Más de la mitad de los niños y jóvenes menores de 25 años sufren emociones negativas con respecto a la crisis climática, según la única investigación realizada a escala mundial sobre este tema, publicada por The Lancet. La mayoría siente miedo, tristeza, ansiedad, enfado, impotencia, indefensión y culpabilidad. Además, más del 45% de ellos asegura que esos sentimientos afectan negativamente a su vida diaria.
“Yo lo que noto es un agobio constante”, reconoce Bruno Martín, biólogo de formación, comunicador científico de profesión y un damnificado más en la estadística de la ecoansiedad. “Prefiero el término ‘agobio climático’, sobre todo por no frivolizar con quien realmente siente ansiedad en su día a día”, puntualiza. Asegura sentirse preocupado y desbordado, “pero la ansiedad como se entiende en el contexto clínico de psicología es más puntual”.
A esa sensación de agobio que producen las malas noticias relacionadas con el cambio climático, la pasividad de los poderes políticos y la sensación de impotencia, también se le suma con frecuencia la de sentirse incomprendido. El 81% de los jóvenes encuestados declara haber hablado sobre el cambio climático con otras personas y casi la mitad ha sentido que le ignoraban o rechazaban al hacerlo. Precisamente, ese tabú alrededor de la preocupación climática fue el detonante para que Bruno Martín se lanzara al mundo del podcast con Ecoinsomnes, junto con Mario Juárez y Pablo Izquierdo, también comunicadores científicos.
“Realmente tú no vas al trabajo y dices ‘qué mal me he levantado hoy porque resulta que ha habido un huracán y hay tantos desplazados que están ahora viviendo en polideportivos’, es un tema de conversación súper raro. O si, de repente, planteas en el trabajo o en casa por qué estamos utilizando tantos objetos de un solo uso o por qué pedimos todo por Amazon, la gente te mira como si fueras un friki”, explica Martín.
Un rayito de esperanza en un mundo en llamas
Todo comenzó con un grupo de WhatsApp por el que los tres amigos intercambiaban noticias que les afectaban, mensajes de ánimo y notas de voz, desahogándose y compartiendo preocupaciones. Descubrieron en este grupo su mejor terapia contra el agobio climático y decidieron llevarlo un paso más allá.
“Llegó un momento en el que los tres nos dimos cuenta de que estas conversaciones surgían cada vez más con gente de nuestro entorno y pensamos: '¿Por qué tiene que ser esto algo privado? ¿Por qué llevamos la procesión por dentro? Esto tiene que ser algo que sepa la gente'”, recuerda Martín.
“El primer paso es vencer el silencio, salir del armario. De hecho, nos pareció una situación muy análoga a la de salir del armario porque, además, los tres somos gays y era una circunstancia que habíamos vivido antes: es algo en lo que individualmente hemos pensado mucho, lo hemos hablado con amigos, pero no lo hemos dado a conocer, ¿por qué?”, reflexiona el comunicador.
En la descripción de Ecoinsomnes, se puede leer “refugio y rayito de esperanza en un mundo en llamas”. La intención de sus creadores es convertir el podcast en un lugar de conversación que no solo los ayude a ellos a desahogarse, sino que además sirva a otras personas a no sentirse solas en su preocupación. Pero su ambición va más allá del diálogo: “Queremos generar agitación social, generar conciencia y crear ondas que cada vez lleguen a más gente. Una vez que hemos salido del momento de hiperventilar, plantearnos qué podemos hacer al respecto”.
Eso de ‘se nos acaba el tiempo’ no ayuda, porque parece que va a llegar un momento en el que no haya nada que hacer y realmente siempre va a ser mejor hacer algo
Pese a que cada episodio comienza con el planteamiento de un problema real, el tono optimista domina la charla. “Es una decisión consciente”, reconoce Martín, “las evidencias sobre cómo reacciona la gente a la comunicación científica apuntan a que un punto de vista optimista tiene más beneficios a largo plazo que simplemente provocar el enfado o el miedo”. Varias investigaciones, como esta de la Universidad de East Anglia, en Norwich, recogen esta idea de que el miedo tiene potencial para llamar la atención sobre el cambio climático en un primer acercamiento, pero es ineficaz a la hora de motivar un compromiso genuino.
“El mensaje es que estamos ante un problema gravísimo y súper urgente, pero eso de ‘se nos acaba el tiempo’ no ayuda, porque parece que va a llegar un momento en el que no haya nada que hacer y vayamos a tirar la toalla y realmente no: siempre va a ser mejor hacer algo. Sí, quizás el mejor momento hubiera sido ayer, pero si ya es hoy, vamos a hacer algo hoy porque mañana no va a ser mejor”, defiende el comunicador.
Un médico a lo mejor no puede renunciar al látex, pero cada uno puede buscar aquello donde crea que aporta algo
Mientras el miedo paraliza, la búsqueda de soluciones y la imaginación de futuros mejores son marca de la casa, donde las acciones que se presentan son a todos los niveles: desde cambiar el coche por la bicicleta hasta hacer activismo político por un gobierno que se tome en serio la política climática.
“Entre un extremo y otro, hay un montón de acciones y todas son valiosas. Cada uno puede buscar aquello que le haga sentir bien y donde crea que puede aportar algo: un médico a lo mejor no puede renunciar al látex o a ciertos plásticos de un solo uso, pero puede impulsar cambios de consumo en su familia; si tu pasión es cocinar, igual podrías abrirte un TikTok de recetas veganas o montar una cocina vegetariana en tu barrio y hacer talleres. En mi caso, por ejemplo, la comunicación es lo único que siento que sé hacer bien y con lo que puedo aportar”, explica Martín.
De la acción individual a la justicia ecosocial
El lema “Piensa global, actúa local”, tan repetido entre el activismo medioambiental, refleja esa idea de la importancia de las acciones individuales. Sin embargo, la primatóloga y activista Jane Goodall, acostumbra a darle la vuelta para evitar precisamente la presión del agobio climático: “Actúa a nivel local primero y, cuando veas que puedes marcar la diferencia. querrás más y pensarás de forma global. Esos primeros pasos te darán esperanza y se creará un círculo que se retroalimenta y en el que inspirarás a otros a unirse a ti”.
La acción individual se convierte así en una de las grandes herramientas contra la ecoansiedad, ya que puede ayudar a canalizar el agobio, pero ¿hace ruido un árbol al caer si nadie está ahí para escucharlo? No perder de vista el contexto colectivo resulta vital en la lucha climática. “Esto no se va a solucionar con una persona que deje de comer carne y que deje de coger vuelos, se va a solucionar cuando más gente se sume a un estilo de vida diferente y más gente exija unas políticas climáticas diferentes”, subraya Bruno Martín.
Esto no se va a solucionar con una persona que deje de coger vuelos, se va a solucionar cuando más gente se sume a un estilo de vida diferente
Por eso, la idea del podcast que desarrolla Bruno Martín es visibilizar a todos los niveles, con invitados que van desde el activista de 12 años Francisco Javier Vera Manzanares, asesor infantil del Comité de Derechos del Niño de la ONU y fundador de la iniciativa Guardianes por la vida en Colombia, a la periodista Azahara Palomeque o el joven Harry Munt, que construye cajas nido para gorriones en el sur de Inglaterra. “La idea es inspirar y también dar voz a gente de realidades muy distintas a la nuestra, porque somos muy conscientes de que somos tres hombres blancos, CIS, comunicadores y con un background parecido...”, cuenta Martín.
Tanto él como Juárez e Izquierdo, conscientes de sus privilegios y de cómo la crisis climática afecta a muchas poblaciones de manera desigual, creen que las soluciones deben pasar por la justicia social. “Cuando hablamos de justicia ecosocial, hablamos de una solución, una proyección de futuro, que no deja atrás a nadie, que no deja atrás a las mujeres, que no deja atrás a las personas racializadas…”, señala el biólogo.
La semana laboral de cuatro días es un tema de derechos laborales, pero también es un tema de medioambiente
Esta simbiosis entre lo ecológico y lo social es uno de los pilares del podcast y está presente en los retos que se plantean. “Por ejemplo, la semana laboral de cuatro días es un tema de derechos laborales, que también es un tema de medioambiente”, defiende el comunicador. “Si yo solo tengo un fin de semana para ir a ver a unos amigos de la Universidad a Londres, tengo que elegir entre coger un vuelo para irme tres días o no ver a mis amigos, y que esa decisión caiga sobre uno contribuye al agobio”, argumenta. Martín critica que el calendario laboral nos obligue a priorizar la velocidad del avión por encima de la sostenibilidad del tren, así como la carencia de una red de trenes de alta velocidad asequible que conecte las grandes ciudades europeas.