El 17 de marzo era una fecha clave en el calendario de quienes aman el fútbol. Atlético de Madrid y FC Barcelona se medían en lo que prácticamente era una final, con el título de Liga en juego, y ante un Wanda Metropolitano con 60.739 personas en la que supone la mayor asistencia a un partido de fútbol femenino en España y la mejor cifra mundial a nivel de clubes. El 0-2 de este domingo con las gradas repletas supuso la guinda a un crecimiento aparentemente imparable de una Liga con potencial para convertirse en un referente en Europa. Así lo demuestran las cifras de diferentes eventos en los últimos dos meses desde que el Athletic batiera el anterior récord con 48.121 espectadores, y el foco mediático que ha provocado que incluso futbolistas de talla mundial como la Balón de Oro Ada Hegerberg o la danesa Pernille Harder celebren públicamente este éxito.
Sin embargo, la realidad de cada jornada dista mucho de lo acontecido este domingo. Lo advertía Vicky Losada, capitana del FC Barcelona, al finalizar el encuentro: “Ojalá la gente siga, que cada fin de semana se anime a ir a todos los campos, no solo aquí”. La sonrisa delataba su felicidad, pero sus palabras emanan del recuerdo que le da su veteranía y su experiencia al emigrar a Inglaterra o Estados Unidos para poder desarrollar una carrera profesional.
Aunque diferentes activos celebran la explosión mediática y social, reconocen que el trasfondo de estas imágenes tiene todavía mucho margen de mejora: en las gradas hay campos de Primera División donde apenas asisten doscientos o trescientos espectadores, ochocientos o un millar en el mejor de los casos. Y fuera del terreno de juego, salvo en grandes equipos como Barça, Atleti o Athletic, la situación no es mejor: las futbolistas todavía luchan contra la precariedad a través del pluriempleo, son discriminadas desde las propias leyes y afrontan la negociación de un primer convenio colectivo histórico manchado por las luchas sindicales y de poder provenientes del fútbol masculino.
“Claro que no es el día a día del fútbol femenino”, explica a eldiario.es Tamara Ramos, portavoz del sindicato Futbolistas ON. “Pero es un motivo de celebración y es a donde queremos llegar, a lo que tenemos que aspirar. Vamos a aplaudir que al menos empiecen a suceder estos encuentros de magnitud con su afición. Al menos que se vea y que la gente diga que juegan al fútbol y además muy bien”.
'Movimiento 30-ene'
La apertura de San Mamés el pasado 30 de enero ha generado un efecto contagio en clubes como Osasuna, Real Sociedad, Atlético de Madrid o Valencia, que han abierto o tienen previsto abrir sus estadios próximamente para las mujeres. Es lo que en el Athletic quieren denominar 'Movimiento 30-ene'. María Tato, responsable del fútbol femenino en la Junta bilbaína, se muestra en la misma línea y celebra esta acogida. “Es magnífico y tremendamente positivo lo que estamos viendo. Nosotros no queremos la marca, estamos encantados de que el Metropolitano nos supere y ojalá algún día otro estadio la mejore”.
La lectura de estas cifras está simplemente en ocupar un espacio que también les pertenece a ellas. “El significado de estos actos está en que es una forma de empoderarlas, de reconocer el derecho a la igualdad, de jugar en las mismas condiciones”, explica.
“Es lo que queremos transmitir, y cuanto más se haga más se impregnarán los pequeños de estos valores. No debe ser un guiño que caiga en papel mojado, sino que debemos concebir el fútbol desde la paridad. Y eso pasa por hacer esto con cierta frecuencia y constancia. Cuantos más clubes lo hagan, muchísimo mejor para ellas y para una sociedad que debe de normalizar el hecho de que jueguen deportes que históricamente se han considerado masculinizados”, destaca, recalcando que desde la fecha del récord han notado un sustancial aumento de la asistencia a Lezama.
Al Athletic solo le ha durado dos meses la marca que ya no puede superar por aforo, pero el trabajo que viene haciendo el club con la profesionalización de las futbolistas se refleja en el impacto social. Ya el 27 de abril de 2003 se reunieron 35.000 personas en Bilbao para ver a su equipo ganar la entonces denominada Superliga. Sin embargo, en 2016 el mismo club suspendía una rueda de prensa porque no había acudido ni un solo periodista.
En estos tres años el cambio ha sido radical gracias al ingreso económico con la incorporación de grandes patrocinadores. Con ello, otros estadios como Mestalla, El Sadar o Anoeta han seguido los pasos de estos dos gigantes de Primera División con cifras estratosféricas para el femenino y en claro contraste con el récord de España, que solo pudo atraer a 9.182 de un aforo de 30.000 en el Rico Pérez de Alicante ante la mejor selección del mundo, Estados Unidos. Dos meses de enorme repercusión que han provocado que dos estrellas mundiales de la talla de Ada Hegerberg y Pernille Harder presten mucha atención a la Liga.
Discriminación y precariedad
La visibilidad de estos partidos debería revertir precisamente sobre las mejoras laborales y económicas de las jugadoras. Pero tras estos números espectaculares hay tres problemas endémicos que buscan solucionarse este 2019 en mitad de una guerra de poderes.
En primer lugar, una Ley del Deporte que data de 1990 y que excluye en su esencia a las mujeres reconociendo solo como profesionales las ligas masculinas de fútbol y baloncesto. El Gobierno ha tratado de rectificar esta norma aludiendo a ligas profesionalizadas, pero el texto no ha podido aprobarse antes de la convocatoria de elecciones y vuelve a dejar en el limbo los derechos de estas trabajadoras.
En segundo lugar, la inexistencia de un convenio laboral que ahora se negocia entre la Asociación de Clubes (ACFF)—que engloba a los principales equipos salvo a Athletic y Barça— y los sindicatos AFE, Futbolistas ON y UGT. Por último, una guerra de poderes proveniente del fútbol masculino y que ha tenido su última expresión en la manifestación de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) de desarrollar una liga paralela a la actual utilizando las competencias que le otorga la actual ley.
Anhelo de profesionalidad
María José López, abogada de AFE y coautora de la nueva norma del Gobierno, insiste en recordar las condiciones precarias en las que trabajan la mayoría de las futbolistas en España, pluriempleadas y haciendo grandes esfuerzos personales y económicos para llevar a cabo una actividad de forma profesional con jornadas de cuatro o cinco horas diarias y viajes continuos y duraderos los fines de semana.
Ella trabaja para el sindicato mayoritario (95% de las jugadoras) en la negociación del primer convenio colectivo, que se inició en octubre y que desde entonces solo se ha encontrado un camino de obstáculos por diferentes partes, convirtiéndolo en una guerra sindical donde todos se acusan de intereses particulares ralentizando el proceso por el que las futbolistas deben mejorar sus condiciones laborales.
En este convenio se buscaba establecer por escrito las líneas rojas que todos los clubes deben cumplir, empezando por un salario mínimo, derecho a vacaciones, el establecimiento de una jornada laboral concreta, el acceso a servicios médicos adecuados, garantías ante lesiones de larga duración, un protocolo de acoso y un plan de actuación para que la maternidad no suponga el fin de la carrera de la deportista. Cuestiones básicas de cualquier trabajadora y que hasta ahora no tienen garantizadas.
Cuatro meses después, los avances han sido muy lentos y el único punto que parece poner de acuerdo a los sindicatos es el establecimiento de un salario mínimo de 14.000 euros y un protocolo para la maternidad.
Precisamente el salario mínimo ha provocado la última guerra de poderes en el fútbol, salpicando una vez más a las mujeres que lo practican. En una de las reuniones, la Asociación de Clubes ofreció a los sindicatos 20.000 euros con una jornada de 35 horas semanales siempre que ellos acudieran de la mano a la RFEF a solicitar las competencias sobre la liga.
Futbolistas ON y UGT aceptaron esta propuesta pero no así AFE, que lo considera un chantaje, aunque tampoco se posiciona a favor de la Federación por “desconocimiento” de cómo se va a desarrollar esta liga que pretende condicionar la participación en Europa y en la Copa de la Reina a su pertenencia.
No piensa igual Futbolistas ON, desde donde explican que la Federación ha sido incapaz de rentabilizar su modelo. “No llega ni un euro de esto a las futbolistas, mientras los clubes sí han demostrado que tienen marcas que pueden invertir más dinero como está sucediendo”, dice Tamara Ramos.
“Para que la Liga pueda desarrollar estos patrocinios necesita esa aprobación de gestión de los activos comerciales y lo único que nos han pedido es sumarnos a esta iniciativa porque garantiza más ingresos. Como sindicato no podemos negarnos a ello. Nos da igual de dónde salga el dinero, vamos a apoyar con los ojos cerrados a quien ponga las mejores condiciones para las futbolistas. Somos super imparciales en esto. Cuando estábamos a punto de cerrar el convenio, en un fin de semana, la Federación se sacó de la manga esta nueva Liga. No hay un plan, y eso dice mucho de sus intenciones”.
Quedan dos meses de competición y tres para que comience la segunda participación de la selección en un Mundial absoluto, y los mimbres de lo que puede llegar a ser el fútbol femenino en España todavía son débiles, pero se agarran a acontecimientos como el vivido en el Metropolitano. “Es un antes y un después en la forma de concebir este deporte desde la igualdad de género”, insiste María Tato.
“Llevamos muchos años luchando por la profesionalización, pero en ningún caso tenemos conformismo, nos queda muchísimo trabajo por hacer. Con estos partidos tratábamos de provocar un efecto, que la gente vea que hay un fútbol de calidad y que las niñas vean que pueden tener una opción de vida digna. El objetivo era ofrecer algo que hasta la fecha nadie se planteaba, y desde luego se ha conseguido”.