Preocupación, vergüenza y miedo en la primera regla: un estudio señala las carencias de la educación menstrual en España
“Se ha hecho mujer”. Esa frase que persigue a las mujeres desde hace años en la primera regla, ya sea con 15 o con 10 años, no es más que la punta del iceberg que rodea el tabú del ciclo menstrual, aupado y perpetuado por estereotipos machistas que llevan a la vergüenza, al miedo por no entender qué ocurre, a pasar las compresas por debajo del pupitre para que nadie las vea. Todavía hoy es así: seguimos sin saber explicar a las niñas y niños qué es la menstruación. Eso es lo que señala un estudio del Instituto INGENIO, un centro mixto del CSIC y la Universidad Politécnica de Valencia sobre la deficiente educación menstrual española. “Esa incertidumbre con la primera regla, el no saber qué hacer, esa ignorancia nos deja en una situación de enorme vulnerabilidad”, explica la autora principal del estudio, Sara Sánchez López.
“A más información sobre qué hacer cuando baja la primera regla, menos emociones negativas”, incide Sánchez, que enumera algunos de los principales sentimientos referidos por la mayoría de personas en la investigación, publicada en la revista BMC Womens Health. Vergüenza (23%), preocupación (20%), miedo (16%) y estrés (15%) son las emociones que remiten gran parte de las más de 4.000 consultadas.
Experiencias que apenas han variado desde 1950, según los datos recopilados, y que conllevan una relación negativa con el ciclo. Los formularios, realizados entre mayo de 2021 y enero de 2022, incluían a personas con edades entre los 14 y los 80 años, tanto si habían menstruado en algún momento o lo hacían en la actualidad, o directamente no menstruaban. Y casi todas hablaban de lo mismo: poca información.
El 35,7% de las encuestadas que menstrúan o han tenido la regla afirmaban que no sabía con exactitud por qué sangraban o qué estaba sucediendo. Además, el 56,1% no sabía exactamente cómo tenían que proceder o qué productos debían comprar. “En los casos en los que las niñas habían recibido algún curso en la escuela, en general consideraban que llegaba tarde, cuando ya eran adolescentes. Y el impacto de la información solo tiene sentido si llega a tiempo”, indica la investigadora de INGENIO.
Las madres, la fuente principal de información
La fuente principal de información con la menarquía en prácticamente todas las edades preguntadas eran las madres, con una gran diferencia respecto al resto, sobre todo al padre, al cual solo acudían en este sentido las nacidas a partir del 2000, aunque con un porcentaje que no llega ni al 5% (frente a más del 50% de las madres). A las figuras maternas les siguen las amigas mujeres y las hermanas, además de que una buena parte de las participantes aseguraba que no obtuvieron información de nadie en su primera experiencia con la regla, un porcentaje que decrece con la edad.
“No es que esté mal recurrir a las madres, pero no debería depender únicamente de eso”, sostiene López. Paloma Alma, fundadora del proyecto CYCLO que divulga sobre la menstruación, y añade que el problema principal de recibir la mayor parte de la información de estas figuras es que puede que no sea del todo correcta y se perpetúen errores, sobre todo si la experiencia que han tenido las madres ha sido ya de por sí negativa: “Si partimos de una información más neutra y basada en la evidencia científica, nos aseguramos de que esa información es más accesible y no dependerá de vivencias personales, lo que ayudará a las niñas a tener una visión diferente del ciclo”.
Carencias en las escuelas
La educación menstrual “no forma parte del currículum de educación nacional y, como tal, las escuelas no están obligadas a abordar el tema”, asegura Sánchez. “Queda a criterio del centro o de los docentes escoger cómo abordar el tema, si lo abordan, y con qué profundidad”, dice. Según el paper científico, solo el 5% de las personas que participan en la investigación recuerda haber recibido este tipo de información en la escuela.
Esta educación menstrual debería proporcionarse, indican las autoras, no solo durante sino antes de la regla y debería incluir cuestiones como el funcionamiento del propio ciclo, los métodos de higiene y cómo usarlos, saber identificar síntomas problemáticos relacionados, así como tácticas para manejar el dolor si hubiese, y cuestiones relacionadas con aspectos emocionales y sociales. Alma se refiere a la importancia de comenzar a hablar de la regla antes de que llegue, sobre los 8 o 9 años. “Tenemos la capacidad de ayudar a las niñas a vivir su ciclo de manera positiva desde la primera vez”, indica.
Pero eso en lo que se refiere a información específica, la divulgadora añade que desde antes deberían percibir con naturalidad la menstruación y que se incorpore cuando se habla del cuerpo humano. Eso hará que luego no se den situaciones de miedo o vergüenza, o que incluso “piense que está enferma”. Esto es importante no solo porque ayudaría a eliminar ese estigma y tabú que persigue al sangrado culturalmente, sino que también puede ayudar a estas niñas a acudir al doctor en caso de que algo no vaya bien, explica.
Y algo en lo que coinciden ambas expertas es la importancia de que este contenido se imparta de manera mixta, no solo a las niñas, para ayudar a quitar ese estigma social que acompaña a la regla. “Así se quitaría la vergüenza frente a los chicos o los hombres cuando estamos menstruando o el miedo a que se burlen o se rían”, indica Alma. “Necesitamos que toda la sociedad sepa lo que es la menstruación, y eso incluye a los niños”, añade la autora principal del artículo.
Más allá de las compresas y tampones
La información de la que deben disponer las mujeres sobre la regla pasa por conocer cómo funciona el ciclo, cómo gestionarlo, pero también qué utilizar para poder controlarlo. Solo el 3,7% de las participantes aseguraban que conocían “diferentes opciones y productos” durante su primera menstruación. Sin embargo, el 36% tenía información sobre compresas y el 47,8%, compresas y tampones.
“Uno de los problemas que tenemos es que hasta hace muy poco la educación dependía de algunas marcas que iban a los colegios dentro de su estrategia de publicidad”, relata Alma. Estas compañías, en muchas ocasiones, vendían compresas o tampones, con lo que “dejaban fuera una serie de productos como la copa, las bragas menstruales o las compresas de tela, que pueden ser una opción maravillosa para muchas niñas”.
Saber qué productos están disponibles es una forma también de ampliar esta información. Para esto, Paloma Alma recomienda ofrecer a las niñas todos los tipos de productos para que los prueben y elijan, ya informadas, cuál se ajusta más a sus necesidades.
En general, se trata de empoderar a las niñas y ofrecerles más datos de lo que ocurre en sus cuerpos para que sus experiencias con el periodo puedan ser positivas, lo que hará también que conozcan qué es normal y qué no lo es. “Tenemos cientos de experiencias de mujeres que tienen dolores incapacitantes que no saben cómo tratar, mujeres que no saben cuándo deben acudir a un experto, incluso algunas que comparten su experiencia de haber ido a buscar apoyo médico y haber recibido la normalización de su dolor”, lamenta Sánchez.
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