La Secundaria española es peculiar. La combinación de una etapa con más horas que en otros países europeos junto a la jornada intensiva, universal desde hace décadas en los institutos, deja al alumnado con unos días “maratonianos” que no tienen reflejo en el resto del continente. Damos más horas de clase, todas juntas y además en unos horarios que no favorecen el aprendizaje de los adolescentes, según han explicado los investigadores Marta Ferrero y Daniel Gabaldón en una reunión informativa del Science Media Center (SMC) España.
“Somos más bien una anomalía” en Europa, valora Ferrero, profesora y vicedecana de investigación y transferencia en la Facultad de Formación de Profesorado y Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. “Los estudiantes comienzan muchos días, quizá no todos, a las 8 de la mañana y terminan a las 14.00 o 15.00, con breves descansos. Esto hace que tengan unas jornadas escolares muy largas, en las que se junta el cansancio que se pueda acumular con el hecho de que por las mañanas estos estudiantes no están en las mejores condiciones para aprender, están un poco adormecidos”, explica.
Porque los adolescentes, sostiene la investigación, son seres entre vespertinos y nocturnos. Su curva de atención tiene dos picos, uno hacia media mañana, que luego cae, y otro sobre las cuatro de la tarde, según detalla Ferrero. Esto sugiere que todo el horario de los centros de secundaria está mal, señala Gabaldón, sociólogo educativo y profesor de Sociología de la Educación en la Universidad de Valencia. “Aunque ninguna se adapta de manera perfecta, los institutos deberían tener jornada partida, o en su defecto ser vespertinos”, asegura.
Los estudiantes de Secundaria españoles tienen 1.057 horas de clase anuales en cada uno de los cuatro cursos de la Secundaria obligatoria (ESO), según el informe Panorama de la Educación de la OCDE, publicado este martes. Con este dato, España es el país europeo que más horas tiene en esta etapa (de 12 a 16 años) de largo. Los escolares españoles pasan en clase un 20% más de horas que sus compañeros de continente (876 horas anuales de media en la UE de los 25), un 15% más si se toma de referencia la OCDE.
Dicho de otra manera: las 180 horas extra que cada año cursan los estudiantes españoles se traducen en que tienen unas cuatro horas presenciales más de clase cada semana, casi una al día. Y sucede además con otro elemento diferencial, aunque este lo compartimos con países como Francia o Bélgica. Se dan muchas horas desde el primer curso de Secundaria y luego no suben. En otros países se empieza en menos y se va subiendo poco a poco, o en otros casos se aumentan las horas lectivas anuales cada tres cursos.
Sin respuesta clara
Como el otoño, la polémica respecto a si es más apropiada la jornada continua o la partida en la escuela llega puntual cada septiembre. Es más habitual que verse sobre Primaria, porque en la Secundaria los días compactados que acaban a la hora de comer están normalizados desde hace décadas. La discusión suele mezclar varios argumentos diferentes: la conciliación de las familias, el rendimiento del alumnado o las condiciones laborales del profesorado son algunas de las líneas habituales de conversación. Educativamente, la única relevante es la que habla del rendimiento. Y no tiene una respuesta clara, aunque hay indicios.
Los abordó EsadeECPol en un informe en el que hace unos meses evaluaba la evidencia científica disponible sobre la cuestión. “No existe evidencia rigurosa sobre el efecto de la modalidad de jornada sobre el rendimiento académico, aunque algunos estudios correlacionales apuntan a que la jornada completa (o partida) está asociada a mejores resultados. Lo que sí existe es evidencia abundante y robusta sobre cómo el tiempo (lectivo y no lectivo) en la escuela supone un impacto positivo en los alumnos en términos académicos y socioemocionales; también que la jornada completa (o partida), con un almuerzo temprano y una pausa después, se adapta mejor a los biorritmos de los alumnos y mejora su salud, ciclos de sueño y bienestar”.
La jornada continua afecta (para mal) sobre todo a quien va peor, porque aunque son habituales los programas de extraescolares está demostrado también que estos acaban decayendo con el tiempo. “La idea de poner todas las horas juntas y hasta luego parece más la de llenar un tanque de gasolina. No tiene que ver con la educación, que pide un ritmo más pausado, más reflexivo”, opina Gabaldón.
La OCDE también cree que resta más que suma y le ha propuesto a España que directamente la elimine para mejorar el rendimiento escolar. En su informe Propuestas para un plan de acción para reducir el abandono escolar temprano en España, realizado en colaboración con el Ministerio de Educación y la Comisión Europea, la organización asegura que “se ha demostrado que pasar más tiempo en el centro educativo permite elevar las tasas de graduación y mejorar el aprendizaje y otros indicadores sociales y conductuales. Las investigaciones tienden a corroborar que estas ventajas son más notables en el caso de los alumnos desfavorecidos. España podría considerar la posibilidad de adoptar un enfoque similar por las ventajas que podría aportar”.
¿Influye el horario en el fracaso escolar?
Los investigadores evitan establecer una relación causa-efecto directa, pero creen que la distribución horaria en los institutos influye en el fracaso escolar. “Quizá parte de la culpa de que haya tanto fracaso en 1º de la ESO (cuando el alumno transiciona de un colegio a un IES) se debe a que les cambiamos totalmente el ritmo: se añade un tercio más de horas lectivas y además tienen que ir una hora antes, cuando en teoría deberían ir más tarde”, desliza Gabaldón.
Ferrero está de acuerdo. “No digo que sea culpa de la intensiva, pero seguro que no ayuda ni a aprender más ni a tener más motivación por el aprendizaje. Hay mucha investigación que dice que tener a un alumno de secundaria atendiendo a las ocho de la mañana no son ni mucho menos las condiciones óptimas para aprender”, argumenta.
Gabaldón sostiene que hay ejemplos, y cita un estudio que concluyó que en los exámenes que se ponen por la mañana los estudiantes que van por las mañanas a clase rinden mejor que los que van por la tarde. “Sin embargo, cuando los ponían por la tarde, los matutinos rindieron muy bien. Podría pensarse que bajarían el rendimiento, pero no. Los matutinos están todavía en su rango de actuación por la tarde. Por la tarde desaparece ese efecto cronotipo”, expone Gabaldón.