“A Rajoy le seguiría diciendo que tiene que dialogar, como dice el Papa Francisco”. El padre Ángel García, presidente y fundador de Mensajeros de la Paz, lleva seis décadas trabajando por los más desfavorecidos, dentro y fuera de nuestras fronteras. Desde hace dos años, además, es el “párroco” de San Antón, en pleno centro de Madrid, la primera parroquia “abierta 24 horas” de España. Personaje polémico y querido, presenta, a sus 80 años, Padre Angel: la humildad y la rebeldía (Planeta), escrito con Lucía López Alonso, y en el que plasma su vida a través de los ojos de los hombres y mujeres que, además de pan y techo, necesitan cariño.
Éste es un libro de personas sin hogar, de gente que sufre. Pero a usted se le ha relacionado con todos los poderes, desde Franco a Rajoy...
Sí, y no tengo problema en decirlo. No es la Iglesia ni las ONG las que tienen que cambiar la realidad, son los políticos quienes tienen la responsabilidad de mejorar la vida de la gente. Y yo sé que tengo que verles y hablar con ellos, porque alguno hasta me escucha. Y alguno se enfada, como Franco, cuando le devolvimos su donativo, o Aznar, cuando la guerra de Irak... También me acusan de juntarme con los poderosos, pero es que yo creo que los más ricos, los más afortunados, tienen la responsabilidad de colaborar para acabar con las injusticias. Pero eso no significa que nos dejemos comprar. Lo dice el lema de nuestra asociación, que está en el altar de San Antón: “Sólo ante Dios, un niño y un anciano debemos ponernos de rodillas”.
Incluso ha pedido una audiencia con Donald Trump...
He pedido y reclamado la entrevista con Trump. No voy a intercambiar corbatas, sino a intercambiar ideas, y decirle que donde hay muros hay que poner puentes, que es lo que creo le habrá dicho el Papa.
¿Cómo se imagina esa reunión?
Creo que el Papa habrá sido cariñoso, pero claro. Y seguro que da frutos. El Papa ha cambiado a Obama, a los Castro, y va a cambiar Trump. Sin duda. Donald dijo que recordará toda su vida lo que le ha dicho el Papa. Seguro que le ha dicho que hay que construir una sociedad en paz y sin muros.
¿Y qué le diría a los políticos españoles?
A diferencia de muchos, yo veo la situación política con optimismo y realidad. Tenemos muchos políticos nuevos, que quieren cambiar España, y eso nos tiene que alegrar a todos. En este país hay demasiados agoreros, personas tristes y poco ilusionadas. Por eso, hay que tener líderes que tengan ilusión, y que se enfaden menos. Aunque yo también me cabreo, y me disgusto cuando veo a los refugiados, o a los niños esclavos, o a mis feligreses de San Antón que no tienen un lugar donde dormir y nadie que les abrace.
¿Y a Mariano Rajoy? ¿Qué le dirá cuando le vea?
Le diré que tiene que seguir dialogando, que es lo que el Papa Francisco dice. Le diría que estoy de acuerdo con él cuando dice que los europeos no hemos hecho todo lo que teníamos que hacer con los refugiados, y que es hora de empezar ya a acogerlos. Le daría las gracias porque parece que en los Presupuestos hay una mayor partida contra la pobreza infantil, y le pediría más para todos los pobres. Y sobre, todo le pediría que dialogue, que no se canse de dialogar.
Una receta que también valdría para la Iglesia española, que parece que se resiste a seguir el impulso del Papa...
Yo creo que la Iglesia está cambiando, que este Papa nos está cambiando. El último nombramiento de Omella (arzobispo de Barcelona) como cardenal, o el de Osoro, son un signo. En Madrid tenemos San Antón, y en Barcelona, la Iglesia de Santa Anna. Cristo vino a cambiar el mundo, no sé por qué algunos se empeñan en no cambiar nada.
La iglesia de San Antón, ¿es un aldabonazo a las conciencias de muchos católicos que siguen la doctrina pero no miran al prójimo?
San Antón es una realidad en la que uno goza, llora, saborea... San Antón es el paraíso, la casa de todos, donde entran unos y otros. Es la casa conde se cita mucha gente, que viene porque necesita compañía, consuelo, que le escuchen. No sólo son los sacerdotes, ojo. Hay muchos voluntarios, psicólogos, arquitectos, profesores... que dedican parte de su tiempo a ayudar a estas personas.
Lo que nosotros queremos es abrir espacios para que la gente asfixiada por las penas de la vida pueda respirar. Por eso, el Cristo de mi iglesia es el Cristo de los asfixiados. A mí, por lo menos, me ha cambiado la vida. He vuelto a ser el cura que siempre quise ser, el que puede acariciar a la gente de una manera especial. En el libro, muchos dicen que les he salvado la vida, y no es verdad. Todas estas personas de San Antón, y todas las que han pasado por Mensajeros de la Paz, han cambiado mi vida. Me han salvado.