Natalio Cayuela fue el presidente que logró la hazaña de llevar al Osasuna, por primera vez, a la primera división del fútbol español. Corría la temporada 1934-1935. Solo un año después su nombre no solo se borró de la historia del club, sino que dejó de mencionarse en toda Pamplona.
El 18 de julio de 1936 el golpe de Estado había triunfado en Navarra y Natalio fue detenido por ser demócrata y republicano. Un mes más tarde fue fusilado junto a su hermano Santiago y a otras 50 personas.
Durante los siguientes 80 años el presidente que condujo al Osasuna hasta la gloria compartió olvido con muchos otros directivos y futbolistas del club: Filomeno Urdiroz, portero, fusilado; Txomin Meaurio, Martín Goñi, Juanín Bilbao, jugadores del primer equipo, encarcelados; Andrés Jaso, delantero centro que también jugó en el Valencia y en el Sporting de Gijón, desaparecido; Eladio Cilveti, Fortunato Aguirre, Florencio Alfaro, Enrique Astiz y Ramón Bengara, directivos, fusilados; Emilio Urdiroz, entrenador, exiliado; Eduardo Apat, jugador, exiliado… El listado, aún incompleto, continúa hasta sumar 11 asesinados y decenas de encarcelados, sancionados, desterrados y exiliados.
Investigación con pocas ayudas
Si hoy conocemos la historia de Natalio y del resto de los represaliados en el Osasuna es gracias al trabajo de un pequeño grupo de investigadores. Todo empezó con el interés y el empeño de Mikel Huarte, un seguidor del club: “Mi pasión por el fútbol viene desde niño”, confiesa a elDiario.es. “Hace tres años escuché que dos presidentes del Osasuna habían sido asesinados por el franquismo y me pregunté ¿habrá más casos?”.
Empezó entonces una investigación en la que contó con pocas ayudas: “Traté de implicar a instituciones, al club, al departamento universitario de Historia… pero me desesperé porque solo obtenía respuestas muy vagas y formales”.
A través de las redes sociales logró difundir sus primeras averiguaciones y empezó a romper el silencio que rodeaba este tema. En este tiempo ha formado el grupo Osasuna Memoria junto a investigadores como Esther Aldave, Eduardo Martínez, José Manuel Jaurrieta o Josu Txueka. Un grupo que ya ha publicado tres libros sobre la represión franquista en Osasuna y cuyo impulso sirvió para que el club realizara un homenaje público a sus víctimas. Durante el acto, celebrado el pasado año, el presidente de Osasuna pidió perdón a los familiares de los represaliados por el tardío reconocimiento y varios jugadores del club verbalizaron mensajes de apoyo y de solidaridad hacia las víctimas.
Traté de implicar a instituciones, al club, al departamento universitario de Historia… pero me desesperé porque solo obtenía respuestas muy vagas y formales
El colectivo Osasuna Memoria quiere ahora que su investigación salga del ámbito local y provoque un verdadero debate nacional. Para ello van a presentar la próxima semana en el Senado su último libro, coordinado por Enrique Martínez Lacabe: Y el tiempo se detuvo. Natalio Cayuela: Osasuna y justicia. “Es una asignatura pendiente porque los futbolistas, digamos vencedores, que perdieron la vida están identificados y sus familias recibieron medallas y pensiones —afirma Huarte—. Sin embargo, después de décadas de régimen franquista sus víctimas, también en el mundo del fútbol, quedaron en el olvido. Nos encantaría que investigadores académicos y aficionados pudieran desarrollar trabajos como este en otros clubes”.
Desmemoria y falsificación histórica de los clubes
El golpe de Estado contra la II República y la represión franquista siguen siendo un tabú en el mundo del fútbol. El ejemplo más conocido es la polémica que rodea a la Copa de la España Libre, celebrada en 1937 en el territorio que controlaba el gobierno constitucional republicano.
El Levante, ganador de aquel trofeo, lleva décadas intentando que le sea reconocido oficialmente, pero la Real Federación Española de Fútbol se niega a dar ese paso. El Gobierno de Pedro Sánchez, ante una iniciativa de Compromís, ha instado a la Federación a cambiar de postura, pero de momento no ha obtenido respuesta alguna. La copa republicana, hoy por hoy, sigue sin ser legitimada.
La realidad que se vive en la mayoría de los clubes de primera y segunda división no es muy diferente. Prácticamente la única excepción es el Barcelona, que dedica un pequeño espacio en su web a recordar al que era su presidente en 1936, Josep Sunyol, fusilado por las tropas fascistas en agosto de ese año.
El equipo blaugrana describe con claridad lo ocurrido tras el triunfo de Franco: “Los momentos más amargos de la historia del FC Barcelona fueron los primeros años de la posguerra. El club no desapareció por muy poco. La dura represión y la depuración llevada a cabo por las autoridades dictatoriales desnaturalizaron la entidad. La depuración también afectó a los jugadores, y todos aquellos que habían participado en la gira futbolística en América fueron suspendidos por dos años”.
El resto de los equipos evitan mencionar las pérdidas humanas que supuso la sublevación militar y la posterior dictadura. Como norma general esquivan ese periodo histórico minimizando su importancia y tergiversando su origen. El Atlético de Madrid y el Mallorca, por ejemplo, describen el golpe de Estado contra la República como “la llegada de la Guerra Civil” y “al llegar la Guerra Civil”, respectivamente. El Sevilla mantiene esa misma línea aséptica que, sin embargo, se vuelve mucho más efusiva para glosar los logros de su “infalible delantera Stuka”, durante los años 40. El club sevillano no ha creído necesario explicar el origen germánico del apodo con el que se conocía a sus delanteros.
El Valencia, por su parte, rehabilitó en 2010 a quien fuera su presidente entre 1936 y 1939, Josep Rodríguez Tortajada, cuyo nombre había sido borrado de la memoria del club. Sin embargo, el equipo valenciano no hila tan fino en el vídeo oficial en el que repasa sus más de 100 años de historia. En él habla de “alzamiento” para referirse a la sublevación militar y no solo confunde el nombre de su presidente proscrito, al que llama “Jiménez Tortajada”, sino que evita mencionar los cinco años que pasó en prisión y los otros 12 que malvivió en libertad condicional.
La Real Sociedad también aborda de forma especialmente esquiva lo ocurrido en aquellos años. En el vídeo oficial en el que se glosa la historia del club solo se dice lo siguiente: “Durante el conflicto, la Real jugó varios partidos con jugadores locales. El guardameta rojo tuvo un final trágico al ser fusilado”. Salvo que el espectador investigue por su cuenta, difícilmente se enterará de quién fue fusilado y de quiénes lo fusilaron. El “guardameta rojo” era en realidad Félix Salvador González Rojo, portero del equipo, que fue asesinado por los franquistas en 1939. El club, al menos, sí menciona que entre 1931 y 1936 cambió su nombre por el de Donostia F.C. y que su escudo perdió la corona.
El Real Madrid es el que más esconde su historia
El mismo proceso de cambio de nombre y de escudo se produjo en el Real Madrid. Una realidad que, sin embargo, el club que preside Florentino Pérez le oculta al más de un millón y medio de usuarios únicos que visitan cada mes su página web.
El portal blanco, el que más tráfico recibe de todos los clubes del mundo, obvia que entre 1931 y 1941 el club dejó de llamarse Real Madrid y pasó a denominarse Madrid Foot-Ball Club. No fue un hecho aislado, ya que la llegada de la II República y la huida de Alfonso XIII provocaron que los clubes, asociaciones e instituciones que tenían denominaciones vinculadas a la realeza, se adaptaran al nuevo régimen político que adoptó el estado español. Hasta dos años después del triunfo franquista el Madrid no recuperó en su nombre el término “Real”.
El equipo blanco tampoco incluye en su galería histórica de presidentes a Antonio Ortega, que ocupó el cargo entre 1937 y 1939. Ortega, militar republicano de ideología comunista, fue asesinado en el garrote vil tras la victoria de los golpistas. El club blanco sí cita al antecesor de Ortega, el también republicano Rafael Sánchez Guerra.
En su breve biografía lo que no se menciona es que pasó más de dos años en prisión y que logró finalmente escapar a Francia. El Real Madrid, además, coincide con su eterno rival de la capital, el Atlético, en hablar de la historia de sus estadios ocultando un hecho muy destacado: en 1939 tanto el Viejo Chamartín como el Stadium Metropolitano funcionaron como campos de concentración franquistas. Ambos recintos fueron testigos del encierro y el sufrimiento de miles de prisioneros y de la muerte de decenas de ellos. A pesar de que en sus webs ambos clubes dedican un espacio a la historia de sus estadios, ese “detalle” ha sido eliminado.
elDiario.es se puso en contacto con el Real Madrid para conocer los motivos de estas omisiones. El club ha respondido con rapidez, trasladando el tema a su departamento de Patrimonio para que lo analice y decida si se introducen cambios en el relato oficial de la historia del equipo. A la espera del resultado de ese trabajo, solo contamos con la justificación que la directiva madridista dio hace unos años al borrado de Antonio Ortega de la memoria del club: lo consideraban “un presidente ilegítimo”.
El ejemplo del fútbol argentino
El fútbol argentino también ha tardado en reconciliarse con su pasado más negro y, de hecho, aún está haciéndolo. Sus avances, sin embargo, le sitúan a años luz del lugar en que se encuentra nuestro deporte rey.
En 1983 la sangrienta dictadura militar dio paso a una democracia condicionada por un poder militar que seguía siendo importante. La investigación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) que se realizó ese mismo año, se vio empañada luego por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y unos indultos que perpetuaron la impunidad de los crímenes cometidos durante la dictadura.
Sin embargo, Argentina consiguió derogar esas leyes y, poco a poco y no sin dificultades, el panorama fue cambiando en todos los espectros de la sociedad y también en el fútbol. En los últimos 10 años se ha producido un importante avance y hoy la mayoría de los clubes argentinos están investigando los efectos de la represión militar.
Uno de los que lidera este proceso es el Club de Gimnasia y Esgrima La Plata, equipo de la primera división argentina. “Hoy tenemos un listado de más de 30 personas vinculadas a la institución desaparecidas y/o asesinadas. Sabemos que el número final va a ser muchísimo más grande”.
Quien habla es Agustín Bellido, estudiante de Historia en Buenos Aires y uno de los responsables de la investigación memorialista que está realizando este equipo. “Vamos a cruzar nuestros datos con los de centros clandestinos de detención que operaron durante la dictadura. Ahí nos queda una veta muy grande para explorar”.
La Plata fue uno de los epicentros de la represión militar con un mínimo de 1.200 desaparecidos: “Para nosotros era una cuestión identitaria. Sabemos que en nuestra ciudad existieron muchas desapariciones por ser una ciudad universitaria y por concentrar grandes industrias con fuerte presencia obrera en los alrededores; por esto, un club tan popular y con tanto arraigo como el nuestro, indefectiblemente tuvo que haber perdido a muchas personas en aquellos años. La búsqueda se inició ahí, en poder dar nombre a las ausencias. Es nuestra propia historia y como tal no podemos desconocerla”.
Los hinchas de todos los clubes que trabajan en este tema se han asociado en la llamada Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino. Los dos clubes más importantes del país, Boca Juniors y River Plate, han lanzado campañas para obtener información sobre deportistas y socios desaparecidos.
Un club tan popular y con tanto arraigo como el nuestro, indefectiblemente tuvo que haber perdido a muchas personas en aquellos años
Por su parte, el Racing Club realizó un emotivo acto en diciembre pasado en el que restituyó como “socios eternos” a 46 aficionados asesinados y lo materializó entregando sus nuevos carnés a sus familiares. El lema de esta iniciativa fue: “La memoria estalla hasta vencer”.
Son solo algunos ejemplos de un movimiento general e imparable en el que están implicados directivos, deportistas y aficionados. Un movimiento que, según Bellido, pretende también acabar con la equidistancia en la que se movían y aún se mueven algunas entidades: “Los clubes, tan importantes en nuestra cultura, son un eslabón crucial en la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia, pero aún hoy sobreviven discursos tales como 'acá no hacemos política' o 'no se metan a investigar eso'. Queremos terminar de una vez por todas con el silencio. Es terrible pensar que cuatro décadas después todavía no sepamos información básica sobre desaparecidos y/o asesinados en la dictadura. Si lo piensas bien, es un pequeño triunfo de los militares porque ellos estaban decididos a aniquilar a sus opositores, a borrarlos del mapa. No saber nada o casi nada de una persona, es una manera de decir que no existió”.