El arranque de esta historia tiene la épica de una película de Indiana Jones con algunos tintes locales. En 2019, el arqueólogo municipal de la localidad de Carmona, en Sevilla, acudió a examinar una excavación tras el aviso de un vecino que se estaba construyendo una piscina. La población acoge una de las necrópolis romanas mejor conservadas de la península, así que Juan Manuel Román ya sabía que podía ser importante. “Estaba en la obra y había un pequeño hueco por el que pude meter la cabeza y ya vi que era una tumba romana”, recuerda. “Conseguí arrastrarme al interior y me quedé sorprendido porque estaba intacta”, cuenta.
El lugar no era una tumba más, sino un mausoleo con ocho nichos individuales que había permanecido sin saquear, para sorpresa de los especialistas. Y la noticia dio la vuelta al mundo. “Una familia descubre una tumba romana ‘perfectamente conservada’ debajo de su casa en el sur de España”, anunciaron algunos medios internacionales. Además de vasijas, platos de vidrio y cerámica de gran valor, en una de las seis urnas funerarias con los restos de tres hombres y tres mujeres que vivieron en el siglo I d.C., se encontró algo muy especial. En el interior de la urna con las cenizas de una de las mujeres, de entre 30 y 40 años, había un frasco magníficamente tallado en cristal de roca (cuarzo) y sellado con un tapón.
“Cuando sacamos la pieza, me quedé de piedra cuando vi que el ungüentario estaba perfectamente sellado y que además conservaba su contenido; el poso estaba solidificado”, recuerda Román. “Esto era un poco inaudito, porque hasta ahora nadie ha conseguido recuperar un perfume de época romana”, dice.
Me quedé de piedra cuando vi que el ungüentario estaba perfectamente sellado y que además conservaba su contenido.
Aunque en otras excavaciones se han encontrado recipientes utilizados para perfumes o ungüentos de la antigua Roma, recuperar una de estas sustancias es casi una quimera debido a su naturaleza volátil. Sin embargo, delante de sus ojos, Román tenía una especie de ‘genio’ atrapado en una botella. Mientras que Indiana Jones localizaba ídolos de oro y otros tesoros materiales, él había hallado algo mucho más sutil y escurridizo: tenía la posibilidad de recuperar un 'olor’ de hace 2.000 años.
Autopsia de un perfume
En un trabajo publicado esta semana en la revista Heritage, Román y el equipo de Rafael Ruiz Arrebola, catedrático de Química Orgánica de la Universidad de Córdoba (UCO), publican el resultado del análisis del contenido de este pequeño frasco mediante las técnicas instrumentales más sofisticadas, desde la difracción de rayos X a la cromatografía de gases acoplada a espectrometría de masas.
“Lo primero que hicimos fue identificar el tapón, que desde el principio me pareció que era de piedra”, relata Ruiz Arrebola a elDiario.es. Este detalle era clave, porque un tapón de madera o de corcho se habría descompuesto y habría dejado salir el contenido, como lo hacían las telas con las que se solían sellar estos recipientes. Los análisis indicaron que se trataba de un carbonato, la dolomita, y que para conseguir que permaneciera estanco, se había empleado una sustancia que los análisis químicos indicaron que era betún.
El betún actúa como un absorbente maravilloso de compuestos orgánicos
El uso de este material ha sido un factor crucial para recuperar una esencia del interior del frasco que de otra manera se habría perdido. “El betún es un compuesto de carbono que actúa como un absorbente maravilloso de compuestos orgánicos”, señala el especialista de la UCO. Lo que sucedió, describe, fue que el contenido del frasco fue absorbido lentamente por el betún en la más completa oscuridad y aislamiento durante 2.000 años y el compuesto terminó actuando como el ámbar que atrapa los mosquitos del Jurásico, solo que esta vez estaba capturando algo más etéreo.
Un olor muy familiar
Una vez analizados el tapón y el material que lo sellaba, quedaba el mayor desafío: determinar el contenido del perfume y tratar de averiguar a qué olía aquella esencia que un día usó esta mujer de una familia acomodada de Carmo (actual Carmona), en la ruta comercial entre Corduba (lo que luego sería Córdoba) e Hispalis (Sevilla).
Antes del análisis químico, los autores del trabajo acudieron a las fuentes clásicas, y en particular a los escritos de Plinio el Viejo, quien afirmaba que los perfumes romanos tenían dos ingredientes principales: una base o aglutinante, que permitía la conservación de los aromas, y un aceite esencial a partir de plantas, que proporcionaba la esencia en sí. Los especialistas han hallado algunos indicios de que la base pudo ser aceite de oliva y el análisis mostró que el aroma tenía un componente inesperado. “La composición de terpenos y terpenoides”, escriben, “nos permitió identificar con una alta probabilidad, aunque no inequívoca, el origen del aceite esencial: pachulí”.
El hallazgo de pachulí fue una sorpresa, pues no se tenía constancia del uso de esta sustancia en época romana
Para los investigadores este hallazgo fue una sorpresa, pues no se tenía constancia del uso de esta sustancia en época romana. Pero todos los componentes del pachulí, que sigue siendo uno de los ingredientes de perfumería más apreciados, aparecían con claridad en las pruebas. Para excluir la presencia de aceite esencial de nardo, que también contiene sesquiterpenos, los autores compraron aceites esenciales comerciales de ambas sustancias. “Los comparamos con nuestros cromatogramas y el perfil de nuestro perfume era prácticamente igual al pachulí, mientras que el de nardo no se parecía nada”, señala Ruiz Arrebola.
El hecho de que hace 2.000 años una familia adinerada utilizara este perfume es una sorpresa y un hallazgo sin precedentes, pues hasta ahora el conocimiento de estas sustancias se basaba en fuentes escritas e indirectas. “La planta con la que se producía la esencia tuvo que venir de lejos, venía por la ruta del lejano Oriente”, señala el químico de la UCO. El propio recipiente, moldeado con delicadeza en un material tan duro y difícil de manejar como el cristal de cuarzo indica, a su juicio, que tuvo que ser elaborado lejos de la Bética, quizá en Roma, o en Pompeya, donde se asentaban algunos grandes perfumistas.
Estamos ante un hallazgo importantísimo para conocer las prácticas higiénicas, cosméticas y votivas de la época Romana
Atrapar lo efímero
Para Macarena Bustamante-Álvarez, investigadora de la Universidad de Granada (UGR) que participó en el hallazgo de una de las perfumerías mejor conservadas de Pompeya, se trata de un trabajo “impecable”. “Estamos ante un hallazgo importantísimo para conocer las prácticas higiénicas, cosméticas y votivas de época Romana”, explica. Además, es un claro ejemplo de cómo los trabajos interdisciplinarios y, especialmente, los arqueométricos son el camino correcto para evaluar elementos materiales que, a menudo, se vuelven efímeros con el paso del tiempo como los perfumes“, sostiene.
Sobre la posibilidad de que el perfume hallado en Carmona se fabricara en Pompeya, cree que es muy difícil de precisar, pero efectivamente las fuentes clásicas señalan aquella zona como muy activa en la fabricación de estos ungüentos. “Lo interesante del hallazgo es que además del contenido presentaba restos del precinto”, señala. “Es decir, que se combinan dos casuísticas poco frecuentes”, apunta.
Este descubrimiento se enmarca dentro de un interés creciente de la arqueología por reconstruir los paisajes olfativos del pasado e indagar sobre los olores de la antigüedad para estudiar aspectos de aquellas primeras sociedades que hasta ahora se habían pasado por alto. En este caso, nos permite conocer cuál era la esencia más apreciada por la difunta, hasta el punto de que sus familiares la incluyeron en el ajuar para su viaje a la otra vida.
“Los pequeños frascos de perfume se ponían de forma habitual junto a los restos como parte del ajuar que se llevaba el difunto al más allá”, añade Román. “Todo esto es algo único, no ya solamente por este aspecto del perfume, sino por toda la información que está aportando el descubrimiento”, concluye. Y está seguro de que no será la última sorpresa que dará esta misteriosa tumba en el subsuelo de Carmona.