En julio de 2023, el Ministerio talibán para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio ordenó el cierre de más de 12.000 salones de belleza femeninos en Afganistán. Como resultado, decenas de miles de mujeres que habían trabajado en el sector de la cosmetología durante años se vieron sin empleo.
A pesar de las continuas amenazas de los talibanes, algunas de estas mujeres no han abandonado la lucha por su derecho al trabajo. Para poder seguir ayudando a sus familias, trasladaron los equipos de los salones de belleza a sus hogares y crearon salones improvisados. Cuentan con menos clientes y salarios bajos, pero mantienen la esperanza de un futuro mejor.
Bahara, casada y madre de seis hijos, ha trabajado como peluquera desde hace aproximadamente 18 años. Señala que actualmente se enfrenta a dificultades tanto económicas como psicológicas tras la prohibición de los talibanes de las actividades de su salón. En un intento por asegurar un futuro mejor para su familia, Bahara transformó su negocio en una sastrería para mujeres mientras continúa con su trabajo de peluquera. Esto le permite ejercer discretamente su derecho natural a la igualdad laboral.
Sin embargo, ha perdido alrededor del 90% de su clientela y el 10% restante demanda sus servicios con mucha menos frecuencia. A pesar de la disminución de sus ingresos, Bahara todavía tiene que contribuir económicamente con los talibanes, ya que su negocio sigue figurando en los registros financieros y debe continuar con los pagos hasta el final del año fiscal, incluso posiblemente después.
“Durante el gobierno anterior mi negocio floreció y mis ingresos eran buenos, pero ahora he perdido casi toda mi clientela. No puedo realizar mi trabajo correctamente por miedo a los talibanes. Mientras trabajo, me preocupa constantemente que nos puedan atacar y las clientas se abstienen de venir por miedo a ser detenidas”, explica Bahara.
Fátima, otra peluquera en Kabul, se ha visto obligada a trasladar todo el material de su local a su casa, donde trabaja a pesar de las restricciones impuestas por los talibanes. Para Fátima, este trabajo es el único medio para mantenerse a sí misma y a sus hijos. “A pesar de los prejuicios sociales que rodean esta profesión y los numerosos obstáculos que tuve que afrontar, consideraba la peluquería un oficio legítimo e hice un esfuerzo por aprenderlo. Trabajé de forma independiente durante seis años, cubriendo mis necesidades y las de mis hijos. Ahora, los talibanes no solo consideran que mi profesión va en contra de la sharía [ley islámica], sino que también miran con desprecio a las peluqueras y nos tachan de impuras”.
Los salones de belleza del resto del país también se han visto afectados. Humaira (nombre ficticio), una peluquera de la región de Baghlan que ha dedicado 20 años de su vida a esta actividad, dice que las restricciones a las mujeres en los pueblos superan a las de las ciudades. Tras la orden de los talibanes de prohibir el funcionamiento de los salones de belleza femeninos, ella también se vio obligada a trasladar su negocio al sótano de su casa.
“Las restricciones talibanes nos obligan a trabajar con miedo y las clientas no se atreven a venir. Antes, muchas novias venían acompañadas, pero ahora pedimos que vengan solas y si traen un acompañante no deben entrar juntas en mi casa. Tampoco permitimos que las novias salgan con sus vestidos de boda puestos”.
Humaira relata que, tras el cierre de los salones en su región, los talibanes asaltaron las casas de las peluqueras para asegurarse de que no habían trasladado los equipos de belleza a sus hogares. Añade que una de sus amigas había instalado un salón de belleza en su casa, pero los talibanes se enteraron, atacaron su vivienda, agredieron a su marido y destruyeron todo el material.
Algunas peluqueras han intentado hablar en varias ocasiones con el ministro talibán para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio con el fin de tratar sus necesidades ocupacionales, pero solo han recibido respuestas violentas e irrespetuosas.
Desde el resurgimiento de los talibanes en Afganistán, las medidas más restrictivas se han centrado en contra de las actividades de las mujeres. En unos incidentes ocurridos recientemente, algunas mujeres de varias provincias fueron detenidas, acusadas de no respetar la obligatoriedad del hiyab y fueron trasladadas a lugares no revelados. Estas acciones han provocado un mayor confinamiento de las mujeres afganas en sus hogares.
Aun así, un importante número de mujeres en Afganistán, especialmente peluqueras, se esfuerza por sortear estas condiciones desfavorables y cambiar la atmósfera restrictiva del país. En medio de estas terribles circunstancias, luchan por mantener viva la esperanza de que algún día recuperarán sus derechos.