Era un poema secreto. Se cantaba durante toda la dictadura en las humildes casas de los pastores y agricultores que habitaban las montañas que separan Asturias y Galicia. Solo conocerlo ya era un símbolo de resistencia antifranquista.
“Los martirios y tragedias que le han hecho pasar al comandante Moreno son imposibles de explicar. Unos le dan bofetadas, otros le dan puntapiés, otros le hacen preguntas al derecho y al revés. Y después de largo tiempo sin darle ningún sustento, una partida de palos le daban por alimento.Una vez hecho cadáver, el comandante Moreno fue llevado hasta la fosa de los demás compañeros…”.
Nadie se atrevía a escribir las estrofas en un papel por temor a ser descubierto, así que la copla fue memorizada y transmitida oralmente de amigos a amigos, de padres a hijos. El simple hecho de conocerla suponía mantener viva la memoria de las víctimas y dar a conocer el dramático final de 14 militares apresados y asesinados en 1937 por falangistas y guardias civiles. Todos eran miembros, entre ellos la plana mayor, del batallón republicano nº 219, conocido como batallón Galicia.
Ochenta años después, los voluntarios que luchan para recuperar la memoria de las víctimas saben que aquel objetivo solo se cumplirá en parte: “No se va a hacer justicia nunca. Eso ya lo sabemos, pero al menos estamos consiguiendo que haya una importante reparación”.
Carmen García-Rodeja, presidenta de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) en Galicia asegura que ni siquiera se ha logrado eliminar completamente, en algunas localidades gallegas, el terror que se vivió durante la dictadura. “A día de hoy, todavía hay personas que no se atreven a cantar esa copla y a recordar lo ocurrido porque temen ofender a determinadas personas”, afirma. García-Rodeja asegura que “sigue habiendo miedo y eso resulta increíble e intolerable después de cuatro décadas de democracia. Por eso es tan importante lo que se ha hecho y lo que vamos a hacer en los próximas días”.
Exhumados sin apoyo institucional
Comandados por el dirigente anarquista coruñés José Moreno, todos ellos fueron apresados a finales de octubre de 1937 cuando trataban de escapar de una Asturias que acababa de caer en manos franquistas. Sus captores, un grupo de falangistas y guardias civiles, en lugar de tratarles como prisioneros de guerra, les torturaron, humillaron y fusilaron en el alto de O Acevo. Vecinos de la cercana localidad de A Fonsagrada fueron obligados a cavar las zanjas en que fueron enterrados.
De nada sirvieron las súplicas de los forzados sepultureros para que les permitieran cubrir los cadáveres con ropas o mantas. Los falangistas, que habían despojado a sus víctimas de todos sus objetos de valor y de sus ropajes, no lo permitieron. La pequeña venganza de aquellos enterradores fue divulgar lo ocurrido y permitir que se compusiera así la copla en la que se llegaban a dar los nombres y apellidos de alguno de los asesinos, con la esperanza de que un día acabaran pagando sus crímenes ante la Justicia.
La ARMH excavó en 2007 las tres fosas en que se encontraba enterrado José Moreno y sus hombres. No fue una tarea fácil. No solo no contaron con apoyo institucional sino que tuvieron que enfrentarse a una jueza de Castropol que intentó frenar la exhumación. “Pese a todo, lo hicimos –recuerda García-Rodeja–. Aquello fue una reparación para las víctimas, para las familias y también para la gente de bien de A Fonsagrada que no comulgó con aquellos crímenes. Ahora, diez años después y coincidiendo con el ochenta aniversario de su asesinato, vamos a dar otro paso más en la reparación de estas víctimas del franquismo”.
Recordar a “Los Catorce de O Acevo”
“Estoy muy ilusionada; por encima de la tristeza, en este momento prima la alegría que siento”. Lourdes es nieta del Comandante Moreno, líder de los combatientes asesinados en O Acevo. Junto a sus hermanos ha viajado desde México, el país en el que nacieron, para asistir a los actos de homenaje.
“Cuando era pequeña, mi padre no me contaba cuentos como Caperucita, sino que me narraba la historia de su padre, mi abuelo. Estoy feliz de que por fin se le recuerde, a él y a sus compañeros. La lástima es que mi papá no pueda verlo, como tampoco pudo ver la exhumación de los restos de su padre. Falleció antes de ver cumplido su sueño”, sostiene.
El mismo sentimiento agridulce provoca el llanto de Luz mientras habla de su padre: Rafael Villar. “Yo nací en el 36 y apenas tenía seis meses cuando se marchó. Mi madre murió sin saber lo que le había pasado. Algunas personas le dijeron que le habían visto en Francia donde había rehecho su vida, de espaldas a nosotras. Eso es lo que más pena me da, saber que ella murió con la incertidumbre de ignorar el verdadero paradero de mi padre”.
Jacky consuela a su madre cada vez que rompe a llorar: “Yo también soy muy llorona, no te creas”, dice. A la hija de Luz le produce tristeza pensar que “de no ser por los voluntarios que se preocuparon por investigar lo que ocurrió y localizar su fosa, hoy seguiríamos sin saber qué fue de mi abuelo” y denuncia que “no sea el Estado el que se encargue de divulgar estos capítulos de la historia de España y por facilitar a las familias la recuperación de los restos de sus seres queridos”.
Jacky, Luz y Lourdes serán tres de los familiares que asistirán a los actos de homenaje que comenzarán este viernes, a las siete de la tarde en el puerto de Oza. Allí se descubrirá una placa en honor a los hombres y mujeres que se embarcaron en este y otros lugares de Galicia, entre julio de 1936 y enero del 37, con el objetivo de escapar de la sublevación franquista y llegar a zona republicana para seguir combatiendo. Una parte de ellos alcanzaron las costas, todavía libres, de Asturias y Cantabria y acabaron formando el batallón 219 al que bautizaron con el nombre de su querida Galicia.
El sábado por la mañana se realizará en A Fonsagrada un segundo acto junto al monumento erigido en O Acevo en recuerdo de los asesinados y, a continuación, tendrá lugar una ofrenda floral en el cementerio en el que reposan, desde que fueron sacados de las fosas, los restos mortales de las 14 víctimas.
Por la tarde tendrá lugar una mesa redonda en la que participarán familiares, antropólogos forenses, investigadores, voluntarios de la ARMH y vecinos del municipio. Todos los actos contarán con la actuación músicos como Francis Olivier, Modesto Arias, Antonio Fernández o César de Leituego y de los poetas Xulio Valcárcel, Antón Lopo, Olga Patiño, Carmen Blanco, Moisés Cima, Lois Alcayde o Marica Campo. Aunque el momento cumbre, según los organizadores, se producirá cuando la cantautora Carmen Torreiro levante su voz para cantar, esta vez sin miedo, una copla… la copla del Comandante Moreno.