Sanidad se pone como objetivo que la cuarta ola no alcance una incidencia de 300 casos mientras avanza la vacunación

Belén Remacha

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La incidencia de COVID-19 volvió a crecer en España a mediados de marzo, anunciando por cuarta vez desde que comenzó la pandemia una oleada del virus, pero esta vez distinta: ya no solo con restricciones para frenarlo sino también con vacunas. El día 16, más de dos semanas antes de la Semana Santa, la caída que se encadenaba desde hacía un mes tocó suelo: 127 casos de incidencia por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días, datos equivalentes a un riesgo medio de contagio según el 'semáforo' del Ministerio de Sanidad. El objetivo desde enero, según había repetido la ministra Carolina Darias, era quedarse por debajo de 50. El suelo quedó lejos. El crecimiento desde ese día 16 es lento pero sostenido. El portavoz de Sanidad, Fernando Simón, dijo en ese momento que quedaba por ver si seguía hasta convertirse en una cuarta ola, o si se quedaba en “olita”, más suave que las tres anteriores.

Este lunes 12 de abril la incidencia acumulada era ya de 199, al borde de los 200. Y Fernando Simón ha puesto un objetivo más concreto y no demasiado ambicioso: “Podemos evitar llegar a 250 o 300”, que se corresponde con el nivel muy alto según ese mismo 'semáforo'. En la tercera ola se rozaron los 900, y en la segunda los 600. Los posibles efectos de la Semana Santa en la incidencia, a pesar de las restricciones que hubo durante ese periodo, todavía no se pueden observar del todo y pueden seguir coleando. Así que a corto plazo es difícil cambiar la tendencia y volver a estar por debajo de 150 casos, explicaba el técnico.

Las claves siguen siendo las medidas que implementen las comunidades autónomas, aunque se sume el avance de la vacunación. Aunque esta última sí podrá conseguir que cifras de incidencia altas ya no se correspondan con ingresos hospitalarios exactamente de la misma manera que en otras olas. Algunas comunidades sí han vuelto a cerrar parte de su actividad después de la Semana Santa, o no la han reabierto, como Euskadi en los municipios de su llamada 'zona roja' –por encima de 400 de incidencia– y Navarra hasta el 22 de abril. Ambas comunidades parten de dos de las peores situaciones de incidencia actuales. Madrid, la tercera en ese ránking –aparte de las dos ciudades autónomas– no ha endurecido restricciones sociales, solo confinado algunas 'zonas básicas de salud' más. El 9 de mayo termina además el estado de alarma y con él las posibilidades de los gobiernos regionales de implantar toques de queda y la mayoría de cierres perimetrales.

Algunas comunidades, ya sin posibilidades

¿Cuál es el margen? Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS), recuerda que cuando hablamos de 250 o 300 casos de incidencia nos referimos al cómputo estatal. Pero las comunidades comienzan la cuarta ola con cifras muy distintas entre sí, y las tres mencionadas no es que tengan poco margen para alcanzar ese objetivo, es que ya lo han rebasado: Navarra, 425; Madrid, 336; Euskadi, 320. “Mi opinión es que es posible quedarse a esos niveles de 250 o 300, pero en términos agregados. Si varias comunidades autónomas se mantienen bajas y compensan”. La Comunitat Valenciana es la única ahora mismo por debajo del objetivo que marcó Darias, menos de 50 de incidencia. La más poblada de España, Andalucía, se aproxima a los 250: está en 225.

“Lo mismo pasa con la hospitalización. Algunas parten en esta cuarta ola con cifras complicadas: Madrid está en el 15% de camas ocupadas por COVID-19”, sigue Hernández –el índice en el caso de las UCI rebasa el 40%–. Respecto a cuántos días tenemos para observar el efecto de la Semana Santa y llegar a un futurible pico, “todavía nos quedan unos días para observarlo. Hay que tener en cuenta que en algunas comunidades, la Semana Santa realmente terminó este fin de semana”. Las medidas restrictivas que pactaron comunidades y Sanidad, de hecho, terminaban este 9 de abril. 

Pero “es bueno llamar la atención por si se puede minimizar el efecto. Estamos en una persecución entre la incidencia y las vacunas”. Las vacunas son el factor distintivo de esta cuarta ola, además del buen tiempo que potencia más actividad al aire libre respecto a enero. “Cada vez hay menos población susceptible”, decía Simón, y la que reducimos inmunizándola es “la de mayor riesgo de acabar en la UCI o de fallecer”, los mayores de 80 años. Más del 90% de ese grupo ya tiene puesta al menos una dosis; en la población general la cifra alcanza el 16,2%. 

Los expertos también creen que, aunque la cifra de cobertura todavía es baja, sí será suficiente para atenuar mínimamente la cuarta ola. Carmen Cámara, secretaria de la Sociedad Española de Inmunología, explicaba: “Cada ola que venga va a ser consecutivamente más floja, por varios motivos. Uno, porque algo hará la vacunación, aunque el porcentaje total sea aún escaso. Otro, la seroprevalencia real, cada vez tenemos un colchón mejor. Y tercero, el perfil de gente afectada, más joven cada vez porque estamos vacunando a los mayores, y ellos necesitan menos ingresos y UCI”. El objetivo que han puesto muchos es que los mayores de 60 estén completamente inmunizados antes de que termine la primavera. Todas las vacunas disponibles en este momento, después de la suspensión de AstraZeneca para menores de 60, van dirigidas a cubrir a ese colectivo. Esta semana llega además Janssen, que dará un acelerón al grupo de entre 70 y 79 años, el que tiene en estos momentos una de las peores tasas pese a ser de riesgo.