El helado no es una chuchería, sino un alimento nutritivo, por lo que hacerle un hueco en nuestra dieta es una buena idea siempre que optemos por las variedades más saludables, según señala en un estudio la profesora de Nutrición de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH), Victorina Aguilar.
Junto al placer de su sabor dulce y su textura cremosa, hay otras razones, a juicio de esta experta, para plantearse el consumo de un helado (unos 100 gramos) al menos una vez a la semana.
El helado con una base láctea, elaborado con leche entera o leche desnatada, tiene un “notable valor nutricional”, según Aguilar, y puede introducirse en una dieta equilibrada como un postre o como sustitutivo de una merienda complementada con fruta.
En ese sentido, la profesora de la UAH advierte de que siempre “es preferible no picotear un helado entre horas o mientras vemos la tele por la noche”.
Pero en la playa, ante la duda de tomar un helado o una bebida alcohólica refrescante -como un mojito o similares-, deberíamos tenerlo claro, y, a juicio de Aguilar, la mejor elección será siempre un helado u otro tipo e bebidas, como zumos naturales o un vino fresco.
Otro de sus consejos es desechar los helados de hielo, porque son “calorías vacías”: aportan una gran cantidad de azúcares, pero su valor nutricional es nulo.
Como alternativa, “los helados fabricados con leche aportan calcio 'biodisponible' -fácil de asimilar- y lactosa, un azúcar que favorece la absorción del calcio y vitaminas del grupo B”, sostiene.
En esa gama de helados saludables, Aguilar incluye los que tienen cobertura de chocolate.
“Aunque son más energéticos, tienen también otras ventajas, como los ácidos esteárico y oleico, que contribuyen a que no aumenten los niveles de colesterol; y si tienen además cobertura de frutos secos proporcionan omega 3, fibra y otros nutrientes positivos”, agrega.
Junto a la advertencia de los helados de hielo, la experta de la UAH hace hincapié en evitar los helados elaborados con aceites de palma y similares.