Hay mar de fondo en el sistema español de ciencia. En los últimos años, arrastrado por las inercias de su propio funcionamiento –que exige publicar investigaciones y hacerlo a un cierto ritmo si uno quiere prosperar–, el sector de la publicación científica está cambiando. Y no lo hace precisamente en favor de la ciencia, según comentan varios expertos y empiezan también a analizar prestigiosas publicaciones.
La última novedad es que los investigadores de España están abandonando las revistas que tradicionalmente han tenido más prestigio internacional para publicar en otras cabeceras de menos tradición, sobre todo en las editoriales MDPI y Frontiers, cuya reputación ha sido fuertemente cuestionada, según han descrito los investigadores Emilio Delgado López-Cózar y Alberto Martín-Martín en su estudio Detectando patrones anómalos de publicación científica en España: más sobre el impacto del sistema de evaluación científica.
Pero este hecho no deja de ser la punta del iceberg, advierten estos dos investigadores (y secundan muchos otros). El problema real es el sistema tal y como está planteado: España, como otros países, exige a sus investigadores publicar artículos científicos para avanzar en su carrera laboral, y exige hacerlo con cierta celeridad y continuidad.
Habitualmente, esto se hacía en cabeceras como Science o Nature (por poner dos ejemplos muy conocidos, hay cientos de ellas), pero estas revistas con más tradición tienen ahora algunos inconvenientes a los ojos de los investigadores: pueden tardar meses en publicar un artículo y cuando lo hacen suele ser en un sistema que no permite la libre lectura, sino que está restringido a suscriptores. Sin libre lectura no hay citas y sin citas no hay prestigio en este mundo.
Problema-solución: los investigadores se están yendo a publicar sus estudios en revistas más nuevas, con menos tradición en el sector pero que publican con acceso abierto, para todos. La contrapartida es que en estas revistas el investigador paga por publicar, con fondos que habitualmente se detraen de lo que debería dedicarse a investigar. Este sistema se conoce como APC (article processing charges).
¿Por qué está pasando esto? Porque cabeceras como MDPI o Frontiers permiten a los investigadores publicar “muy rápido, a un precio más reducido” espoleados por un sistema que les exige una cierta productividad para prosperar, sostiene Emilio Delgado López-Cózar. “Son revistas con escasa tradición editorial, con fronteras disciplinares (ámbitos de cobertura) muy difusas [...], que resultaban bastante desconocidas en los distintos campos de conocimiento”, señalan los investigadores en su estudio.
El giro hacia el método APC es global, explican los investigadores, pero el cambio de las revistas preferidas para publicar es local. “En países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania o Francia no existen esos procesos anómalos. Sí en otros como Hungría, Rumanía, Polonia, Eslovaquia o la República Checa”, ilustran. La clave está en el sistema de promoción y recompensas del sistema científico español, que premia la publicación sin fijarse tanto en lo que aportan los estudios.
Y la víctima última de estos cambios, advierten algunos investigadores, es la ciencia en sí. Una reciente revisión de la revista Nature ha concluido que en los últimos años la innovación científica, los grandes avances, se ha estancado. Se publican más artículos que nunca, pero se cambia el paradigma –es decir, hay disrupción– cada vez menos.
elDiario.es ha preguntado por toda esta situación tanto al Ministerio de Universidades como a la ANECA, la agencia que evalúa al profesorado, pero ninguno de los dos ha contestado.
Las críticas a las revistas: demasiada rapidez, laxitud y endogamia
El cambio de las revistas preferidas para publicar preocupa a algunos investigadores. La rapidez con la que estas cabeceras tramitan (aceptan, revisan, editan y publican) los textos en comparación con las más tradicionales (39 días de media en MDPI, cuando otras manejan plazos de cinco meses), una cierta endogamia y laxitud en estos procesos (mismas nacionalidades entre autores y editores, o incluso mismo lugar de trabajo), la alta cantidad de números especiales o monográficos que publican (que se suponen menos habituales que los ordinarios) o la posibilidad que ofrecen de que los propios investigadores propongan y coordinen estos números especiales son algunas de las críticas que se realizan en el sector, siempre con el ojo puesto en un negocio millonario.
Para Isidro F. Aguillo, responsable del laboratorio de Cibermetría del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, estas prácticas constituyen “técnicas comerciales piramidales” (“no una estafa piramidal”, aclara) porque conllevan que son los científicos quienes “hacen un esfuerzo casi gratuito (porque habitualmente no cobran por esta labor, aunque académicamente sí les pueda salir rentable) que acaba beneficiando [económicamente] a los de arriba”.
Francisco Palazón, de la FJI/Precarias, explica que algunas de estas revistas se califican de “depredadoras” porque “pervierten el sistema intentando hacer negocio con poca calidad científica. Algunas lo hacen copiando el nombre de una revista con más nombre, envían muchas invitaciones sin sentido para que la gente sea editora...”, enumera. “A mí me mandan una propuesta casi a diario”, cuenta.
'Publica o perece'. El verdadero problema, dicen los investigadores, está en que la reputación de los científicos –y su promoción laboral– depende de que se publique con cierta regularidad y prima la cantidad sobre la calidad
El origen del problema, creen los autores, está en el aforismo que articula de alguna manera la carrera científica: “Publica o perece”. La ciencia es un ecosistema particular en el que la reputación de alguien –y su promoción laboral– depende de en qué revistas publique uno sus investigaciones y cuántas veces sea citado por otros colegas.
“El factor clave que explica el cambio en el comportamiento de publicación de los científicos españoles es el sistema de evaluación científica imperante, que premia preferentemente la publicación y las actividades editoriales en revistas bien posicionadas en los Journal Citation Reports y/o Scimago Journal Rank”, explica el estudio de Delgado y Martín-Martín.
“Los méritos contemplados para la acreditación del profesorado universitario [para poder ejercer o promocionar], así como los indicios de calidad empleados para otorgar los sexenios (complementos económicos de productividad en investigación), son testimonio explicativo de este fenómeno. Esta demanda de publicación es satisfecha por editoriales de nuevo cuño que, necesitadas de clientes (autores y artículos) para hacer florecer sus negocios, despliegan una estrategia de puertas abiertas y unas prácticas editoriales muy eficientes (gran rapidez a módicos costes publicando en acceso abierto) que las hace enormemente atractivas para investigadores como los españoles, tan necesitados de publicación y de méritos editoriales”, argumentan.
La respuesta: “Si vienen es porque el servicio es excelente”
Los dos grupos rechazan las acusaciones. “MDPI no es una editorial de nuevo cuño”, niega un portavoz del grupo. “MDPI publicó su primera revista en 1996 y lo hizo en formato abierto, siendo una de las primeras editoriales que se establece con este modelo. Por lo tanto, llevamos 27 años dedicados a la publicación científica en abierto. El crecimiento de MDPI ha ido de la mano de la aparición de proyectos, políticas e iniciativas que han apostado por las ventajas de la publicación en abierto frente al modelo tradicional [de pago por suscripción]”, explica a la vez que define como “requisito para muchos investigadores” la publicación con acceso abierto, sin suscripciones. Además, este es el modelo que defienden, recuerda, “las más relevantes entidades financiadoras de Europa”, como la Comisión Europea o el propio Gobierno español a través de la recientemente aprobada Ley de Ciencia.
Desde Frontiers aseguran que si muchos investigadores están eligiendo sus revistas para publicar es porque “el servicio es excelente”, y citan una encuesta propia por la que el 90% de los autores y el 93% de los revisores califican de “bueno o excelente” el proceso de revisión de los artículos, uno de los aspectos más cuestionados.
La portavoz admite que han recibido críticas, pero sostiene que se deben a que están innovando con “el sistema de revisión más avanzado de la industria, que combina la Inteligencia Artificial con la revisión por pares humanos [el método tradicional]”, una “innovación y disrupción” que señala como el origen de los reproches en un negocio “dominado por prácticas y modelos de negocio anticuados”. Como su colega de MDPI, esta portavoz defiende que el sistema de acceso abierto “ofrece un mayor acceso y visibilidad” a su trabajo.
Los números
El cuadro dibujado por Delgado y Martín-Martín en su estudio muestra un sector que indudablemente está girando hacia MDPI y Frontiers. “Desde 2015 el peso de las publicaciones de investigadores españoles en la editorial MDPI ha estado siempre por encima del valor de esta editorial en el mundo, pero se ha desorbitado en los últimos años: si en 2015 la producción española en esta editorial superaba en tres décimas (0,9%) lo que representaba su producción en el mundo (0,6%), en 2021 la duplica (14,6% frente a 6,7%)”.
Esta editorial fue en 2020 la segunda que más documentos publicó de autores españoles. Desde 2015 el número de publicaciones españolas en la editorial MDPI ha crecido un 1873%. Esta misma tónica ha seguido el grupo en el mercado mundial, aunque con crecimientos más pequeños: desde 2015 lo ha hecho un 1.246%.
En 2021, de las 25 revistas que más artículos publicaron de investigadores españoles, 16 pertenecen a MDPI. Existe una clara divergencia en las preferencias de los investigadores españoles [frente al resto del mundo] por las revistas donde publicar
El caso es similar para Frontiers. “Si en 2015 atraía el 0,6% de la producción española en la WoScc, en 2021 ya captaba el 2,7%”. Dicho de otra manera: en 2015 este grupo era el 25º preferido por los investigadores españoles; en 2021 era el séptimo. Sin embargo, matiza el informe, “su crecimiento en España (518%) ha sido ligeramente inferior al producido a nivel mundial (637%), donde figura como la octava editorial más productiva”.
Más datos: “En 2021, de las 25 revistas que más artículos publicaron de investigadores españoles, 16 pertenecen a la editorial MDPI. Todas ellas duplican o triplican el porcentaje de documentos de otros autores que publican estas revistas a nivel mundial. Esta severa anomalía queda confirmada al comparar la posición por volumen productivo de las revistas en España y el mundo: no coinciden, existe una clara divergencia en las preferencias de los investigadores españoles por las revistas donde publicar sus trabajos”.
El fenómeno también se observa cuando se analiza la relación entre las universidades y las revistas. El pasado año, MDPI fue la editorial en la que más se publicó en 40 de las 84 universidades españolas, y solo en siete este grupo está por debajo de la segunda posición. Más: en 31 universidades españolas MDPI concentra más del 20% de la producción de la institución. Por último, una peculiaridad: este fenómeno es más de universidades privadas, que son las que encabezan el listado de instituciones donde MDPI ha alcanzado un mayor peso editorial, mientras en las públicas, generalistas y de dilatada trayectoria investigadora, salvo algunas excepciones, las nuevas editoriales han encontrado menor acogida, recoge el estudio.
El cambio de modelo y el negocio
Aunque expertos en el sector defienden que el método anterior dejó de tener sentido con el paso del papel a internet, denuncian que el APC genera muchas dudas. Una: si los revisores de los artículos –quienes evalúan si está bien hecho o no– trabajan gratis e incluso en algunas editoriales también lo hacen los editores o los coordinadores de los monográficos, ¿en qué se emplea ese dinero?, se preguntan. Otra: dado que muchas propuestas de artículos se rechazan, ¿quién paga esos costes? ¿Se está cobrando a los investigadores que sí publican los gastos de rechazar a otros?
Una más: habitualmente el coste de publicar sale de los fondos que en origen están destinados a una investigación. “No me gusta utilizar estos argumentos quizá demagógicos”, dice Delgado, “pero un FPU [uno de los contratos predoctorales más prestigiosos que se dan en España] está cobrando 1.200 euros al mes. Se pagan dos meses de su trabajo por algo –la revisión– que no añade valor a la propia investigación”, lamenta.
Las siete principales editoras de revistas con acceso abierto y gratuito (MC, Frontiers, Hindawi, MDPI, PLOS, Scientific Reports e IGI-Global) ingresaron en el año 2020 solo por este concepto 470 millones de euros
El negocio en el sector es millonario. Con el sistema de acceso abierto, publicar un artículo cuesta a sus autores entre 1.500 euros y 2.000 euros, grosso modo, según un estudio reciente de la ANECA (criticado en el sector por su metodología a la hora de evaluar las revistas). Con estos datos y el número de textos publicados, dice este informe, las siete principales editoras de revistas con acceso abierto (MC, Frontiers, Hindawi, MDPI, PLOS, Scientific Reports e IGI-Global) ingresaron en el año 2020 solo por este concepto 470 millones de euros. El coste real de “procesar” un artículo estaría entre 600 y 1.000 euros, según revelaron dos trabajadores de una de estas revistas en un artículo. Las tarifas de los grupos editoriales con más tradición están más cerca de los 2.500 euros por artículo, explican Delgado y Martín-Martín.
El palo y la zanahoria
Delgado, Martín-Martín y Aguillo sostienen que buena parte del problema reside en el sistema español de promoción laboral y en que muchas instituciones se han lanzado en brazos de estas editoriales.
El sistema español de ciencia fomenta que los investigadores tengan necesidad de publicar para avanzar en su carrera. Sirve tanto para ganar sexenios como para acreditarse como profesor en sus diferentes etapas. El problema, explican Delgado y Martín-Martín, es que en España se hace de manera mecánica: publicar en determinadas revistas bien consideradas es suficiente, sin mirar si el artículo en cuestión realmente aporta algo al sector, una revisión que sí hacen en los países científicamente punteros. “En países como Reino Unido o EEUU se pone más el acento en lo que tú has descubierto. Evidentemente utilizan también como criterio las publicaciones, pero no de manera mecánica, se tiene en cuenta qué se aporta”.
En países como Reino Unido o EEUU se pone más el acento en lo que tú has descubierto. Evidentemente utilizan también como criterio las publicaciones, pero no de manera mecánica, se tiene en cuenta qué se aporta
Y las editoriales, conocedoras de esta necesidad de publicar de los investigadores, se postulan para publicar por una doble vía. Por un lado, mediante lo que el investigador Aguillo califica de “práctica piramidal”: “Una de estas editoriales firma un acuerdo con una institución por el que ofrece descuentos a los trabajadores por publicar ahí. Entonces esta institución acaba siendo casi un comercial de la revista. Me hace publicar en MDPI porque ofrece un descuento (aunque no sea real porque los precios son ficticios)”, explica. Por otro, proliferan los números especiales hasta convertirse en más habituales que los ordinarios.
MDPI sostiene que se limita a satisfacer una demanda y sus revistas son “las que ofrecen un mejor servicio”, explica el portavoz. “Ante la 'necesidad' de publicar en abierto, los investigadores se encuentran ante dos opciones. Revistas con precios más asequibles y un menor tiempo de procesado o precios elevados con un mayor tiempo promedio de publicación”, explica el portavoz. “En MDPI no entendemos que el tiempo de revisión sea un criterio a tener en cuenta a la hora de evaluar la calidad de la revisión por pares, el informe de revisión debería evaluarse por la calidad del mismo y su aportación a la mejora del artículo. Creemos que los largos e injustificables plazos de publicación entorpecen el avance científico y en ningún lugar debería penalizarse una publicación ágil y rigurosa. A diferencia de otras editoriales, MDPI cuenta con un extenso equipo de asistentes que se encargan de seguir el progreso de cada artículo durante el proceso de revisión y ayudan en la búsqueda de potenciales revisores (este punto suele ser un cuello de botella)”, elabora.
Más números especiales que ordinarios
Otra de las prácticas señaladas es que este tipo de revistas cuestionadas publican muchos especiales o monográficos. Sucede concretamente en MDPI, sostiene el estudio basándose en los datos de publicaciones.
En las revistas tradicionales, un número especial era (es) un mecanismo no muy frecuente cuando hay algún tema muy concreto de actualidad, que debe tratarse con cierta rapidez, explican Delgado y Martín-Martín. Pero MDPI abusa de ellos. “Lo está utilizando de manera masiva. En muchas de sus revistas la mayor parte de sus artículos se publican en estos números especiales”. Primera anomalía.
Segunda: “Estos especiales no los gestiona el equipo editorial normal de la revista, sino que invitan a editar a investigadores que estén interesados en ese tema. Y se ha cuestionado con frecuencia que los criterios de calidad de estos números especiales dependan del editor ocasional”, explican. O de la gente de su círculo cercano que pueda invitar a participar de él. “El filtro ya no está en la revista sino en el equipo editorial de ese número”, señalan Delgado y Martín-Martín.
MDPI dice que “carece de sentido” calificar sus prácticas de “estafa piramidal”. “La publicación de estas ediciones especiales se viene haciendo históricamente en todo tipo de editoriales (...) y son beneficiosas tanto para los autores como para los lectores. (...) Cada edición especial está organizada por uno o varios editores invitados. Su papel es establecer el alcance del número especial en cuestión, invitar a contribuciones y tomar todas las decisiones editoriales necesarias. Estos artículos están sujetos al mismo proceso riguroso de revisión por pares que cualquier otro artículo enviado a la revista: se recopilan al menos dos informes para cada manuscrito, tres si los dos primeros difieren sustancialmente”, explican.
Aguillo cree que es más simple. “MDPI ha conseguido posicionar una serie de revistas con buen nivel de impacto, y con estas prácticas tan agresivas están atrayendo a un colectivo muy concreto –que quizá está siendo algo engañado–, el de jóvenes investigadores, que pueden no tener recursos y para los que estas revistas cumplen dos condiciones: son accesibles y asequibles y sirven para la productividad en forma de sexenios”, cierra.
La revista Sustainability, de la editorial chino-suiza MDPI, fue la que más artículos de investigadores españoles publicó en 2020, con 1.417 trabajos. Le siguió International journal of environmental research and public health, del mismo grupo, que registró 1.414 publicaciones de científicos nacionales. Esta producción es superior a la de otras 123 categorías científicas, según el artículo El año que nos volvimos insostenibles: análisis de la producción española en Sustainability.
Esta cabecera ha pasado en nueve años de publicar tres artículos firmados por españoles a 1.417. Como la revista funciona por el método de que el investigador paga por publicar (APC), los autores calculan que Sustainability ingresó 2,5 millones de euros por estos artículos en 2020, aunque habría que restarle los descuentos que aplica a los centros de investigación.
“Este fenómeno de un tan alto número de trabajos se sitúa como un hito en la historia de la investigación española y justifica que se estudie en profundidad, pues en volumen excede a la producción española en muchas áreas”, escriben Rafael Repiso, Adoración Merino-Arribas y Álvaro Cabezas-Clavijo, investigadores de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) en su análisis.
El texto destaca que “varias son las características que hacen que esta revista sea atractiva a efectos de publicación”, que se resumen en que dan facilidades para ello: es válida a efectos de valoración curricular o acreditación del profesorado; tiene un “velocísimo” proceso de revisión y publicación; una política editorial respecto a los números especiales o monográficos en la que cualquier investigador es aceptado para dirigir un proyecto y no existen límites; “la transversalidad de la temática Sustainability, donde puede ser entendido que cualquier elemento que se estudie puede tener 'trazas' de sostenibilidad”; y las campañas de descuentos y gratificaciones.
Sin embargo, esas “facilidades” para publicar se convierten en “aspectos polémicos”, según los autores: se publican cosas que no son de su área (el 42,3% de los artículos “guarda una relación mínima o inexistente con la temática de la sostenibilidad”, lo que se solventa aludiendo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible “para justificar prácticamente cualquier temática”); la endogamia (el 63,1% de los textos fueron editados por autores de la misma nacionalidad y se detecta una “importante producción realizada por el mismo editor del monográfico o por colegas de la misma institución”); y un abuso de los números especiales, que pasan, por cifras, a ser los ordinarios (el 81,6% de las investigaciones se difundieron por este método).
Los autores explican que estos resultados son “preocupantes” para la comunidad científica por tres razones: porque aceptar artículos “que nada tienen que ver con la temática de la revista (...) afecta a la credibilidad de los procesos de validación”; porque “es llamativo que el modelo de publicaciones sea el de números especiales”; porque “es preocupante” que “la mayor parte” de los autores españoles publiquen en monográficos editados por autores también españoles“ o, más aún, todo quede entre compañeros de universidad; y porque ”los velocísimos tiempos [para publicar] pueden estar asociados a una reducción en la calidad del proceso“.
Repiso, Merino-Arribas y Cabezas-Clavijo concluyen recordando que “al tratarse de una revista de publicación exclusivamente electrónica, no cuenta con restricciones espaciales, y su cuenta de resultados depende del número total de artículos (de pago) publicados”.
––––––––––––––––––––
Antes de que dejes de leer...
elDiario.es se financia con las cuotas de 60.000 socios y socias que nos apoyan. Gracias a ellos, podemos escribir artículos como éste y que todos los lectores –también quienes no pueden pagar– accedan a nuestra información. Pero te pedimos que pienses por un momento en nuestra situación. A diferencia de otros medios, nosotros no cerramos nuestro periodismo. Y eso hace que nos cueste mucho más que a otros medios convencer a los lectores de la necesidad de pagar.
Si te informas por elDiario.es y crees que nuestro periodismo es importante, y que merece la pena que exista y llegue al mayor número posible de personas, apóyanos. Porque nuestro trabajo es necesario, y porque elDiario.es lo necesita. Hazte socio, hazte socia, de elDiario.es.