ENTREVISTA

Dos profesores lanzan un “panfleto” educativo “contra la dictadura de los padres”

El sector editorial educativo bulle este otoño, y aun así Javier Mestre, catedrático de Secundaria, y Carlos Fernández Liria, profesor de Filosofía en la Universidad Complutense, sentían que había un vacío: la voz del profesorado. Ese hueco intenta rellenar Escuela y Libertad (Akal Educación), un libro “a medio camino entre el manifiesto y el panfleto” –definen ellos mismos– que pretende defender la escuela pública frente a los ataques de, dicen los autores, “izquierda y derecha”.

El libro se articula en torno a algunas ideas fundamentales como la crítica sin piedad a la Lomloe, a las competencias, a las medidas que facilitan la promoción de curso. También se posiciona en las batallas soterradas entre educadores de izquierda, se denuncia la privatización educativa que ni esta ley ni ningún gobierno progresista ha sabido –o querido– parar, se defiende la libertad de cátedra como garante de una pluralidad en la red pública que la privada no puede aspirar a ofrecer, contra lo que los autores definen como el “totalitarismo ideológico de los padres”, contra el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), entre otros temas.

¿Qué objetivo tienen con este libro? ¿Qué mensaje querían trasladar?

Carlos Fernández Liria: Pretende ser una herramienta para que el profesorado pueda tomar la palabra en las negociaciones políticas sobre educación. Nuestra convicción es que el colectivo de profesores ha sido ignorado y suplantado por tecnócratas en educación, sociólogos y pedagogos que siempre saben qué es lo que conviene al mundo de la enseñanza a pesar de que no lo conocen.

Javier Mestre: Queríamos poner un poquito de sentido común en un debate educativo que está muy alejado de la realidad. Sentido común basado en la experiencia y en el conocimiento directo de la situación. Es un libro muy crítico con la Lomloe porque es una ley que rompe todas las barreras, está llena de absurdos que enojan a muchísimos profesores. También queríamos hablar de que el sentido común no es incompatible con una visión progresista y deshacer el equívoco por el que siempre se ha pensado que las posiciones de izquierdas tienen que ir de la mano de la experimentación y las ideas pedagógicas más supuestamente avanzadas.

¿Cuál es el lugar de la izquierda educativa, entonces?

La defensa a ultranza del espacio de pluralidad y riqueza ideológica que ofrece la escuela pública como derecho de los niños, niñas y adolescentes frente a lo que llamamos 'la dictadura de sus padres'. El sistema público de enseñanza se está fastidiando por políticas públicas que restringen presupuestos, favorecen la enseñanza concertada, por un montón de decisiones políticas que no han revertido leyes como la Lomloe.

C. F. L.: La enseñanza se ha visto desde los tiempos de la Transición atenazada en una pinza fatal entre las políticas neoliberales y privatizadoras a favor de la escuela concertada y privada por parte de la derecha y de la izquierda. El gran error de la izquierda es considerar que lo que tiene que proponer es una escuela de izquierdas. Ya es suficientemente de izquierdas la defensa de la escuela pública por sí misma. Pero cayó en el error –desde mayo del 68– de considerar que era una institución disciplinaria para la vigilancia y el castigo y que, por tanto, era nuestro enemigo y que lo que había que hacer era una escuela progresista en la que aprendiéramos de forma lúdica.

¿Por qué creen que la Lomloe no es una ley progresista?

J. M.: Apenas revierte levemente los pasos hacia la privatización de la ley anterior. ¿Qué cambios propone? Reduce las posibilidades de cesión de terreno público a las escuelas privadas [Madrid ha conseguido esquivar la supuesta prohibición], tiene una disposición sobre la imposibilidad de concertar centros con segregación de sexos –aunque hay decisiones judiciales en sentido contrario–, pero el régimen de conciertos ni se toca. La Lomloe apenas incide en la privatización de la enseñanza. Es una ley que mantiene el statu quo y no da ningún paso hacia lo que tendría que ser la progresiva reducción de la concertada, que no para de crecer. La Lomloe ha impuesto un delirio pedagógico que se ha traducido en un incremento burocrático demencial del trabajo. Y nos hace a su vez padecer delirios de las comunidades autónomas, como Castilla y León con sus mapas de relaciones criteriales, una pesadilla en forma de hojas Excel. Hace poco un estudio concluyó que los profesores somos los trabajadores que más horas extras hacemos en España.

C. F. L.: La responsabilidad de la izquierda ha sido enorme. Muchos ministros de izquierdas se han educado y llevan a sus hijos a la escuela privada y concertada. Están encantados con su escuela concertada de izquierdas. Y si la izquierda comienza por no entender que la escuela concertada es un cáncer para el sistema de instrucción público es que ya está todo patas arriba. Porque el sistema de instrucción pública no puede convivir con la segregación. Ni con la de sexos ni con la segregación social que introduce la escuela privada y concertada.

La escuela privada concertada es un refugio de clases medias y privilegiadas –financiado por la enseñanza pública– en el que determinados estratos sociales pueden mantener a sus hijos a salvo de las problemáticas causadas por la pobreza, la explotación, la inmigración que padecen las clases bajas

J. M.: Está constatado que en España hay un sistema de segregación de clase: la escuela privada concertada es un refugio de clases medias y privilegiadas –financiado por la enseñanza pública– en el que determinados estratos sociales pueden mantener a sus hijos a salvo de las problemáticas causadas por la pobreza, la explotación, la inmigración. ¿Y si tuviéramos un sistema público único, como hay en la mayor parte de Europa? Habría menos segregación. Esto es especialmente agudo en algunas comunidades, como Madrid, probablemente la comunidad de Europa con mayor segregación escolar. Eso es una política que hace daño a los niños, niñas y adolescentes. Porque si juntas a toda la gente con problemas en las mismas escuelas públicas, infrafinanciadas, con unas ratios altísimas y profesores cada vez más agobiados, y a la vez tienes en un gueto positivo de niños y niñas de clase media, estás generando una situación explosiva para el sistema público.

Defienden –y argumentan– en el libro una idea un poco contracorriente, al menos respecto al discurso imperante, sobre la escuela pública como garante de la pluralidad educativa frente a la privada. Es exactamente contrario al que esgrimen los defensores de la concertada.

J. M.: La escuela pública es un derecho de los niños porque la privada siempre tiene un componente ideológico adoctrinador. La escuela privada no tiene la pluralidad de la pública. La escuela pública es todo un dispositivo que garantiza la pluralidad, con un sistema de oposiciones que da profesores fijos que no pueden ser despedidos porque a un gobierno no le guste su forma de pensar. Así es imposible imponer ningún sesgo ideológico en la elección del profesorado, que es plural como la sociedad misma. Es un lugar en el que los niños y niñas escapan a las estrecheces ideológicas y religiosas que puedan intentar imponer sus familias.

C. F. L.: La primera Declaración de Derechos del Niño implica que los menores puedan tener acceso a unos conocimientos y a unas formas de pensar que vayan más allá de los confines que establece su familia. La escuela privada funciona a veces como una prolongación de esa dictadura ideológica y mental de la familia. Y esto nos vale igual para derechas e izquierdas.

Hay que reinterpretar el concepto constitucional de la libertad de enseñanza. Entendemos que debería ser entendida más bien como la libertad de los profesores, y eso solo existe en la enseñanza pública, donde están protegidos. Parece mentira que la izquierda se haya dejado colar este gol

También hay una interpretación diferente del manido concepto de “libertad de enseñanza”. Diferente, al menos, al que hacen los defensores de la escuela privada y concertada, que basan todo su discurso en torno a esta idea.

J. M.: No aceptamos la interpretación que hace la derecha del artículo constitucional que habla de la libertad de enseñanza. La libertad de enseñanza tiene que ser ante todo el derecho que tienen los niños a librarse del totalitarismo ideológico de sus padres. Los niños pueden ser educados en su familia, pero déjales una ventana abierta en la escuela. Esto es un principio constitucional básico que hace falta reinterpretar. Entendemos que la libertad de enseñanza debería ser entendida más bien como la libertad de los profesores, y eso solo existe en la enseñanza pública, donde están protegidos. Parece mentira que la izquierda se haya dejado colar este gol.

Vamos a hablar de cosas concretas. Les quería preguntar por las competencias. Hay una discusión importante entre detractores y defensores de las competencias como nuevo elemento educativo básico frente a los contenidos. De una manera muy básica podría decirse que es el debate entre el saber por sí mismo o el saber qué hacer con ese saber. Ustedes creen que las competencias son un engaño neoliberal. ¿Por qué?

J. M.: Tal como se han formulado, hay muchas cosas que están mal. Hay ocho competencias clave, pero solo tres relacionadas con el conocimiento: lenguas extranjeras, lingüística y STEM, que incluye biología, geología, matemáticas, física y química, y tecnología. Esto quiere decir que todas las ciencias están en una sola competencia y se puntúan al mismo nivel que el grado de alfabetización digital o la competencia emprendedora. No hay ninguna competencia que tenga directamente que ver, por ejemplo, con la filosofía ni con la geografía ni con la historia. Hay campos enteros del saber cuya plasmación competencial es más que dudosa.

Las competencias privilegian una formación muy funcional para el espíritu economicista de la OCDE, que es de dónde vienen. Ven claramente la educación como algo subsidiario de las necesidades de la economía. Estamos formando trabajadores que que sean resilientes, emprendedores...

Las competencias privilegian una formación que yo veo muy funcional para el espíritu economicista de la OCDE, que es de donde vienen. La OCDE es una organización económica y está dictando sentencia respecto a la educación. La ven claramente como algo subsidiario de las necesidades de la economía. Estamos formando trabajadores que que sean resilientes, emprendedores... Que sepan inglés, pero filosofía no, que eso solo puede ser un problema. Es un atentado directo hacia lo que tiene que ser la principal función de la escuela, que es conservar y transmitir el legado del conocimiento ilustrado. No solo conservarlo y transmitirlo, sino democratizarlo.

C. F. L.: Lo que subyace al enfoque competencial es una concepción de la escuela como una institución destinada a formar trabajadores para un mercado laboral. En la universidad lo sufrimos con el proceso de Bolonia. Algunos dijimos que la universidad no debe de estar al servicio del mercado laboral, porque si ponemos la universidad al servicio del mercado laboral basura, tendremos una universidad basura. Con el enfoque competencial en la escuela pasa exactamente lo mismo. Tendremos una escuela basura al servicio de una sociedad basura.

Otro elemento habitual en el debate educativo que también critican son las medidas que la Lomloe propone para reducir la repetición, por ejemplo dejar de vincularla con un número determinado de suspensos. Sin embargo, las cifras de repetición en España son anormalmente altas si las comparamos con otros países europeos. ¿Qué proponen?

J. M.: Unas cifras que por cierto está bajando bastante. Pero, ¿qué es la repetición de curso? Tenemos, por un lado, la concepción de la clase como un nivel intelectual, de conocimientos. Por otro está la clase como un grupo de edad. Nosotros entendemos que dada la función de la escuela como instancia cuya función fundamental está relacionada con el conocimiento, hay un punto en el que la clase necesita que haya unos mínimos comunes, y eso es lo que rompe la idea de eliminar la repetición de curso. La repetición de curso permite que la clase siga siendo un nivel y no un grupo de edad. La concepción de la ley es que tiende a ser un grupo de edad. Por dos razones. Primero, porque importan mucho menos los conocimientos. Ya lo dijo [el anterior secretario de Estado de Educación, José Manuel] Bar Cendón, está todo en Google. Los profesores sabemos que eso es una estupidez, pero es que lo dicen los jefes. Si el conocimiento es una chorrada, la escuela tiene este componente de guardería, y entonces mejor si no les causamos muchos problemas de integración. Pues que no repitan.

La repetición muchas veces es lo más conveniente. Llevo casi 30 años dando clase en secundaria y para muchos chavales ha sido una salvación. Si de lo que se trata es de que aprendan, repetir curso les ayuda

Denuncian en el libro que 'de facto' se están cargando sobre la escuela las políticas sociales y que ahí, en la situación de muchas familias, están buena parte de las soluciones a los problemas educativos, no en la escuela propiamente.

La escuela es la vanguardia, casi la única política social del Gobierno. Y eso no puede ser. No podemos ser el sumidero de los problemas sociales. El Estado debe atender los problemas sociales en su sitio y la escuela tiene que enseñar a los niños y niñas a pesar de los problemas sociales y con una política social que ayude y no que dificulte, que es lo que tenemos ahora. Hay chavales con los que no podemos en clase. Tienen demasiadas dificultades en su entorno, demasiados problemas que la escuela es incapaz de resolver.

No tenemos los medios, las posibilidades ni la autoridad para resolverlos. Y la mayor parte de los casos de repetición vienen por ahí. España es uno de los países europeos que menos invierte en política social, que menos ayudas sociales tiene, y eso se traslada a un sistema que intenta ser riguroso en el conocimiento y, por tanto, aumenta la tasa de repetición. Si tuviéramos más apoyos, una renta básica, mecanismos sociales para atenuar los problemas que causa la desestructuración familiar y todos esos problemas sociales gravísimos –que se reflejan en la escuela–, probablemente bajaríamos mucho la tasa de repetición.

Por eso creemos que, aunque no hay que abusar de ello, muchas veces es lo más conveniente. Yo llevo casi 30 años dando clase en secundaria y para muchos chavales la repetición ha sido una salvación. Lo he visto. Me pueden venir con estudios diciendo que es más barato, pues se pueden meter el ahorro donde les quepa. Si de lo que se trata es de que aprendan, repetir curso les ayuda.

A esto le añades el Diseño Universal de Aprendizaje (DUA), muy promocionado en la nueva ley y que tiene que ver con la Fundación CAST, financiada por Bill y Melinda Gates, y con la idea de que cada niño está en su burbuja de conocimientos –o sea, de nivel– y estamos hablando de una concepción de la clase que elimina lo que ha sido la clase siempre, esa cosa milagrosa en la que la inmensa mayoría de los niños son capaces de conectarse mentalmente al concepto de manera colectiva.

El Diseño Universal de Aprendizaje (DUA), simplificando, viene a presentarse como el modelo de enseñanza que tiene en cuenta la diversidad del alumnado y que adaptará las clases a cada alumno en el camino a la inclusión plena de todos. ¿Por qué no les gusta?

J. M.: La única manera que tenemos de explicar en clase las cosas a veintitantos chavales que están a la vez en un aula es... explicarlas. Pero no puedes hacer 24 explicaciones porque no da tiempo. Entonces, la aplicación real del DUA es que cada niño esté en un ordenador, que se adapta y gradúa el nivel de acuerdo con sus conocimientos. Y acabas convirtiendo la clase en 24 ordenadores con 24 niños en 24 burbujas. Yo no digo que haya profesores muy voluntaristas que hagan maravillas con él, pero me cuesta creerlo. Eso elimina la posibilidad de dar clase, con las maravillosas posibilidades que tiene.

En su meta metanálisis, Hattie concluye que el método que mejor funciona es lo que él llama el profesor activo instructivo. Eso funciona mucho mejor que el aprendizaje por descubrimiento, que el aprendizaje por proyectos. Mucho mejor que las nuevas pedagogías

Pero es que encima contradice lo que sabemos de pedagogía. Hay un meta-metanálisis que evalúa miles de trabajos de pedagogía, miles de procesos de enseñanza aprendizaje y métodos. Su autor, John Hattie, llega a la conclusión de que el método que mejor funciona es lo que él llama el profesor activo instructivo. Este es el profesor que da clase de toda la vida y es activo, hace ejercicios y los corrige, está encima. Lo que hacemos los profes que nos preocupamos. Les atendemos lo más individualizadamente posible, pero tenemos un espacio muy grande para la parte instructiva, de explicar. Según Hattie, eso funciona mucho mejor que el aprendizaje por descubrimiento, que el aprendizaje por proyectos. Mucho mejor que las nuevas pedagogías. Con esto en mente creo que hay que plantearse muy seriamente qué estamos haciendo cuando intentamos introducir como vía legal preferencial un planteamiento pedagógico como el DUA.

C. F. L.: Para mí esto es un naufragio civilizatorio. Y creo que no soy sospechoso de ser una bestia tradicionalista carlista de extrema derecha. Los profesores no tienen por qué dar clase, los alumnos solo tienen que ser acompañados en su búsqueda en el ordenador...

Buena parte del libro, y de esta entrevista, le dejan a uno la sensación de que todo está mal. Pero, sin embargo, al final resulta que la cosa más o menos funciona, según cuentan ustedes mismos.

J. M.: Es el milagro del aula y creemos que es una demostración de que con muy poquito basta. Con unos consensos sociales básicos –que ahora bombardean la Lomloe y la influencia pedagógica– se ha transformado la sociedad pese a los delirios. Hemos seguido los profesores dando clase de una manera muy sencilla, casi aburrida o lo que quieras, pero el país ha pasado de tener un 25% de titulados universitarios a más del 40%. Eso ha sido acompañado con una reducción progresiva del fracaso escolar, de la repetición de curso. Si la escuela tiene problemas en España no es porque los profesores seamos malos profesores. Hay profesores buenos, malos y regulares. Y hay una cosa buenísima del sistema español: es plural. Los alumnos están expuestos a todo tipo de profes y hay profes que van por proyectos, profes que son más instructivos...

Explican que es difícil definir qué es un buen profesor. ¿Igual no lo es tanto con los malos docentes? O los que no quieren trabajar. Da la sensación de que la otra cara de esa moneda de proteger la libertad de cátedra es la impunidad del mal profesor.

J. M.: Es el precio de la pluralidad. Que lo pongan de administrativo en la escuela. El problema está en que lo contrario es gravísimo, porque lo contrario es cargarte la idea misma de la libertad de cátedra. Un profesor es un propietario de su función y tiene libertad de cátedra y, por tanto, puede resistir cualquier presión gubernamental. Eso se llama división de poderes y lo que no puede ser es que porque haya malos profesores nos carguemos la división de poderes.