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Las religiones minoritarias piden poder enterrar a sus muertos en toda España

EFE

Madrid —

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El número de parcelas para enterramientos islámicos y judíos ha aumentado en los últimos años, pero multitud de fieles se ven obligados todavía a recorrer kilómetros y asumir altos costes para poder enterrar a sus familiares, ya que son varias las CCAA en las que no existen cementerios para estas confesiones.

En víspera del Día de los Difuntos, cuando muchas familias visitan las tumbas de sus familiares fallecidos, el presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), Riay Tatary, ha recordado a Efe que muchos de los cerca de 2 millones de musulmanes que viven en España deben desplazarse a otras ciudades para poder enterrar a sus muertos.

Según Tatary, en España hay tres cementerios islámicos en Ceuta, Melilla y Griñón (Madrid) -donde están enterrados muchos de los soldados marroquíes que lucharon en la guerra civil española-, otro cementerio privado en Fuengirola (Málaga) y 28 parcelas en cementerios municipales.

En el caso de los judíos -unas 45.000 personas-, según la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE) existen 2 cementerios privados en Madrid, un sector en el cementerio de la Almudena y también en Barcelona, Benidorm, Málaga, Melilla y Ceuta. Además, próximamente los cementerios civiles de Valencia y Alicante tendrán también un recinto para entierros judíos.

La directora de la Fundación Pluralismo y Convivencia, Rocío López, ha explicado a Efe que en el caso de la confesión evangélica existen parcelas en cementerios municipales o cementerios evangélicos de carácter histórico, que son generalmente propiedad de alguna embajada o consulado.

López recuerda que los acuerdos de cooperación firmados por las confesiones musulmanas y judía en 1992 contemplan la posibilidad de habilitar parcelas reservadas para enterramientos o en su caso poseer cementerios propios.

En virtud de estos acuerdos, la UCIDE ha pedido al Ministerio de Justicia que haya al menos un cementerio islámico en cada comunidad autónoma y en algunas grandes como Castilla y León, Castilla La Mancha o Andalucía, más de uno.

“De momento no hay respuesta”, lamenta Tatary.

La directora de la Fundación Pluralismo y Convivencia asegura que la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980 garantiza el derecho de cualquier ciudadano a recibir sepultura digna sin discriminación por motivos religiosos.

Pero reconoce que se pueden dar “dificultades” cuando, “siendo este derecho de desarrollo municipal, no se habilitan espacios de enterramiento ni se implementan procedimientos según los requerimientos de las confesiones en los servicios funerarios y tanatorios”.

“Se está avanzando claramente en el cumplimiento efectivo de dicho derecho sin que todos los municipios hayan puesto en marcha medidas que lo posibiliten”, señala.

En este sentido, López afirma que el número de parcelas habilitadas para enterramientos ha ido progresivamente en aumento “fruto de la toma de conciencia de distintos municipios sobre la realidad de los ciudadanos de esta confesión, las reivindicaciones del colectivo o el revelador dato de la curva demográfica de los fieles de esta confesión”.

Como ejemplo, se ha referido a los casos de Pamplona y Castellón que han habilitado o están en proceso de habilitar espacios para confesión musulmana en sus cementerios municipales en los últimos meses.

El presidente de la UCIDE insiste en la necesidad de aumentar el número de cementerios islámicos y destaca que trasladar el cuerpo a otro territorio cuesta alrededor de 3.000 euros.

Pero estas no son las únicas reivindicaciones de las confesiones judía y musulmana en cuanto a enterramiento. Desde hace tiempo, la UCIDE ha pedido al Ministerio de Sanidad que permita el entierro directo en el suelo sin ataúd, algo que también reclama la FCJE y que sólo permiten Andalucía, Ceuta y Melilla.

Tatary reconoce que en otros lugares “hacen la vista gorda” al respecto, pero no legalmente. “Lo que queremos es hacer las cosas de manera legal y correcta”, afirma.

Los judíos, por su parte, introducen tierra en el propio ataúd o realizan agujeros en el mismo para que el cuerpo esté en contacto con la tierra, tal y como indica la normativa judía.