Todos los indicadores epidemiológicos auguran una tercera ola de COVID-19. El virus acelera su transmisión y con ella, llega la presión a los centros sanitarios que tienen que lidiar con el aumento de enfermos. “El objetivo no es ser alarmistas, pero la situación es muy preocupante”. Es el sentir de los sanitarios consultados que resume Javier Millán, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) en Valencia. El temor también se ha extendido entre los profesionales que deberán enfrentarse al repunte de la pandemia que ven cómo vuelven a llenarse sus salas.
Este miércoles, víspera de Nochevieja, España registró el peor dato de contagios diario en mes y medio. 16.716 nuevos casos de COVID-19 que nos retrotraen a mediados de noviembre, cuando la segunda ola de la pandemia alcanzó su pico de transmisión, multiplicando por dos la media de octubre. Ahora, con una tercera ola a las puertas y las reuniones navideñas de por medio, los expertos auguran un enero complicado que empaña la euforia por la vacunación.
Los datos ofrecidos el miércoles por Sanidad, dos días después del inicio de la campaña de inmunización masiva, no presentan un escenario halagüeño. La incidencia acumulada en 14 días es de 265 casos por 100.000 habitantes, muy por encima de los 193 que registró España hace dos semanas y que hizo pensar que por fin se había conseguido doblegar la curva. El problema es que esa incidencia media no representa a todas las comunidades, en especial a las más disparadas, que son Extremadura, con 460, y Baleares, que alcanza los 529 casos. Les siguen la Comunitat Valenciana y Madrid, con 377 y 371 respectivamente.
Además, hay otros indicadores que han hecho saltar las alarmas de los epidemiólogos. La positividad de las pruebas diagnósticas, que no debe superar el 5% según los criterios epidemiológicos, fue del 9% en la última revisión. Extremadura y la Comunitat Valenciana oscilan entre el 14% y el 18%, bastante por encima de la media.
Por su parte, el porcentaje de ocupación de las camas hospitalarias y de UCI ha aumentado dos puntos en cuatro días. Preocupa la presión asistencial de cuidados intensivos en Catalunya (con un 34% de ocupación), en Baleares (el 31,5%) y en Valencia (29,3%). Les siguen de cerca Castilla y León, Melilla y Madrid, muy lejos del 20% que los expertos han fijado como umbral de riesgo.
Por todo ello, los profesionales sanitarios están viviendo estas navidades con mucho temor. Javier Millán insisté en que “no sé si llamarlo tercera ola o es todavía la segunda, de la que pensábamos que nos habíamos recuperado, pero no”.
Calcula que a pesar de que las cifras ya invitan al pesimismo, todavía realmente no reflejan los contagios de que se están produciendo en navidades. A su juicio, a partir del 7-10 de enero se empezará a ver el impacto real de los encuentros de estos días festivos. Y recalca que es lógico pensar que la nueva variante del virus, proveniente de Reino Unido, va a aumentar las transmisiones.
Las urgencias, frente a la significativa reducción en la atención en los meses de marzo a mayo por el miedo de los ciudadanos, ahora sí están ocupadas a un 90-95%, aparte de los propios casos de COVID que también llegan cada vez con más frecuencia. “A veces las urgencias son el único punto de acceso al sistema sanitario, sobre todo con los problemas y restricciones actuales”, señala Millán.
También el portavoz del sindicato MATS y enfermero de Urgencias en el Hospital La Paz de Madrid, Guillem del Barrio, explica que se está detectando “mucho movimiento” en las zonas sin COVID, mientras que las destinadas a los infectados por el virus están llenándose de nuevo. En invierno siempre aumentan los pacientes, recuerda.
Un panorama sombrío y sin refuerzos
“Por lo que vamos viendo, sabemos que después de la Navidad va a ser terrible”, lamenta por su parte María José García, portavoz del sindicato de enfermería SATSE. Este panorama, cuando aún no había terminado la segunda ola, va a encontrar a los sanitarios sin recuperarse ni física ni psicológicamente, advierte, aunque hayan tenido unos meses de relativa calma en comparación con el inicio de la pandemia. “Estamos volviendo a lo mismo y emocionalmente es agotador. Quizá el resto de la humanidad se pueda acostumbrar a las cifras de ingresos y fallecidos, pero para nosotros es imposible, influye en nuestra fuerza y resistencia”, señala García con aprensión.
En cuanto a los refuerzos de personal, hay ciertas comunidades que están renovando contratos hechos en la primera ola, pero no se ha resuelto la carencia de enfermeras, entre otras especialidades, que ya existía antes de empezar la pandemia. Según datos de la OCDE, con una tasa de 274.633 enfermeros en 2018 (5,87 por cada mil habitantes), España se sitúa en el decimonoveno lugar entre las naciones de la OCDE y que es tres veces inferior a la de los primeros clasificados: Noruega (17,74), Suiza (17,59) e Islandia (14,67).
Respecto a los médicos, los últimos datos disponibles indican que en 2018 había 186.166 médicos en ejercicio, lo que equivale a 4,02 facultativos por cada mil habitantes. Esa proporción situaba a España en el octavo lugar de los países de la OCDE, en una clasificación liderada por Austria (5,24), Noruega (4,81) y Lituania (4,6). Hace solo dos años, el Foro de Médicos de Atención Primaria cifraba el déficit de medicina de familia en 2.700 puestos.
Unas carencias imposibles de resolver en unos pocos meses de pandemia. El doctor Lorenzo Armenteros, de la Sociedad Española de Medicina General (SEMG), señala que “la Atención Primaria está igual que estaba, no se ha reforzado”, un “hecho consumado” ya que “no es posible recuperar en meses lo perdido en años” de recortes sanitarios. Por ello, cree que deberían haberse tomado medidas para que los médicos de familia se pudieran dedicar totalmente a la atención de los casos más graves y de los enfermos crónicos, así como a la medicina preventiva, no solo de la COVID. Recuerda la cantidad de enfermos de diabetes, hipertensos, o mayores pluripatológicos y plurimedicados que es necesario controlar.
Frente a ello, denuncia, se han visto sobrecargados con tareas burocráticas que a su juicio podrían haberse aliviado con decisiones políticas, junto a la labor de rastreadores de casos de COVID, realización de pruebas diagnósticas incluidas, y campaña antigripal. “Se ha hecho un esfuerzo máximo y no sentimos que se nos reconozca”, dice.
Asegura que asumen este papel “con resignación y enfado y afrontamos lo que nos pidan”, como será la campaña de vacunación masiva y extensa que se avecina. “Estamos viendo que las principales medidas de restricción son las que se tomaron con la gripe española hace un siglo: quedarse en casa y no tener contacto”. Frente a ello, reivindica el papel de la medicina comunitaria y preventiva. “No es una crítica para España, es un problema mundial. Han faltado mecanismos de control de la enfermedad y una mayor inversión en educar en prevención a los profesionales y a la propia población”, sostiene. Algunas de las imágenes que se están viendo estas Navidades y la asunción de que a partir de enero va a haber un repunte importante de contagios, ingresos y fallecimientos a consecuencia de la relajación social de las festividades indican que hay camino por recorrer hasta lograr una conciencia social masiva frente a las enfermedades infecciosas.