Vientos de cisma en la Iglesia alemana. El sector más reaccionario de la Curia vaticana y los obispos más ultraconservadores de Alemania se han aliado para poner en jaque la evolución aperturista de de la Iglesia germana, una de las más avanzadas del mundo que pone en cuestión doctrinas supuestamente inamovibles como la bendición de parejas homosexuales, la comunión a los divorciados o una progresiva democratización en la Iglesia.
Esta evolución –su 'Camino sinodal'– ha generado un pulso que enfrenta a tres poderosos cardenales vaticanos (que, además, aseguran tener detrás, sin pruebas, el respaldo del Papa) con la práctica totalidad de los obispos y laicos alemanes, que desde 2019, han emprendido un proceso de diálogo y consulta para contribuir, en la línea del Sínodo convocado por Francisco, a una Iglesia más participativa, abierta y con respuestas a los desafíos de hoy.
Un sector reaccionario del episcopado de Alemania ha logrado que Roma vuelva a negar legitimidad al órgano de debate de la Iglesia de Alemania. Esto ha llegado tras una polémica visita del noviembre pasado de los obispos alemanes a Roma donde se reunieron con el Papa Francisco. Pero, tras hablar con Bergoglio luego sufrieron una suerte de encerrona por parte del secretario de Estado, Pietro Parolin, el prefecto de Doctrina de la Fe, Luis Ladaria y el prefecto de la Congregación de Obispos, Marc Ouellet. Un trío conservador.
La visita acabó así sin acuerdo ya que los curiales, es decir, los conservadores, pidieron “suspender” el Camino Sinodal alemán, mientras que los obispos contestaron que el proceso seguía abierto, y no tenía por qué frenarse, .
La reciente nueva negativa vaticana hacia el camino alemán ha producido el bloqueo de toda posibilidad de acuerdo, a la espera de que Francisco consiga calmar la tempestad, o se pronuncie definitivamente.
¿Están obligados los obispos alemanes a participar en el Camino Sinodal? Esta fue la pregunta formal que presentaron, en diciembre, los obispos Rainer Maria Woelki, de Colonia; Bertram Meier, de Augsburgo; Stefan Oster, de Passau; Rudolf Voderholzer, de Ratisbona, y Gregor Maria Hanke, de Eichstätt, ante la Santa Sede. La respuesta, conjunta, de los cardenales Parolin, Ladaria y Ouellet fechada el 16 de enero no deja lugar a dudas: “Ni el Camino Sinodal, ni un organismo establecido por él, ni una conferencia episcopal tienen competencia para establecer el 'Consejo Sinodal' a nivel nacional, diocesano o parroquial”. Bloqueo a la apertura germana.
Uno de los instigadores, el cardenal Woelki, que está siendo investigado por falta de precisión a la hora de gestionar casos de abusos y económicos en su diócesis, y que en 2022 estuvo medio año alejado de ella, acogió con satisfacción la carta de la Curia. El purpurado, en declaraciones a la prensa alemana, admitió haber pedido a Roma aclaración sobre si los obispos contrarios a la medida estarían obligados a participar en dicho proceso. Aunque admitió que las reformas planteadas por la Iglesia alemana “son sensatas y necesarias” aunque “sólo en determinadas condiciones”.
¿Qué dice el Papa?
En el otro lado, el grueso del episcopado alemán, cuyo presidente Georg Bätzing, reaccionaba publicando la nota de Parolin, Ladaria y Ouellet, y asegurando que “el Consejo Sinodal se moverá de acuerdo al mandato contenido, dentro del derecho canónico vigente”.
En el seno de la Iglesia alemana hay malestar por la iniciativa emprendida por los cinco prelados, pero también por la respuesta de los tres miembros de los dicasterios vaticanos con quienes la Plenaria del episcopado germano ya tuvo una tensa reunión el pasado mes de noviembre en Roma.
Y es que tanto Parolin como, especialmente, Ladaria y Ouellet, están en contra de los pasos aperturistas dados por el 'Camino Sinodal Alemán'. Y la respuesta a unas “preguntas legítimas y necesarias” de estos cinco obispos, con el “conocimiento expreso y aprobación” del Papa Francisco, no hace sino ahondar la brecha existente entre quienes buscan una mayor libertad de opinión, y los que creen que eso significa romper con la comunión.
Según la carta vaticana, los obispos habían preguntado si estaban obligados o autorizados a participar en el Comité Sinodal, porque la Santa Sede había dejado claro en junio pasado que ese foro no tenía poder “para comprometer a los obispos y a los fieles en la adopción de nuevas formas de gobierno y de nuevas orientaciones doctrinales y morales”.
La misiva de Ladaria, Ouellet y Parolin añade que el Consejo Sinodal parece situarse “por encima de la autoridad de cada obispo en su diócesis”, y se muestran “abiertos para la continuación de un diálogo más profundo” al que ya se inició durante la visita ad limina.
En respuesta, Bätzing tildó la preocupación vaticana de “infundada”. “La Santa Sede ve el peligro de un debilitamiento del oficio episcopal, aunque yo experimento la consulta sinodal como un fortalecimiento de este oficio”, señaló el presidente de los obispos alemanes, quien añadió que el debate con Roma se retomará “a su debido tiempo”.
Bätzing también reveló su asombro por el hecho de que el Vaticano hablara de “Concilio sinodal”, aunque los obispos alemanes “todavía no han podido hablar con Roma sobre el contenido y los objetivos de la consulta sinodal a todos los niveles en la Iglesia de nuestro país”.
“No se trata principalmente de cuestiones dogmáticas, sino de cuestiones de cultura sinodal vivida en la deliberación y la toma de decisiones conjuntas. Nadie cuestiona la autoridad del episcopado”.
“Recogeremos la invitación de la carta para hablar oportunamente con Roma”, finaliza la carta de Bätzing, que añade que “el proceso actual refuerza mi conciencia de que la cooperación iniciada en el Camino Sinodal debe continuar para adquirir experiencia de responsabilidad compartida. No podemos delegar estas experiencias. Por ello, agradezco que gran parte del Consejo Permanente haya reafirmado la voluntad de aplicar la decisión de la Asamblea Sinodal sobre el Comité Sinodal y de iniciar las consultas”.
La mayoría de los obispos alemanes dispuestos a la reforma justificaron su participación en la “vía sinodal” y la consiguiente pérdida de poder diciendo que era una expresión de su autoridad episcopal renunciar voluntariamente al poder, argumento que no se recoge en los argumentos del Vaticano. Por el momento, la crisis parece lejos de cerrarse.
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