por los humanos. El tratado es una oportunidad de conservar la alta mar para las generaciones futuras”.
“Lo que se está decidiendo aquí no es solo sobre la pesca, sino sobre quién controla las medicinas del futuro –relacionado con el patrimonio genético de alta mar–, los suelos submarinos donde están los recursos mineros y el resto de las actividades económicas”, abunda Marcos. “No se trata solo, que también, de protección de la biodiversidad. Es increíble que no se le esté dando la importancia que tiene a nivel de población”.
Lo que se está decidiendo aquí no es solo sobre la pesca, sino sobre quién controla las medicinas del futuro, los suelos submarinos donde están los recursos mineros y el resto de las actividades económicas
“Se trata de una oportunidad para mejorar el statu quo del mar”, opina la experta en Gobernanza del Mar de WWF, Jessica Battle. “La alta mar está muy desregulada, desprotegida y sobreexplotada desde hace demasiado tiempo”.
En alta mar, en aguas que están muchas millas lejos de las costas, las amenazas son múltiples –y quedan más fácilmente impunes–. “Los océanos absorben el 90% del exceso de calor que está acumulando la Tierra. La sobrepesca y la contaminación no hacen otras cosa que empeorar esa situación”, explica Jessica Battle.
- La pesca ilegal y excesiva: capturar especies sin permiso es un negocio boyante y muy difícil de perseguir. “Un viaje de seis semanas de pesca ilegal en la Antártida puede generar hasta seis millones de euros de beneficio”, según calcula la Interpol. “Un kilo de la vejiga natatoria del totoaba vale más que un kilo de cocaína en el mercado asiático”, ilustra la organización.
Uno de los casos más célebres (internacionalmente) fue el del pesquero pirata Thunder, cuyo capitán hundió el barco tras ser perseguido 110 días por la ONG Sea Sepherd. Su armador era el español Florindo González Corral, quien recibió una condena de 8,2 millones de euros en 2018.
- El tráfico marítimo: el transporte de mercancías por mar en lo que va de siglo se ha multiplicado por más de 3,5 veces. En 2000 estaba en unos 224 millones de contenedores y ya está por los 800 millones, según los datos del Banco Mundial. Este trajín de buques conlleva fugas de combustible, contaminación del aire o expansión de especies invasoras. La gran cantidad de buques también ha incrementado el ruido que desorienta a los cetáceos.
- Contaminación plástica y química: La humanidad genera unos 400 millones de toneladas de basura plástica cada año. La ONU informa de que unos mil ríos llevan hasta el 80% del flujo de plástico hasta el mar. Ese flujo está entre las 800.000 y los 2,7 millones de toneladas de basura anual vertida a los océanos, según el programa de Medio Ambiente de la ONU.
- La minería submarina: que es la búsqueda de recursos minerales más allá de los 200 metros de profundidad. La Autoridad Internacional del Fondo Marino, que se encarga de las actividades en el lecho oceánico en las zonas marítimas más allá de las jurisdicciones nacionales, registra más de 30 contratos de exploración de depósitos minerales. “Unos 1,5 millones de km2 de fondo marino internacional”. Entre los países con contratos están Alemania, China, Rusia, Japón, Bélgica, Francia, Reino Unido o Singapur. De momento son proyectos de exploración, pero están en el camino para regular el paso a la explotación.
La Unión Internacional para la Protección de la Naturaleza, IUCN, ha pedido que se detengan estos proyectos que, advierte, “podrían comenzar ya en 2026” a pesar de que “los estudios indican que podría destruir hábitats” y de que están “lejos de completarse investigaciones y regulaciones vitales para hacerlos sostenibles”.
- Acidificación y recalentamiento: el mar se traga la mayoría del calor extra que acumula el planeta por el efecto invernadero que causan las emisiones de gases, esencialmente, humanas. Casi cada año marca un nuevo récord. Entre 2005 y 2019 se dobló esa cantidad. Los cinco años que más se han recalentado los mares de manera global han sido, en orden descendente: 2022, 2021, 2020, 2019 y 2017. El Mediterráneo ha encadenado olas de calor en 2022 que han llegado al pleno invierno.
¿Por qué entonces este bajo perfil? “Es la inercia”, responde Pilar Marcos. “Sí que hay preocupación en aquellos sectores cuyas actividades se realizan en estas aguas, pero parece que no se aprecian las oportunidades. A Nueva York han venido la patronal pesquera, autoridades mineras y de alimentación. Esos sectores sí que lo han visto. Aquí puede estar estableciéndose cómo será el futuro”.
Para mucha gente la alta mar cae fuera de la vista y fuera de su pensamiento. La variedad y complejidad de los temas que abarca el tratado hace muy difícil contar una historia sencilla sobre él
“Para mucha gente la alta mar cae fuera de la vista y fuera de su pensamiento”, considera la experta de WWF. “La variedad y complejidad de los temas que abarca el tratado hace muy difícil contar una historia sencilla sobre él”.
Tanto Marcos como Battle coinciden en que este momento es crucial tras casi dos décadas de conversaciones, negociaciones, tiras y aflojas. Y mientras tanto estas aguas, “el bien común más significativo de la humanidad”, han visto cómo eran sobreexplotadas y contaminadas.
“Necesitamos un tratado que incluya un mecanismo para establecer áreas marinas protegidas para alcanzar el compromiso de salvaguardar el 30% del océano en 2030. Y obligar a que las actividades que se hagan en esas aguas pasen por una evaluación de impacto ambiental”, remata Jessica Battle.
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