De cara al nuevo curso, la Universidad de Princeton ha publicado una guía de recomendaciones para usar un lenguaje inclusivo en sus dependencias y documentos. Las cláusulas “reflejan la cultura y política inclusiva de la institución”, reza.
Desarrollado por su equipo de Recursos Humanos y por su Oficina de Comunicación, el objetivo es que, cuando pueda evitarse, no se emplee un lenguaje binario en el ámbito educativo y administrativo y que de esta manera todo el alumnado se sienta incluido. El método es tratar de no usar palabras asignadas a géneros al dirigirse a un grupo mixto (esto incluye mujeres pero también personas trans, personas de géneros no binarios o intersexuales) o a alguien desconocido, como sucede en los escritos oficiales.
Entre las recomendaciones se incluye cambiar la expresión “each participant presents his” (“cada participante presenta su”, oración masculina en inglés), por “participants presents their” (neutra); sustituir cuando se pueda el uso de “she/he” (ella/él) por “el individuo”, y una lista de ejemplos recurrentes que se usan en masculino o femenino y que pueden ser reemplazados por otros términos de género neutro (en español se llaman epícenos).
Se aconseja, por ejemplo, cambiar “policewoman” (policía mujer) por “police officer” (agente de policía, neutro). Es decir: el objetivo de la lista es, ante todo, que todos los géneros se sientan incluidos y englobar a todas las personas. Así que, lejos de prohibir la palabra “man” (hombre), solo se trata de la difusión de unas recomendaciones que también se aplican a “woman” (mujer).
La lucha por el uso del inclusivo es una reivindicación llevada a cabo por grupos feministas y LGTBI para que el lenguaje no sea utilizado contra ningún grupo social como forma de exclusión u opresión. Es decir, se trata de evitar usar el género masculino como neutro y reemplazarlo por epícenos (por ejemplo, borrar “ciudadano” y escribir “ciudadanía”). En ocasiones, en español, desde el activismo se emplean otras fórmulas, como cambiar el género masculino por el femenino (“los ciudadanos” por “las ciudadanas”; este último engloba a todas las personas) o el uso de la “x” o “e” (“ciudadanxs” en lugar de “ciudadanos” o “ciudadanas”).
La iniciativa de Princeton no es pionera: en España, varios centros de estudios superiores han difundido recomendaciones similares. Es el caso de la Universitat Autònoma de Barcelona, que tiene una extensa Guía para el uso del lenguaje no sexista que incluye opciones como cambiar “la directora” por “la dirección” o “becario” por “persona becada” cuando la oración no se refiere a una persona concreta. También cuenta con ello la Universidad de Cantabria.
Un centro con 250 años de historia
Con más de 250 años de historia, la Universidad de Princeton (bautizada, en el año 1746, con el nombre de College of New Jersey y dirigida por Christopher L. Eisgruber, que se convirtió en director el día 1 de julio de 2013, después de servir como rector durante nueve años) es una de las instituciones académicas más prestigiosas de Estados Unidos y una de las universidades más ricas del mundo, además de un centro líder en investigación.
De hecho, en Princeton han impartido clase personalidades de la talla de los matemáticos John Nash y George Dantzig o el ganador del premio Nobel de Economía en 2015, Angus Deaton. Aunque por sus aulas también han pasado Alan Turing o el Premio Nobel de Física en 1965, Richard Feynman, dos presidentes de Estados Unidos (James Madison y Woodrow Wilson), varios primeros ministros extranjeros (entre ellos, el actual Presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski) o la también primera dama de EEUU, Michelle Obama.
Además, a lo largo de su historia, la universidad ha estado asociada con 41 premios Nobel y 17 Medallas Nacionales de Ciencia de Estados Unidos. Ser admitido en un programa de grado en la Universidad de Princeton es muy difícil, ya que tan solo un 10% de los alumnos y alumnas que lo solicitan lo consiguen. Y, a día de hoy, aproximadamente 5.200 estudiantes están inscritos (la Universitat de Barcelona cuenta, actualmente, con 65.643; la Universidad Complutense de Madrid, 77.225 y la Universitat de València 58.390).