Cuando Sara Goyena, profesora de Tecnología en Secundaria, aceptó impartir Matemáticas para completar su jornada laboral sabía que asumía un reto. Pero no tanto como el que acabó siendo. “Me encontré desbordada por el volumen de trabajo. Hoy no volvería a hacerlo”, afirma tajante. Antonio Brea, especialista en Geografía e Historia, no es que estuviera desbordado cuando le cayó una asignatura de Música, es que tenía alumnos que iban al conservatorio y sabían mucho más que él. Pero no tuvo elección. “Me la endosaron amparándose en la supuesta afinidad con mi especialidad”, se sorprende. Lo pasó mal.
Situaciones como estas, en las que un profesor se ve impartiendo una materia que no es de su especialidad, distan del ideal de enseñanza, según los docentes, pero se dan en casi todos los institutos. Hasta ahora era más bien una manera de cuadrar horarios, arreglar “flecos”. Aunque era algo tácito, que no estaba escrito en ninguna parte, la afinidad se basaba en que el profesor hubiera al menos estudiado alguna asignatura de esa otra materia en su carrera. Pero este recurso cada vez es más común.
Ahora el Ministerio de Educación prepara un Real Decreto de Especialidades para los docentes de Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional. Aunque de momento el texto apenas pasa de borrador, el ministro, José Ignacio Wert, lo ha vuelto a hacer: ha conseguido poner a todos contra su proyecto.
El borrador que ha elaborado el Ministerio establece qué materias ajenas a su especialidad podrán impartir los profesores de estas tres etapas. La mayoría de las “asignaturas afines” guardan una cierta relación. Pero no todas. Entre los casos más extremos que plantea Educación, un profesor de Filosofía –una de las asignaturas más castigadas por la LOMCE– puede verse enseñando Iniciación a la Actividad Emprendedora y Empresarial. O uno de Educación Física puede asumir Artes Escénicas y Danza [la lista completa de equivalencias puede consultarse en las páginas finales del borrador, al final del texto]. Llevado aún más al extremo, el Gobierno establece que, si las circunstancias lo requieren, cualquier profesor pueda impartir prácticamente cualquier asignatura.
Plantillas más pequeñas
“No es lo ideal”, afirman los maestros, pero ahora un físico puede verse dando Matemáticas, por ejemplo. Lo que hace Educación ahora es poner negro sobre blanco esta práctica y establecer algunas afinidades que, cuando menos, llaman la atención.
Los filósofos formando nuevos empresarios (será la única alternativa que tendrán a su propia materia, a priori) no es el único ejemplo. Más multidisciplinares, los de Biología y Geología podrán dar desde Anatomía Aplicada hasta Matemáticas Orientadas a las Enseñanzas Aplicadas. La única alternativa para los profesores de Educación Física será Artes Escénicas y Danza, mientras que los físicos y químicos tendrán ocho materias afines: desde Biología y Geología en la ESO hasta Tecnología.
El decreto determina también que todos los profesores de idiomas podrán impartir Lengua Castellana y Literatura y los geógrafos e historiadores serán posibles profesores de Economía, Historia de la Música y Danza o Valores Éticos. En último extremo, Educación prevé que “las administraciones educativas podrán para cada curso escolar, y cuando las necesidades de un centro así lo requieran, asignar otras materias distintas de las recogidas en los anexos de este real decreto a personal funcionario de una determinada especialidad con la cualificación académica o la experiencia docente necesaria”.
Un profesor, tres asignaturas
Los sindicatos de profesores y maestros a título individual consultados opinan que esta medida supone un retroceso y una merma en la calidad de la enseñanza. Las organizaciones, como CCOO, alertan contra la compactación de plantillas (si un profesor puede impartir tres asignaturas, para qué quieres tres docentes). Y los profesores, con la experiencia de haber enseñado una materia en la que no son especialistas, advierten de la dificultad que implica para ellos y lo injusto que es para un alumno tener a un maestro limitado, quizá tanto en conocimientos como en técnicas pedagógicas, para enseñar esas materias.
Goyena, profesora de Tecnología, sabe de lo que habla. Como interina le contrataron para media jornada. Cuando le ofrecieron completar las horas semanales con otras materias se vio obligada a aceptarlo para juntar un salario digno, explica. Ha impartido Matemáticas, Informática y Dibujo. “Yo hice una Ingeniería Industrial, no tengo problemas con los conocimientos”, adelanta. “Pero de saber una cosa a saber enseñarla hay un recorrido largo”, especifica, citando un argumento que utilizan mucho los maestros.
¿Recibió algún tipo de formación para plantear estos cursos? “No te dan ninguna ayuda, ni siquiera ninguna consideración como quitarte horas complementarias para que puedas prepararte las clases”, lamenta.
Al final, Goyena se apoyó en sus compañeros para que le echaran una mano. Es el recurso habitual. Lo hizo también María Sánchez, profesora de Francés, cuando le tocó impartir Lengua Española hace cuatro años. Hasta hoy. Sin posibilidad de rechazarlo en este caso. Sánchez es hija de emigrantes a Francia. “Yo hablo español porque en mi casa se hablaba, pero académicamente tengo poco que ver con el sistema español”, cuenta. “Mi bagaje son tres años de Filología española en el tronco común de la carrera”, explica. Nadie le preguntó. A impartir lengua española.
“El decreto oficializa lo que antes era puntual, vamos a pasar a ser el maestro generalista”, lamenta. En su caso además se da la perversión de que ha pasado de Francés a Lengua y el decreto instaura que los profesores de Lengua puedan dar Ciencias Sociales. Está espantada ante la posibilidad. De Francés a Sociales vía Lengua española.
Como en todos los casos consultados, de formación para adaptarse a la nueva materia, nada. “En estos cuatro años todo ha dependido de mí. Soy una persona seria y considero que mis alumnos no tienen culpa de nada y me estoy formando por mi cuenta. Pero se dan cuenta de que soy mejor profesora en clase de Francés. He estado muy insegura en clase. Ahora es cuando empiezo a encajar, como si fuera una principiante”, admite Sánchez. Una principiante con 18 años de carrera a sus espaldas.
“Cada especialidad tiene su estrategia”
“Dar clase no es llegar y soltar un rollo de una especialidad”, explica. “Cada especialidad tiene su estrategia, esto te lo enseña la experiencia de años”, ahonda. Goyena se expresa en términos similares. “Mi programación, mis actividades, el planteamiento del curso que hice [para dar Matemáticas siendo especialista en Tecnología] era más pobre que el de un especialista”, reconoce. “Es un calvario para un profesor y un fraude para el alumno”, coincide Antonio Brea.
Él tuvo este sentimiento cuando le tocó impartir Música en un instituto de clase media-alta en Sevilla. “Me la endosaron amparándose en la supuesta afinidad de mi especialidad. Pero tal afinidad no existe. En la carrera de Geografía e Historia no existían estas materias. Mis conocimientos musicales se limitaban a los que tenía de la asignatura del BUP”. Brea intentó estudiar, limitarse a seguir los textos históricos. Pero la realidad acabó imponiéndose. “El currículum tenía contenidos de solfeo con los que me veía con problemas. Tenía a alumnos de conservatorio, de 14 y 15 años, que sabían bastante más que yo de música, con lo que mi autoridad en el aula quedaba en entredicho”.
“El maestro [de Primaria] debe ser generalista y el profesor de Bachillerato, especialista”, sentencia Antonio Moreno, catedrático de Didáctica y Ciencias Experimentales en la Facultad de Formación del Profesorado de la Universidad Complutense de Madrid. Y precisa: “Así como es bueno que el maestro acompañe al alumno de Primaria, en la Secundaria hay que tender a un desempeño de la función docente con arreglo a la formación que uno tiene”.
Los profesores lamentan que Educación pretenda perpetuar este tipo de situaciones con este Real Decreto de Especialidades. “Detrás de esto están los intereses de la Administración, a la que no le interesa contratar por horas a los profesionales adecuados –sostiene Brea–. Dice mucho de lo que piensan los políticos del sistema educativo”.