El fin del estado de alarma no significa el fin de la pandemia, y el avance de la vacunación no termina con toda la peligrosidad del coronavirus. España llegó al 9 de mayo, primer día sin el amparo legal de la alarma para decretar confinamientos y toques de queda, con 198 casos de COVID-19 por cada 100.000 habitantes. Un riesgo alto, fruto de mucha disparidad entre comunidades: 35 en la Comunitat Valenciana, 401 en Euskadi. Pero al margen de la incidencia acumulada, otro indicador es más claro sobre la situación. En seis comunidades las UCI están saturadas, es decir, por encima de una ocupación solo por COVID del 25%, lo asociado al “riesgo muy alto” en el semáforo que acordaron el Ministerio de Sanidad y las comunidades.
La tendencia en casi todas en los últimos días es a la baja, pero la situación es crítica en la Comunidad de Madrid, un 41,3% de ocupación solo por COVID. Le sigue Euskadi (36,07%), La Rioja (32,08%), Catalunya (32,6%), Aragón (32,17%) y Cantabria (25,42%). Castilla-La Mancha y Castilla y León, ambas con más del 24%, rozan el riesgo muy alto. Algunas de las más afectadas han presionado sin éxito al Gobierno para que mantenga la alarma, que nada más finalizar ha dejado imágenes de fiestas y botellones en diversos puntos del país. Pero el Ejecutivo se ha limitado a habilitar el recurso ante el Supremo, como ha anunciado Canarias, una opción que el propio tribunal ha cuestionado, y ha descartado cambios en la ley que permitan aprobar restricciones que vulneren derechos fundamentales sin estado de alarma.
En el otro lado de la tabla, cinco comunidades (Extremadura, Comunitat Valenciana, Galicia, Murcia y Baleares) están en los índices que el Ministerio considera normales o bajos, hasta el 10% de ocupación. El resto, la tienen entre 10 y 25%, y la media se queda en un 21%, riesgo alto. La inmunización avanza, más del 80% de los mayores de 60 ya tiene una dosis de la vacuna y esto ha aplacado la mortalidad de la cuarta ola. Pero el virus está tan expandido que los datos de la campaña todavía no son suficientes para que las UCI se liberen, además de que el perfil mayoritario de paciente está cambiando a uno más joven con más posibilidad de supervivencia pero que por tanto pasa más tiempo ingresado.
Esas ocupaciones por una sola enfermedad suman al cansancio acumulado entre los sanitarios de un largo año de pandemia y trabajo sinfín en el que de hecho se han estirado los límites de la capacidad base de las UCI (están extendidas), e implican que no se puedan atender a otros pacientes con otras patologías adecuadamente, comenta la doctora María Cruz Martín Delgado, presidenta de la Federación Panamericana de Terapia Intensiva y jefa de Servicio de Medicina Intensiva en el Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz (Madrid). El pasado 30 de abril, Euskadi, la segunda en situación más grave en el indicador de UCI, anunció que tenía que suspender al menos por dos semanas la actividad en los quirófanos de los hospitales de toda la región por el repunte de ingresos por coronavirus, algo que no se veían obligados a hacer desde la primera ola.
“Llevamos dos semanas con los quirófanos a medio gas, no teníamos personal suficiente de UCI para atender los pacientes. Es verdad que no estamos en el peor momento, pero estamos tensionados”, señala un enfermero de UCI del Hospital Txagorritxu, en Vitoria. El sanitario explica que en los últimos días la curva de ingresos ha bajado “poco a poco”, pero en las unidades de críticos el descenso es todavía más lento. Su centro, además, acoge todavía hoy pacientes derivados de Donosti, donde hace unos 20 días los casos comenzaron a dispararse hasta colapsar el hospital. “En los últimos tres o cuatro días se nota la bajada, pero estamos aún muy llenos”, certifica Ricard Ferrer, jefe del área en el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y presidente de la Sociedad de Medicina Intensiva (SEMICYUC).
Mucha ocupación de una sola enfermedad
El Ministerio sitúa la barrera de la ocupación extrema en el 25%, pero la doctora Martín Delgado la rebaja a alrededor del 20% porque, explica, antes de la pandemia, la media de ocupación UCI en general en España estaba siempre alrededor de 80%: “Todo lo que vaya más allá del 20% es un extra a todas las patologías que ya tenemos de base. No hay recursos habituales para más, con todo el equipamiento y personal especializado, al menos no mantenidos en el tiempo”. Por ejemplo: “La gripe cada invierno podía suponer un 5%, pero cuando llegaba la época ya sabías que iba a ocurrir y que se necesitaba un despliegue. Más de un 5% para una sola enfermedad ya es una ocupación que limita los recursos que tenemos de camas de intensivos”.
Llevamos un año y dos meses contando los días, uno detrás de otro. Seguimos viendo a muchas personas ingresar y morir en nuestras unidades. Además de profesionales somos personas, y entendemos las ganas de normalidad, pero el problema sanitario continúa
La ocupación de toda la Comunidad de Madrid, ese 41%, es “todavía muy alta y preocupante”, valora Martín Delgado. También por el primer factor que mencionaba: el cansancio de los profesionales. “Llevamos un año y dos meses contando los días uno detrás de otro”, lamenta Martín Delgado, también ex presidenta de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC). “Seguimos viendo a muchas personas ingresar y morir en nuestras unidades. Es muy complicado. Además de profesionales somos personas, y entendemos muchas cosas y que la gente tenga ganas de normalidad. Pero el problema sanitario no está resuelto, las cosas todavía pueden empeorar y al menos pedimos que la gente no se comporte incluso con más celebración de lo que haría en otros momentos de mayor normalidad”, añade, en referencia a las imágenes de los festejos por el fin del estado de alarma.
En Euskadi la situación es especialmente grave. Aunque la tendencia de los casos indica una bajada, ha salido del estado de alarma con el doble de incidencia de la media de España y una ocupación de UCI (36%) que supone cien pacientes críticos más que cuando entró. Eso preocupa al Gobierno vasco, que ha intentado sin éxito presionar para intentar mantener la alarma y al que la justicia ha tumbado el toque de queda y cierre perimetral que quería mantener. Y para los sanitarios, pensar en un incremento de ingresos agudiza el agotamiento que arrastran desde hace más de un año: “Nos sentimos cansados y frustrados, también enfadados porque escuchamos esto de que hay que convivir con el virus, y es comprensible, pero hay una diferencia entre encerrarse en casa e incumplir las normas sanitarias”, añade el enfermero de Vitoria.
Desde el Vall d'Hebron, Ferrer confía en que se consolide la bajada de ingresos en las UCI “que estamos viendo en estos últimos días”, pero advierte de que “tenemos por delante varias incertidumbres que no sabemos cómo van a afectar”. Entre ellas, el fin del toque de queda –Catalunya lo ha descartado aunque mantiene el límite de reuniones de seis personas–, pero también la vacunación, que avanza con ritmo. “Debemos evitar que en estas semanas que nos quedan hasta que se logre la inmunidad de grupo haya un incremento de los contagios que vuelva a tensionar las UCI”, piensa el intensivista, que recuerda que las unidades de críticos, al menos en comunidades como Catalunya o Madrid, no han llegado a niveles mínimamente “aceptables” de ocupación en ningún momento de la pandemia.
Cuando salimos del primer estado de alarma estatal por COVID-19, España contaba 8 casos por cada 100.000 habitantes. Del segundo, este 9 de mayo, casi 200. Pero la incidencia, coinciden expertos, es un indicador actualmente desvirtuado por el efecto de la vacunación: la tasa de casos ya no se corresponde exactamente con la tasa de hospitalización, como sí lo hacía cuando el virus circulaba a su libre albedrío. “Sigue siendo importante”, indican desde la Sociedad Española de Salud Pública SESPAS, porque las incidencias muy altas “nos estarán diciendo la velocidad a la que se transmite el virus, el riesgo de posibles escapes a vacunas, y el riesgo de saturación de hospitales, que si circula muy alta puede pasar a no ser aceptable entre jóvenes incluso”. Pero habrá que tomar como referencia, principalmente, los excesos de mortalidad y ocupación hospitalaria para hacer una foto fija del virus, y actualmente éstas señalan el riesgo extremo todavía en varias comunidades.