Las protestas de los agricultores consiguen anular medidas contra la desertificación que amenaza España

Raúl Rejón

28 de febrero de 2024 22:53 h

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Con los tractores bloqueando carreteras desde hace semanas, los ministros de Agricultura europeos decidieron este lunes “flexibilizar” varias exigencias ambientales a la hora de que los agricultores reciban fondos públicos. Se trata de “convertir en voluntarias casi la mitad de las obligaciones ambientales de las ayudas de la Política Agraria Común”, según traduce la Coalición Por otra PAC.

Las medidas que se rebajan tienen que ver con el barbecho, la cobertura vegetal de los campos y la rotación de cultivos. Estas buscaban atajar la pérdida de suelo fértil –que acucia a Europa y España– y frenar su degradación, es decir, contener la desertificación que avanza de sur a norte empujada por el cambio climático. El 74% del territorio español “es susceptible de desertificación”, calcula el Ministerio de Transición Ecológica. Además, también estaban destinadas a aliviar la necesidad de aplicar fertilizantes y favorecer el control de plagas sin usar pesticidas, además de la proliferación de polinizadores.

El Ministerio de Agricultura salió satisfecho del encuentro en Bruselas. “La Comisión Europea ha entendido la necesidad de flexibilizar las Buenas Condiciones Agrarias y Medioambientales” que condicionaban las subvenciones de la PAC, según afirmaba en un comunicado. Este movimiento llegó solo 24 horas antes de que el Europarlamento aprobara por estrecho margen la Ley de Restauración de la Naturaleza con el PP y la extrema derecha en contra para alinearse con las protestas del sector primario y un texto rebajado para apaciguar a los agricultores.

El mensaje que se lanza es que, a la mínima, se cede y, al hacerlo, se vuelven a situar como dos enemigos irreconciliables medio ambiente y agricultura. Ese es el gran error

“El mensaje que se lanza es que, a la mínima, se cede”, reflexiona el doctor en Ingeniería Agrónoma y experto en desertificación Jaime Martínez Valderrama. “Y, al hacerlo, se vuelven a situar como dos enemigos irreconciliables al medio ambiente y la agricultura. Ese es el gran error de fondo, porque lo que tiene que verse con estas actuaciones es que no se trata solo de una cuestión ambiental, sino que son buenas para la agricultura. Lo que pasa es que necesitan un tiempo para hacerse efectivas”.

Con todo, los Estados miembros acordaron suspender medidas concretas pensadas para afrontar problemas concretos.

¿Qué se “flexibiliza”?

Se anula la obligación (para recibir dinero público) de dejar una “cobertura mínima de suelo en periodos sensibles”. Se trata, básicamente, de que en ese suelo durante unos meses haya un mínimo ecosistema porque crece algo. Un ejemplo visual: los olivares o almendrales que ocupan lomas (en pendiente), habrían tenido que contar con ese manto vegetal de octubre a marzo en lugar de presentar calles pulidas sin nada entre las hileras de árboles.

El objetivo de hacer esto es “evitar suelos desnudos”. ¿Por qué? Porque son pasto de, por ejemplo, la erosión causada por la escorrentía de agua. “El caso de la erosión es muy patente: si dejas la cobertura vegetal estás ayudando a la agricultura porque defiendes el suelo de la acción de la lluvia”, explica Martínez Valderrama. “La relación entre agricultura y la desertificación en España es directa, ya que muchos de los escenarios de degradación del territorio se dan en estos paisajes”, abunda el investigador de la Universidad de Alicante.

Las prácticas agrícolas están tan relacionadas con la pérdida física de suelo y, por tanto, la entrada de la desertificación, que el suelo agrícola se está perdiendo en España tres veces más que el forestal, según la Estrategia Nacional contra la Desertificación. En promedio, una hectárea de superficie de cultivo se queda sin 30 toneladas de suelo al año, mientras que en el terreno forestal se calcula una pérdida de 10 toneladas.

“Las mayores tasas de erosión se producen en los cultivos leñosos permanentes sin manejo de cubierta vegetal adecuado a sus condiciones de clima y pendiente, y en los cultivos anuales en pendientes inadecuadas sin prácticas de conservación del suelo”, expone la Estrategia.

En España, la mitad de las explotaciones que solicitan las ayudas públicas de la PAC (casi 400.000) están afectadas por “riesgo de erosión severa”, es decir, en zonas donde se pierden más de 25 toneladas por hectárea anuales, según el Plan Estratégico de la Política Agraria Común.

La rotación

Otras de las medidas que se “flexibilizó” el pasado lunes es la de la rotación de cultivos en las explotaciones, que intenta “preservar el potencial de los suelos”. Cambiar de tipo de planta que se produce cada cierto tiempo “ayuda a devolver los nutrientes a los suelos sin necesidad de insumos sintéticos, es decir, fertilizantes”, explica el Rodale Institute. “Evita que el suelo se agote y que las enfermedades de un determinado tipo de planta se perpetúen”, abunda esta documentación del Ministerio de Agricultura.

Porque el suelo de verdad, suelo fértil, no es cualquier superficie sobre la que se colocan cosas. En realidad se trata de una fina capa inmediatamente inferior a la superficie terrestre que “sirve de medio para el crecimiento de plantas y organismos”, como lo define el departamento de Agricultura de Estados Unidos. Esta capa solo consta de entre 15 y 25 centímetros, pero proporciona alimento, biomasa y materias primas, además de regular los ciclos del agua y el carbono.

Ayudar a la naturaleza no es un objetivo solo por sí mismo, sino que se trata de que la naturaleza funcione bien para que funcionen bien los sistemas socioeconómicos, la agricultura... En definitiva, de lo que dependemos

La agricultura intensiva, a medida que se suceden las cosechas, desprovee de esas características al terreno y lo va convirtiendo en infértil (de ahí la necesidad de fetilizantes). Quedarse sin este sustrato es una degradación grave que ha llevado a la Unión Europea a crear una Estrategia del Suelo para intentar frenarla.

“Ayudar a la naturaleza no es un objetivo solo por sí mismo, sino que se trata de que la naturaleza funcione bien para que funcionen bien los sistemas socioeconómicos, la agricultura... En definitiva, de lo que dependemos”, aclara Martínez Valderrama. “Lo peor es que, de nuevo, tenemos prisa y vamos a parar estos objetivos porque hay que producir mucho –prosigue– pero es que vas a producir más y tener mejor seguridad alimentaria si cuidas la naturaleza. Pero eso requiere un poco de tiempo”.

Una tercera pata verde que no se aplicará, al menos de momento, es la que premiaba tener un porcentaje mínimo de superficie dedicada a no producir. Eso podían ser tierras en barbecho (que ha salido en las tractoradas como una de las reivindicaciones), pero también cuenta tener charcas en la finca, lindes con setos o arbustos. El objetivo es mejorar la biodiversidad que sirve, por ejemplo, para que haya polinizadores como las abejas.

“La recuperación de estas zonas no cultivadas alrededor o dentro de los campos de cultivo es fundamental para el control de plagas en la agricultura, ya que son un hábitat muy importante para aves e invertebrados”, describe la guía de buenas prácticas de producción ecológica del Ministerio de Agricultura.

Trabas a producir cada vez más

Además de las quejas sobre la burocracia para tramitar la PAC y los precios de venta, los agricultores entienden que la agenda verde limita su capacidad de producción. “Bienvenida la retirada de la reducción en un 50% del uso de pesticidas”, ha analizado el secretario general de la Organización de Agricultores y Ganaderos (COAG), Miguel Padilla. La cubierta vegetal, cambiar de cultivos o reservar suelo sin cultivar son consideradas trabas para el incremento de la cosecha que luego se vende. De hecho, este miércoles, tras reunirse con el ministro de Agricultura, Luis Planas, Padilla apretaba: “De 10 requisitos [de la PAC], seis se van a reconsiderar. Es un avance, pero se necesita más concreción”.

La coordinadora de programas de Conservación de SEO/BirdLife, Ana Carricondo, considera que “más que el coste real que suponen esas medidas, implican un cambio de mentalidad porque, a medio plazo, ya se está probando que esas prácticas traen beneficio ya que retienen suelo, mejoran la fertilidad y ahorran fitosanitarios”. Sin embargo, abunda, “estar asentados en un modelo de pura rentabilidad a base de más producción genera la idea de que si no se dedica cada metro cuadrado de la explotación al cultivo se reduce el margen de beneficios. Y la agenda verde ha pagado el pato”.

Las ayudas están pensadas para garantizar la producción y el medio ambiente. La PAC es una política pública que tiene que orientarse hacia el interés público. Lo mejor sería decir: ¿cómo hacemos todo esto posible? En lugar de ir para atrás

Al otro lado, las organizaciones al frente de las tractoradas (COAG, Asaja y UPA) insisten en un mensaje: Bruselas debe “dejarnos trabajar en paz”. El secretario general de Asaja, Eduardo Martín, decía este lunes: “Aquí hay que darle la vuelta a la PAC, que no hace falta tantas medidas, tanta burocracia. Hay que cambiarla radicalmente y se cambia dejando al agricultor en paz. Que nos dejen en paz y que nos dejen hacer nuestro trabajo”.

Lo cierto es que muchas de las medidas ambientales de la nueva PAC ni siquiera se han estrenado porque se levantaron las obligaciones –como el barbecho o la cubierta vegetal del suelo– debido a la guerra en Ucrania. Y, además, la oposición del sector a la PAC verde ha servido de munición política.

Un día después de acordarse rebajar los objetivos ambientales de las ayudas agrícolas, el PP se oponía a la ley de Restauración de la Naturaleza con el siguiente argumentario de la portavoz del partido en el Parlamento europeo, Dolors Montserrat: “Hemos votado en contra de la ley europea que da un duro golpe a los agricultores, ganaderos y pescadores. El PSOE y sus socios de extrema izquierda e independentistas han votado a favor. Nuestro apoyo a estos sectores en sus justas reclamaciones”. Lo cierto es que parte del Partido Popular Europeo sí apoyó la directiva.

“Las ayudas no se dan porque sí, sino que están pensadas para garantizar la producción y el medio ambiente”, recuerda Ana Carricondo. “La PAC es una política pública que tiene que orientarse hacia el interés público, no solo para el beneficio económico. Parece que sería mejor pensar cómo hacemos todo esto posible en lugar de ir para atrás”, remacha.

“Es un asunto complejo, pero una clave estaría en ampliar el margen por el lado de los que compran a los agricultores que, en ese sentido, están en una tesitura complicada”, admite Jaime Martínez Valderrama. “Por eso es fácil que se extienda la idea ”encima tenemos que cumplir con todas estas peticiones ecologistas“. Pero es que esto es para mejorar lo que produces: si tienes agua y suelo en buen estado te va acostar menos producir porque no vas a tener que comprar fertilizantes. Y si se reduce el margen de los distribuidores, puede ampliarse el de los agricultores sin subir el precio al consumidor”.