“Este testigo estaba a la sazón junto con él, a su lado, y lo vio matar de saetadas (a flechazos) y de una lanzada que le dieron por la garganta”. Así relata cómo fue la muerte de Magallanes uno de los 18 supervivientes que completó la primera vuelta al mundo, el marinero griego Nicolás de Nauplia, según recoge un documento del Archivo General de Indias.
El capitán general Fernando de Magallanes perdió la vida el 27 de abril de 1521 en la isla filipina de Mactán luchando, con medio centenar de hombres, contra unos 1.500 indígenas encabezados por el jefe Lapulapu, hoy un héroe en Filipinas.
“La participación de Magallanes en las batallas locales se debió principalmente a su amistad con Humabon (rey de Cebú), al que había bautizado y con el que había hecho un pacto de sangre, aunque también era una oportunidad para mostrar la superioridad militar española sobre los nativos”, explica el historiador filipino Danilo Madrid Gerona, autor de Ferdinand Magellan y director del Magellan-Elcano Studies Center en la Partido State University (Filipinas).
El cronista oficial de la expedición, el italiano Antonio Pigafetta, también indica en su diario que Magallanes “traía ciertas islas de merced perpetua (se las podría quedar, según el acuerdo con la corona de Castilla), barruntándose que quería tomar entre ellas Cebú”. “La fascinación por su riqueza fue una de las razones por las que perdió tanto tiempo aquí”, añade Gerona.
¿Pero hacia dónde se dirigía? ¿Cuál era el objetivo de la expedición? La historia es conocida. Aunque hoy resulte extraño, los castellanos y los portugueses se habían repartido el mundo en dos mitades, trazando una línea en mitad del Atlántico que separaba un hemisferio occidental para Castilla y otro oriental para Portugal. El problema es que en el otro lado de la Tierra —que ya se intuía que era redonda— se encontraban las valiosas islas de las especias, las Molucas, y las dos potencias consideraban que se localizaban en su zona.
Tras discutir con el rey de Portugal, Magallanes fue en 1518 al de Castilla, un jovencísimo Carlos I (por entonces tenía 18 años), y le convenció para organizar una armada de cinco naves para buscar un paso por Sudamérica y llegar por occidente a la también llamada Especiería, tratando de demostrar que estaba en la parte castellana.
Las naos con unos 250 hombres partieron de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, en septiembre de 1519 y lo que ocurrió después es digno de una buena serie o novela de ficción (ya hay varias), pero ocurrió de verdad: secretos, traiciones, un motín, ajusticiamientos, naufragios, deserciones, muerte por hambre y enfermedades como el escorbuto... y, sobre todo, grandes descubrimientos como el del estrecho de Magallanes.
El tornaviaje imprevisto de Elcano
Tras la muerte de Magallanes, el capitán vasco Juan Sebastián Elcano (que estuvo a punto de ser ahorcado por participar en el motín) asume el mando de la nao Victoria y llega por fin a las Molucas, carga el clavo y otras especias, y decide algo que no estaba previsto: no volver por donde habían venido, sino por aguas inexploradas del Índico sur adentrándose en la zona portuguesa.
Su idea era dar la primera vuelta al mundo de la historia, algo que consiguió al regresar a Sanlúcar en septiembre de 1522. A pesar de la pandemia, en la actualidad multitud de actividades se siguen organizando para celebrar el V Centenario de aquel viaje que cambio la imagen de la Tierra y abrió paso a la globalización.
“Yo asignaría un 90% del logro de la circunnavegación a Magallanes, que fue quien conceptualizó, planeo y dirigió la expedición casi hasta su final, lidiando con muchas preocupaciones y superando obstáculos terribles, incluidos motines y hambre”, apunta Gerona, “y respecto a Elcano, que recibió el máximo honor, fue solo el afortunado superviviente que solo tuvo que dirigir el barco de regreso. Su única obligación era regresar sano y salvo, aunque eso hay que reconocérselo”.
El académico e historiador portugués José Manuel García considera que es difícil dar porcentajes, pero señala: “La iniciativa de la expedición fue de Magallanes y bajo su dirección se realizó la parte más difícil y original del viaje: la que transcurrió entre el Río de la Plata y Filipinas, donde se dio cuenta de la verdadera dimensión de la Tierra, probando experimentalmente su esfericidad y que era circunnavegable”.
No quita méritos a Elcano como artífice exclusivo de la segunda parte del viaje, pero recuerda que no cumplió con las instrucciones dadas por Carlos I: “Prefirió seguir adelante con la ilegalidad de atravesar la parte portuguesa del mundo, antes de volver por el Pacífico, cuyo camino de regreso aún se desconocía, como Gómez de Espinosa (capitán de la nao Trinidad que quedó reparándose en las Molucas) intentó luego en vano”.
Magallanes no habría vuelto por el Pacífico
“Si no hubiera muerto, no tengo ninguna duda de que Magallanes habría cumplido las órdenes y vuelto por el Pacífico —añade—, ya que quería realizar e inaugurar una nueva ruta con España por la zona castellana. Por tanto, nunca hubiera realizado un viaje directo alrededor del mundo, pero considero (al igual que otros historiadores), que lo hizo de forma indirecta: cuando llegó a Filipinas ya se encontraba muy cerca de las Molucas, donde había estado en 1512 cuando se embarcó en la armada de António de Abreu (que salió el año anterior desde Malaca, actual Malasia)”. Así lo recoge García en su libro Fernão de Magalhães - héroe, traidor o mito.
Pero no todos los autores están de acuerdo: “Si fuera cierto que Magallanes se embarcó en la expedición de Abréu de 1511, es verdad que sería el primero en recorrer la circunferencia terrestre, aunque en dos mitades. Pero no hay ninguna prueba de que esto fuera así, por lo que lo único acreditado es que le faltaron unos 2.500 km para conseguirlo, que es la distancia entre Malaca (donde sí estuvo Magallanes) y Cebú”, apunta el ingeniero Tomás Mazón, autor de Elcano - Viaje a la historia y de una de las webs más visitadas sobre la primera vuelta al mundo: rutaelcano.com.
“Y lo mismo ocurre con Enrique, el esclavo de Magallanes que Pigafetta decía que era de Sumatra. Se quedó en Cebú y eso es lo último que sabemos de él, así que le faltó un tramo para completar la circunnavegación en dos etapas. Cualquier otra teoría no está acreditada”, insiste el ingeniero.
“Y sí es verdad que Elcano decidió violar el Tratado de Tordesillas, pero no porque considerara esa alternativa de vuelta como más ventajosa bajo criterios de supervivencia, sino porque era la que llevaba a dar la vuelta al mundo”, subraya Mazón, quien tiene claro el papel del navegante español.
“La idea y voluntad de dar la vuelta al mundo es al 100 % de Elcano –subraya–. Magallanes se habría sorprendido de que convirtiera su viaje a la Especiería en el de la primera vuelta al mundo. Sin embargo, el mérito de lograrla correspondería al 50 % a cada uno, porque bajo el mando de Magallanes se alcanzaron logros enormes, como encontrar el estrecho que lleva su nombre y atravesar por primera vez el Pacífico, y sería muy injusto no reconocérselo”.
La catedrática María Dolores Higueras Rodríguez, miembro de la Real Academia de la Historia y coordinadora de la obra La vuelta al mundo de Magallanes-Elcano, también destaca la importancia del marino español: “El liderazgo de Elcano supone, además del logro final del viaje, un giro gigantesco para el tornaviaje de la flota de la especiería, tan maltrecha que no tiene más opción que emprenderlo por la zona portuguesa. Logró navegar con su pequeña nao por el paralelo 40 del Índico sur, la terrible ruta de los 40 Rugientes, uno de los lugares más peligrosos del planeta”.
“Magallanes nunca hubiera tomado esta vía, pues su vida hubiera peligrado al ser buscado por los portugueses como un traidor a su patria de origen. De haber sobrevivido —continúa—, la primera vuelta al mundo habría tenido que esperar y quizá la expedición intentando el retorno por el Pacífico se habría perdido para siempre, sin dejar memoria de sus logros”.
Terribles pérdidas de vidas humanas
Higueras destaca que la empresa que muchos consideraron imposible se culminó con éxito, aunque a costa de terribles perdidas de vidas humanas y de buques.
“Solo regresó la nao Victoria al mando de Elcano, pero repleta de valiosa información científica que cambiaría para siempre la imagen del mundo, y un cargamento de especias tan valioso que su venta sufragó con creces la fabulosa inversión que la Corona y algunos particulares se gastaron para armar esta colosal empresa. Pero ambos, Magallanes y Elcano, fueron cualificados y expertos marinos con gran capacidad de mando, dos visionarios que buscaban la gloria y nos mostraron una nueva imagen del mundo”, dice la experta.
Desde la Universidad de Harvard (EE UU), la historiadora Joyce E. Chaplin, autora de Round about the Earth, hace una reflexión final: “La circunnavegación de Magallanes-Elcano puede parecer un paso adelante interesante para la humanidad en términos de avance en el conocimiento del globo, de las dimensiones físicas y la configuración del planeta, pero, por otra parte, ambos hombres comandaron lo que fue una empresa abiertamente imperial, un intento de invadir territorio y reclamar bienes que pertenecían a otras personas”.
“Obviamente vivimos con ambos legados —reconoce—, la constante necesidad de descubrimientos sobre el planeta Tierra y también el terrible daño del imperialismo occidental. Separarlos, hacer que la ciencia y la exploración estén libres de racismo e imperialismo, es una labor fundamental”.
Quizá nunca se puedan confirmar todas las razones que llevaron a Elcano a tomar su decisión, pero en la carta que escribió al rey Carlos I nada más llegar a Sanlúcar apunta a un motivo claro: “Sabrá vuestra alta majestad que hemos llegado 18 hombres solamente con una de las cinco naves que mandó a descubrir la Especiería con el capitán Fernando de Magallanes, que gloria haya (...) y lo que más hemos de estimar y tener es que hemos descubierto y redondeado toda la redondez del mundo, yendo por occidente y viniendo por oriente”.
El 1 de mayo de 1521 se organizó un trágico convite que a los seguidores de Juego de Tronos les recordará un famoso episodio de la serie. Tras la muerte de Magallanes, el rey de Cebú, probablemente instigado por otros jefes locales y el esclavo Enrique que se quedó con ellos, traicionó a los expedicionarios. Invitó a los gobernadores de los navíos y a parte de su séquito a una comida, donde supuestamente entregaría “un regalo de piedras preciosas para el rey de España”, según cuenta Pigaffeta.
“Todos sospechan que podía tratarse de una emboscada, pero Duarte Barbosa, cuñado de Magallanes, presionó para que asistieran por no parecer cobardes”, cuenta Tomás Mazón, y los peores pronósticos se cumplieron. “Mientras el rey distrae a los expedicionarios, entran cientos de guerreros en la sala y pasan a cuchillo a todos ellos. El resultado es desolador: mueren asesinados nada menos que 26 hombres”.
Herido y maniatado, los indígenas también sacaron a la playa al capitán Juan Serrano y pidieron un rescate por él a los que habían quedado en las naves. Lo pagaron por dos veces, pero no le liberaron. Ante la imposibilidad de hacer frente a la gran cantidad de guerreros, sus compañeros se ven obligados a tomar una dura decisión: abandonarle. Entre lágrimas, el viejo capitán les ruega que al menos dejen de disparar artillería contra el poblado, y así lo hicieron mientras largaban velas y le decían “que quedase con Dios y les perdonase”, según relató luego Ginés de Mafra, uno de los supervivientes de la nao Trinidad.
Más tarde, el rey Carlos I pidió a Hernán Cortés que enviara una expedición (la de Álvaro de Saavedra) a Cebú para buscar a Serrano y otros posibles supervivientes de la matanza, incluso llegó a colaborar el rey de Portugal, pero por desgracia nunca más se supo sobre su paradero. Mazón recuerda que en el testamento de Juan Sebastián Elcano “deja a uno de los asistentes al convite, su amigo el piloto Andrés de San Martín, un almanaque, un libro de astrología y paños por ‘si le toparen’. Algo realmente conmovedor”.â