El 28 de octubre de 2014, hace ahora cinco años, Carlos Osoro sustituía al todopoderoso cardenal Rouco Varela como arzobispo de Madrid. Un nombramiento directo del papa Francisco que no gustó nada al llamado por muchos vicepapa español. Rouco no votó por Bergoglio en el cónclave vaticano y, desde entonces, se ha ido configurando como el gran dique de contención a las reformas que el Papa quiere implantar en la difícil Iglesia española.
Con la salida de Rouco se acabaron las misas en Colón y, desde el año pasado, las notas de la Conferencia Episcopal de cara a las elecciones. Algo que el cardenal, desde su ático de lujo en la calle Bailén en Madrid, no estaba dispuesto a tolerar. Desde hace meses, y especialmente en las últimas semanas, el cardenal ha vuelto a liderar un movimiento para que la Iglesia española vuelva a entrar en política, y dé criterios de voto a los católicos españoles para este 10N.
De hecho, en el próximo Comité Ejecutivo, que se celebra este jueves en Madrid, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz –considerado por muchos el candidato de Rouco a presidir la Conferencia Episcopal en las elecciones que los obispos celebrarán en marzo– tratará de proponer, con el aval de varios prelados (entre ellos, los 15 'obispos de hierro' –Reig Pla, Fidel Herráez, Asenjo, Demetrio Fernández, Martínez Camino o Munilla–) que el Episcopado lance una nota in extremis antes de las elecciones.
Una nota con unos criterios que habrían de seguir la tradicional apuesta política de Rouco Varela: la defensa de su concepción de la libertad religiosa frente a los que, a su juicio, quieren acabar con ella. Una libertad religiosa que, según este grupo de prelados, se vería amenazada con un nuevo Gobierno del PSOE, que ha vuelto a incluir la denuncia de los acuerdos Iglesia-Estado en su programa electoral, algo que no había hecho en las generales de abril.
La cúpula episcopal, con Blázquez, Osoro y Omella a la cabeza, no están por la labor, pero lo cierto es que los sectores más rigoristas del catolicismo español parecen pedirlo a gritos, especialmente en un momento en el que la ultraderecha parece ganar posiciones en los sondeos. Una ultraderecha, la de Vox, financiada y avalada por grupos ultracatólicos como HazteOir, los kikos o el Opus Dei, y que cuenta con muchas simpatías entre los obispos españoles más conservadores, como ha demostrado la reciente exhumación de Franco y la reacción de los ultras contra Osoro (con pintadas en varias iglesias), ante el clamoroso silencio del Episcopado.
Y, entre ellos, Rouco sigue mandando, y mucho. Un Rouco que continúa, cinco años después de su cese, tratando de imponer obispos conservadores en la Iglesia española. De hecho, el de nuestro país es el único episcopado donde no se nota el cambio propuesto por el Papa. Es decir: obispos con 'olor a oveja', más pastores que políticos. ¿Por qué? Distintas fuentes hablan de la especial relación de Rouco Varela con el cardenal Ouellet, prefecto de la Congregación de Obispos, encargada de buscar candidatos al episcopado, que posteriormente son refrendados por el Papa.
El éxito en la batalla de Rouco y sus afines no depende en este caso solo de las fuerzas que pueda aunar el cardenal. Hay un elemento mucho más terrenal que puede dar por tierra con su propuesta: el próximo domingo, además de elecciones generales, la Iglesia española celebra el Día de la Iglesia Diocesana, con una colecta que, según afirman en la Conferencia Episcopal, sirve para fomentar la autofinanciación de los Obispados. No parece el momento para una pronunciación política.
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