En agosto de 1929, una veintena de personas hizo historia al completar la primera vuelta al mundo en zepelín, con salida y llegada en la ciudad de Lakehurst y paradas en Tokio, Los Ángeles y Nueva York. Entre el selecto pasaje estaba el español Jerónimo Megías, médico personal del rey Alfonso XIII, quien describió más tarde en un libro el sobrevuelo sobre la bahía de San Francisco, el monte Fuji o la visión del sol de medianoche desde la taiga siberiana. “Todo es nuevo; todo resulta inédito o casi inédito para las miradas de los hombres”, relató Megías tras el viaje de 20 días auspiciado por el magnate William Randolph Hearst.
Aquel primer vuelo alrededor del planeta era la culminación de una década en la que estos gigantes del aire habían excitado la imaginación colectiva, tan populares que las fotografías de sus viajes se convirtieron en objeto de deseo y en Alemania se ofrecían como reclamo en los paquetes de cigarrillos. El cartógrafo y escritor científico Alejandro Polanco Masa ha recuperado uno de aquellos lotes completos con más de 200 imágenes de dirigibles, a través de un coleccionista alemán, y los ha escaneado por primera vez en alta definición como parte de un nuevo libro, bajo el título de El primer vuelo alrededor del mundo en el Graf Zeppelin, financiado a través de la plataforma Kickstarter.
“En aquel momento los zepelines representaban el futuro, los llamaban la esperanza que volaba”, apunta el autor del proyecto. “A los aviones se los veía todavía como algo entre circense y peligroso, pero los dirigibles podían transportar grandes cargas y personas, eran los trasatlánticos de los cielos”.
La colección, cuyas estampas se ofrecían en los paquetes de cigarrillos de las marcas “Club” y “Liga”, se compone de reproducciones fotográficas de pequeño formato (13x18 y 18x24 centímetros), que se pegaban como si fueran cromos en un álbum que contenía abundante información histórica y técnica de los dirigibles y se centraba especialmente en los viajes del Graf Zeppelin. Aunque este álbum histórico aparece en algunas casas de subastas, muy pocos ejemplares están completos y se conservan suficientemente bien como para digitalizar el material en alta definición, según Polanco.
Sobrevolando el mundo
Entre las imágenes recuperadas para el proyecto hay vistas aéreas recogidas en el vuelo sobre el Mediterráneo de 1929, la travesía trasatlántica entre España, Brasil y EEUU de 1930 y el famoso vuelo sobre las pirámides de Egipto en 1931. Del conjunto, cerca de un tercio (60) fueron tomadas durante la famosa vuelta al mundo de agosto de 1929. “Pertenecen a una época en la que el turismo asequible no existía, si querías dar la vuelta al mundo costaba miles de marcos, ¿qué hacías? Comprar una cajetilla de tabaco y con suerte te tocaba una foto buena que te permitía fantasear con Egipto o ver Manhattan desde el aire, soñar con lo que no estaba a tu alcance”, resume Polanco.
Entre las imágenes más espectaculares están las que tomaron los fotógrafos del dirigible al sobrevolar la taiga en la cuenca del Tunguska, momento que Megías describe en su libro La primera vuelta al mundo en el ‘Graf Zeppelin’. “Nos encontramos a un millar de kilómetros del Polo Ártico”, escribió. “Entre el confín de la Tierra y el Cielo, en el extremo límite de nuestro horizonte visible, hay una faja de color azul más claro que el resto del firmamento; esa claridad nos anuncia que allí, en las regiones polares, se goza del magnificente espectáculo del sol de media noche”. Más adelante le llamó la atención la necesidad de ir cambiando la hora a medida que avanzaban hacia el este. “Dos veces al día adelantamos los relojes, hasta que en pleno Pacífico y en el meridiano convenido, después de haber perdido 24 horas, recuperemos la pérdida y nos encontremos viviendo dos días iguales”, escribió el médico.
Entre las imágenes de la colección se encuentran el lujoso interior del Graf Zeppelin y sus ilustres invitados, como la periodista, británica Lady Hay Drummond-Hay, que se convirtió en la primera mujer en completar una vuelta al mundo en una aeronave. También contiene fotografías de las fiestas a bordo y de la sala de máquinas del dirigible. “Miramos hacia abajo, a veinte metros, y es un desafío al vértigo”, escribió Megías sobre su visita al interior de aquel “cetáceo colosal”. “350 metros debajo de nuestros pies vemos las aguas del Pacífico agitándose”, se asombraba. “¡236 metros tiene nuestro monstruo de cabeza a pies!”, escribió otro de los pasajeros, el periodista Leo Gerville-Reache, en su libro La vuelta alrededor del mundo en Zeppelin.
En las tres ciudades en las que se detuvieron durante el viaje, la tripulación y los pasajeros fueron lujosamente atendidos por sus anfitriones. En Tokio, además de las vistas del monte Fuji y el palacio imperial, los viajeros quedaron muy impresionados por las geishas. “Ante cada invitado se arrodilla en el suelo la encantadora geisha, ataviada con kimonos bordados de colores fantásticos, y entrega al comensal dos largos palillos, que constituyen el cubierto”, describió Megías.
El dirigible también se detuvo en Los Ángeles, donde fueron agasajados con una cena a la que acudió Charles Chaplin y Megías hizo una visita fugaz a Hollywood en la que participó accidentalmente como extra en un rodaje. “Nos han filmado como personajes de la película, como colaboradores gratuitos”, relató.
“¡Oh, la humanidad!”
Como colofón de su aventura, pararon en Nueva York y sobrevolaron la ciudad de los rascacielos. El 29 de agosto de 1929 llegaron a Lakehurst tras haber recorrido 34.600 kilómetros en apenas veintiún días, una hazaña que corrió por los medios de comunicación de todo el mundo, como el gran logro que abría una nueva era en la comunicación entre continentes. “Hemos abierto en lo presente un admirable camino para la civilización en el hoy y en lo porvenir; ya no separan a los pueblos las enormes distancias de antaño”, resumió Megías. “Las comunicaciones aéreas acercarán a los países separados por desiertos y por fosos de mares”.
Los pasajeros desconocían entonces que se avecinaban tiempos oscuros para el mundo y para los propios zepelines. “Todas estas imágenes son de la época anterior a la llegada de los nazis”, indica Polanco. “Son imágenes del zepelín sin la esvástica que luego le pintaron, ni siquiera tienen aún simbología alemana”. “Eso era vital, porque el tema es delicado”, recalca. “Porque el proyecto tiene como objetivo recordar un poco la época gloriosa antes de que se fuera todo al infierno”, resume. Pocos años después, y ya con los nazis en el poder, el incendio del LZ 129 Hindenburg en 1937 puso fin a la época de los gigantes del cielo y el reportero que transmitía el suceso en directo lanzó un grito premonitorio que quedó resonando para la historia: “¡Oh, la humanidad!”.