Pablo VI quiso permitir el uso de la píldora... pero obispos y cardenales no se atrevieron, y la todopoderosa Curia le forzó a dar marcha atrás. El Papa Montini, cuya canonización presidirá el Papa Francisco el próximo 14 de octubre, estuvo a punto de abrir la puerta al uso de anticonceptivos dentro del matrimonio hace ahora medio siglo, justo después del Concilio Vaticano II.
Es el mismo pontífice que el obispo de Alcalá, Reig Pla, señaló el martes en una misa televisada por la cadena pública. Dijo que Pablo VI “previó” la situación actual en Europa en cuanto a que los anticonceptivos fomentan la infidelidad conyugal. Habituarse a su uso podría conllevar que “el hombre”, leyó en el sermón, “acabase por perder el respeto a la mujer”.“Y sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como un simple instrumento de goce egoísta, y no como compañera respetada y amada”. Pero la historia de ese texto es otra.
Pablo VI llegó a escribir y corregir el borrador de una Encíclica, “De nascendae prolis” (Sobre el nacimiento de los niños), en la que se consagraba el principio de 'paternidad responsable', lo que incluía el control de natalidad, pero las presiones de la Curia romana y, especialmente, la falta de apoyos del Sínodo de Obispos (sólo 26 prelados de 200 consultados respondió a la petición del Papa), obligó a Pablo VI a dar marcha atrás, plegarse a las posiciones de los sectores más conservadores (el más activo, el entonces arzobispo de Cracovia y futuro Juan Pablo II, Karol Wojtyla), enterrar el texto en un cajón y publicar en su lugar la 'Humanae Vitae', un texto magisterial que prohibía el uso de preservativos o píldoras y negaba cualquier concesión a la planificación familiar o el aborto.
Ahora, cuando se cumple medio siglo de la publicación de la Humanae Vitae, una investigación de las actas y documentos conservados en los Archivos Vaticanos y de la Congregación para la Doctrina de la Fe (con el permiso explícito de Francisco, que ha permitido romper el embargo de 70 años de toda la documentación), ha permitido conocer detalles de cómo, tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica estuvo a punto de tomar el tren de la Revolución del 68 y de las reformas. Pero se quedó en el camino.
Introducir 'cambios radicales'
En 'El nacimiento de una encíclica', volumen publicado por la Editrice Vaticana, el investigador Gilfredo Marengo descubre una encíclica que jamás vio la luz y que iba a ser promulgada el 23 de mayo de 1968, pero que se frenó en el último momento. De hecho, el libro incluye el texto íntegro de la misma, y las dudas que plantearon sus traductores al francés y el español, entre ellos el aragonés Eduardo Martínez Somalo, años más tarde nombrado cardenal por Juan Pablo II. Finalmente, el texto aprobado el 8 de julio de ese año fue la polémica 'Humanae Vitae'.
Pablo VI estuvo a punto de permitir el uso de anticonceptivos por parte de los católicos, pero en el último momento se echó para atrás, ya que consideró que sería “más seguro” mantenerse “en un enfoque tradicional”, asegura Marengo, quien insiste en que “muchos estaban convencidos de que mantenerse en sintonía con el Concilio Vaticano II exigía introducir cambios radicales en este campo”.
“Una vez reconocido el valor en sí del ejercicio responsable de la paternidad, no era razonable hacer coincidir este juicio con el obligar a las parejas al solo uso de métodos naturales: la píldora inhibitoria se consideraba un medio a través del cual el fin de evitar una nueva concepción se alcanzaba respetando las exigencias del amor conyugal y la dignidad del cónyuge”, sostiene el investigador, citando los informes de las comisiones de teólogos y especialistas encargados de redactar la encíclica.
El Papa no volvió a escribir
Un texto que, de haber visto la luz, hubiera supuesto un cambio radical de la doctrina oficial del Vaticano. Sin embargo, en el momento crucial, Pablo VI se quedó solo. De hecho, convencido de la posibilidad del uso de métodos anticonceptivos, el Papa impulsó una consulta entre los 200 obispos miembros del Sínodo celebrado en octubre de 1967. Únicamente respondieron 26 de ellos. La gran mayoría de los que lo hicieron se mostró a favor de un cambio en la norma. Entre ellos, los cardenales de Bruselas (Suenens) y Múnich (Döpfner). Sólo 7 se opusieron. El más vehemente, quien acabó sucediendo a Pablo VI y convirtiéndose en uno de los pontífices más conservadores de la reciente historia de la Iglesia católica: Juan Pablo II.
Para Marengo, la decisión final en contra del uso de la píldora por parte de Pablo VI estuvo influenciada, además de por las presiones internas, por la difusión de “inquietantes políticas contrarias a la natalidad en muchas partes del mundo, en particular en las zonas más pobres y subdesarrolladas”.
El Papa Montini temió ser recordado como el Papa que logró acabar con la natalidad, pero el precio fue excesivo: un alejamiento con una buena parte de los fieles, que dejaron de cumplir los preceptos de la Iglesia católica en materia de moral sexual. De hecho, en la década que siguió ejerciendo como Pontífice (hasta su muerte en 1978), Pablo VI no volvió a escribir una encíclica. La suya “De nascendae prolis”, jamás vería la luz.