La última frontera que se pretende conquistar para el boom de las energías renovables en España son las aguas retenidas de los pantanos. Botar una flota de paneles solares sobre la superficie de los embalses. El Gobierno ultima las primeras reglas para plantas fotovoltaicas flotantes en el llamado dominio público hidráulico.
En Badajoz, la presa sobre el río Zújar ha terminado por crear una especie de mar interior de agua dulce en el embalse de la Serena. Es el más grande de España, con una superficie media de 9.500 hectáreas. De ellas, 1.900 pueden poblarse de paneles, según los cálculos preliminares del Ministerio de Transición Ecológica: al contener sus aguas un alto nivel de vertidos, admitirán hasta un 20% de su superficie dedicada a generar electricidad, según el borrador de Real Decreto.
“Supondrán un impulso a la capacidad de generación eléctrica de origen renovable”, dicen en Transición Ecológica. “Tienen ciertas ventajas, como un mayor rendimiento energético por la refrigeración que otorga el agua y menor presencia de polvo”.
Así que las aguas quietas y abiertas aparecen como un atractivo para captar radiación solar. España es el país de Europa con más presas y algo más de 100 embalses son de titularidad estatal. “Se trata de determinar qué condiciones deben cumplir”, señalan.
A peor estado, más paneles
Lo primero que recoge el borrador de la norma es que tendrán que pasar una evaluación de impacto ambiental. Estarán vetadas tanto las lagunas naturales como los embalses que presenten el mejor estado de sus aguas. El indicador del que deriva el porcentaje de embalse admisible para paneles es el estado trófico.
El estado trófico es el grado de fertilización del agua, es decir, la cantidad de nutrientes a base de nitrógeno o fósforo que contiene, ya sea de origen natural o humano. Al llegar una cantidad excesiva de estos nutrientes, proliferan aceleradamente las algas que se descomponen, vuelven las aguas turbias y agotan el oxígeno: así llega la anoxia que causa la muerte de la flora y la fauna acuáticas.
El Mar Menor, por ejemplo, padece un alto grado de eutrofización por la entrada de fertilizantes agrícolas. La anoxia ha generado dos episodios recientes de muertes masivas de peces y crustáceos.
El borrador de real decreto dice que en los embalses con un nivel mesotrófico, el grado intermedio de nutrientes, los campos flotantes deberán limitarse a menos del 5% de la superficie del pantano. Si ya ha llegado a ser eutrófico –con muchos nutrientes– el límite estará en el 15%. En los casos de embalses hipertróficos (grado extremo de nutrientes), como el de la Serena, el porcentaje máximo se sitúa en el 20%.
Las empresas productoras lo ven con buenos ojos. “Al sector le gustan mucho los proyectos novedosos. Es una vía que hay que aprovechar”, analiza Lucía Dolera, directora de Proyectos de la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA). Dolera explica que “es una opción en países con poca superficie. En España no hay escasez de suelo, pero sí mucho espacio protegido y zonas donde hay contestación social a las instalaciones, así que los embalses pueden ser una opción”. Eso sí: “Tienen más costes que las ordinarias”.
Transición Ecológica considera “de particular interés” añadir la capacidad de los paneles solares flotantes a las centrales hidroeléctricas porque aprovechan la misma salida a la red y pueden compensar las épocas con poca agua.
También le otorgan algunas ventajas extra, como “evitar la evaporación del agua” embalsada por la sombra que proyectan los paneles, algo “de especial importancia en medio áridos”, explican. Esa misma sombra “ayudaría a reducir la presencia de floraciones de algas”.
“Se obvia la biodiversidad”
Desde el punto de vista ambiental, el Ministerio afirma que “es necesario evaluar cuáles son los impactos, las medidas que permitirían minimizarlos, si la consecuencia de aplicarlas puede ser compatible o no con el mantenimiento de la vida acuática”.
“Lo que nosotros vemos es que, al menos en este decreto, se obvia la vertiente de biodiversidad y los objetivos de conservación de la naturaleza”, contrapone el responsable de aguas continentales de SEO-Birdlife, Roberto González. “Y solo faltaba que no tuvieran que pasar evaluación ambiental”, abrocha.
La organización ha detectado que, de los 107 embalses incluidos en el decreto, el 83% “presenta valores naturales de importancia” y el 60% está en la Red Natura 2000 de protección ambiental. “De hecho, algunos de ellos son Red Natura por el embalse, como el del Ebro u Orellana, que, además, está en la lista Ramsar de humedales de importancia internacional”, explica González. “También hay puntos de interés reconocido para la invernada de aves acuáticas”.
En este sentido, la SEO alega que el efecto positivo que se le otorga a los paneles flotantes respecto a evitar la proliferación de algas por la sombra que proyectan, “es como poner una tirita si no se ataja el problema de base que son las toneladas de nitratos que siguen entrando en esos embalses. Das sombra al 20% de la superficie, pero sigue llegando gran cantidad de alimento para esas algas”.
A poco más de 40 kilómetros de Córdoba, el embalse de Puente Nuevo es uno de los candidatos para instalar estas plantas. En ese mismo pantano, hace poco, en junio de 2020, se decretó la clausura de una central eléctrica que usó el carbón de las cuencas mineras del valle del Guadiato y, luego, el mineral importado de Corea del Sur. Un símbolo acuático de la necesidad de transición energética que implica atajar la crisis climática.