Seonmi Choi: “Asociamos las infecciones transmitidas por mosquitos a países pobres, pero también llegarán a Europa”
Seonmi Choi aterrizó en Madrid desde Ginebra el lunes y el miércoles estaba de vuelta en su oficina en la sede del Fondo Mundial para la lucha contra el VIH, la tuberculosis y la malaria. La responsable de clima y medioambiente de este organismo, uno de los mayores receptores y gestores de fondos público-privados para paliar la epidemia de estas tres enfermedades infecciosas, ha pasado la mayor parte de su estancia en España encerrada en el Ministerio de Sanidad, que ha sido anfitrión de una jornada sobre la transformación de los sistemas sanitarios ante el cambio climático de la Organización Mundial de la Salud.
“Acción, acción, acción”, dice con una sonrisa al salir de una de estas conferencias para atender a elDiario.es en la única entrevista que ha concedido en España. “Me habría gustado venir en tren, pero son demasiadas horas. La próxima vez, de vacaciones”, promete frente al Museo del Prado, uno de los lugares más visitados de Madrid. “¿Aquí hay sequía?”, pregunta durante la sesión de fotos. Después, durante la entrevista que sigue, advierte de las inundaciones, los ciclones, la escasez de agua, la contaminación y la inseguridad alimentaria. Prefiere hablar solo de su área, el cambio climático y su impacto en salud. “Sobre otra cosa sería solo una opinión personal”, advierte. Pero hay un mensaje que tiene claro: “El cambio climático es una de las mayores amenazas para la erradicación del VIH, la malaria y la tuberculosis en 2030”.
¿Cuáles son los efectos más importantes del cambio climático en la salud?
Son muy diversos, pero ya estamos observando impactos generalizados en la salud de la población y en los sistemas sanitarios y su capacidad para salvar vidas. Me gustaría diferenciar dos tipos. Uno es el impacto directo en vidas y en las enfermedades sensibles al cambio climático. El otro es indirecto, por ejemplo, la gente que ha tenido que desplazarse por las inundaciones sin precedentes en Pakistán o por los ciclones en Mozambique o Madagascar, que no están bien cuantificados.
Es muy difícil es hablar del futuro del cambio climático, porque depende de cuántos gases de efecto invernadero emitamos y de cómo mejoren los países sus capacidades de adaptación
Que no estén cuantificados, ¿supone un problema?
Sí. A nivel mundial, los actores involucrados en el cambio climático y la salud se están uniendo para comprender mejor la magnitud del problema. Cuando hablamos de cambio climático en general, hablamos de impactos observados, lo que ha ocurrido en el pasado y lo que está ocurriendo ahora. Es muy difícil hablar del futuro, porque es una escala temporal muy larga, así que es complicado predecir posibles repercusiones. Depende de cuántos gases de efecto invernadero emitamos y de cómo mejoren los países sus capacidades de adaptación. Hay muchas variables, pero basándonos en la información disponible, desde el Fondo Mundial nos centramos en apoyar a los países en los que ya se están observando los impactos del cambio climático. Tenemos que actuar de inmediato, ya sea a través del análisis de datos, del desarrollo de capacidades y formación de los sanitarios y de las comunidades o con financiación adicional, para hacer frente a estos impactos inmediatos.
¿Sigue siendo un horizonte realista erradicar la pandemia de VIH para 2030?
Va a ser muy difícil alcanzar los objetivos en las tres enfermedades que combatimos, VIH, tuberculosis y malaria. Hay muchos factores, pero el cambio climático, en conexión con otros conflictos geopolíticos y socioeconómicos, es una de las mayores amenazas para la consecución de esas metas. La malaria es una enfermedad muy sensible, por la temperatura, la humedad y los cambios en las precipitaciones. La temporada de lluvias está directamente relacionada, por ejemplo, con la infección grave de paludismo infantil y esta estacionalidad cambiante está dificultando mucho la adaptación inmediata de los programas de control. Aquí estamos en fase de comprensión y prueba, de pilotaje. En muchos países del África subsahariana los menores de cinco años son de las mayores víctimas. Pero también es importante señalar que la comunidad sanitaria ha hecho un trabajo asombroso para avanzar.
Los niños son los más afectados por los efectos de la crisis climática en la salud.
Cuando trabajaba en Unicef decíamos que la crisis climática es una crisis de los derechos de la infancia. En el caso de la malaria, la mayoría de muertos son niños, especialmente los más pequeños, y la comunidad internacional no le está dando la suficiente importancia. Tenemos que trabajar en eso, porque si la gente se preocupa realmente por los niños, puede suponer un impulso muy grande para las políticas contra el cambio climático.
La covid frenó los avances en tuberculosis, que mata a más de un millón de personas al año. ¿Se ha recuperado la tendencia previa?
Las cosas están mejorando rápidamente, pero aún queda mucho camino por recorrer para alcanzar el nivel anterior. Por mi parte, puedo contarte que los vínculos entre el clima y los factores ambientales y la tuberculosis está muy claro. La contaminación es un factor de riesgo muy bien establecido para esta infección y el cambio climático está empeorando la calidad del aire. Además, las comunidades afectadas por la tuberculosis suelen vivir en zonas muy propensas y expuestas a otros riesgos relacionados, como inundaciones, calor extremo o acumulación de residuos.
El 87% de las personas con malaria están en los 50 países más afectados por la crisis climática. ¿Están notando ya los efectos?
Desde el Fondo Mundial destinaremos el 70% de nuestra financiación durante los próximos tres años, unos 9.000 millones de dólares, a los 50 países más vulnerables frente al clima. Cuando miramos cómo se solapa esa vulnerabilidad climática con al carga de malaria, convergen en un 87% de los casos. Por ejemplo, las zonas altas de Etiopía, Kenia e incluso Uganda no estaban expuestas a riesgo de transmisión de malaria, pero en la última década estamos viendo cómo se está produciendo la transmisión debido al aumento de la temperatura media. En Pakistán, tras las inundaciones, vimos un aumento de casi cinco veces más casos de malaria. Y esto también esta relacionado con los ciclones de Malawi, Mozambique y Madagascar, que aumentan el riesgo de más casos, pero también dificultan el acceso a la atención sanitaria y a productos sanitarios, como mosquiteras y medicamentos arrastrados por el agua.
Las enfermedades transmitidas por vectores no solo van a afectar a aquellos países donde las tasas de malaria son muy altas, sino incluso a Europa, a Madrid, a Corea y a esos países donde la mayoría de la gente piensa que es una enfermedad de la pobreza
¿La expansión de mosquitos va a dibujar un nuevo mapa mundial de enfermedades infecciosas como la malaria, el dengue o el chikungunya?
Las enfermedades transmitidas por vectores [los mosquitos] son muy importantes. La enfermedad dominante en la que trabaja el Fondo Mundial es la malaria, que afecta al África subsahariana, Asia meridional y el sudeste asiático, pero si nos fijamos en otras partes del mundo, como el propio sudeste asiático o América Latina, el dengue, el zika y el chikungunya están en aumento.
Las enfermedades transmitidas por mosquitos no solo van a afectar a aquellos países donde las tasas de malaria son muy altas, sino incluso a Europa, a Madrid, donde la mayoría de la gente piensa que es una enfermedad de la pobreza.
Todavía estamos tratando de definir el alcance del problema que tenemos delante, pero creo que las enfermedades transmitidas por vectores no solo van a afectar a aquellos países donde las tasas de malaria son muy altas, sino incluso a Europa, a Madrid, a Corea y esos países donde la mayoría de la gente piensa que es una enfermedad de la pobreza.
La longitud de costa con vibrio es cada vez mayor. ¿Le preocupa el cólera?
Desde el Fondo Mundial no solo nos dedicamos a nuestra misión principal, que es el VIH, la tuberculosis y la malaria, también estamos estudiando un mecanismo integrado de vigilancia de enfermedades, para ayudar a los países a detectarlas con más antelación y gestionarlas mejor. Muchos países están priorizando las enfermedades sensibles al clima, como el cólera y las diarreicas, transmitidas por el agua, que también forman parte importante del problema. Esto no solos afectará al cinturón tropical, también a las latitudes septentrionales, en función de las diferentes condiciones.
Cuando hablamos de los efectos del clima en la salud, tenemos que tener en cuenta los factores socioeconómicos. Si los factores climáticos aumentan, todavía es posible tener un menor impacto si se cuenta con un buen sistema de purificación de agua, de gestión de residuos o de infraestructuras de saneamiento. Nosotros intentamos entender cómo podemos ayudar al sistema sanitario a estar mejor equipado para afrontar estos factores climáticos y no climáticos, pero es un rompecabezas muy complejo. Volviendo al caso de la malaria, estamos luchando incluso con la resistencia antimicrobiana y a los insecticidas; los mosquitos están cambiado su comportamiento y subiendo más al norte, donde se alimentan con más frecuencia. Y todo esto está pasando al mismo tiempo, pero, en lugar de quedarnos paralizados, tenemos que acelerar inmediatamente en aquello que sabemos que funciona.
¿Es posible que los esfuerzos económicos por revertir los efectos de la crisis climática puedan repercutir, en negativo, en el dinero que se invierte en sanidad?
Se calcula que se necesitan unos 2,4 billones de dólares al año para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o para mejorar nuestra resistencia a los impactos climáticos. La financiación de la lucha contra el cambio climático, por si sola, tiene enormes necesidades de inversión en este ámbito, pero es que la salud se encuentra todavía en una fase muy temprana de influencia en el debate sobre su inclusión en todo el mecanismo de financiación de la lucha contra el cambio climático. Hay muchas prioridades que compiten entre sí, pero este año hay mucha atención puesta en la salud.
El auge de políticas conservadoras que, a menudo, se asocian con una acciones menos ambiciosa plantea un camino muy difícil
En la COP 29, en Azerbaiyán, el mundo tiene que adoptar un nuevo objetivo de financiación climática y hay muchos sectores involucrados. Necesitamos inversiones enormes en infraestructura, energía, transporte, agricultura, agua y silvicultura, y la salud se destaca poco porque el sector aún no ha cuantificado de una manera coherente sus necesidades y dónde debería realizarse la inversión hoy, en 2030 y en 2050. Sin embargo, en la mayoría de países se dedica buena parte de las finanzas públicas a la sanidad, que cuenta con herramientas de gestión, pero el vínculo entre la financiación sanitaria y la climática aún no se ha establecido.
¿El panorama político internacional es propicio a invertir en mitigar el cambio climático?
No puedo hacer predicciones, pero, con todas las elecciones en marcha, estamos de acuerdo en que va a ser un camino muy difícil por el auge de políticas conservadoras que, a menudo, se asocian con una acción menos ambiciosa. Va a ser duro, pero nos centraremos en la defensa de los derechos, en hacer oír la voz de las comunidades y en no depender únicamente de un gobierno. Tenemos que aprovechar el poder de la sociedad civil.
En 2022, el 76% de los 39 millones de personas con VIH en el mundo estaba en tratamiento y en el 71% el virus era indetectables (no pueden transmitirlo). ¿Cómo afectan las sequías o los fenómenos climatológicos adversos al suministro de esos fármacos en zonas más vulnerables?
En el cuerno de África y el Sahel estamos viendo un número récord de poblaciones desplazadas debido a las sequías o a otros fenómenos meteorológicos adversos y graves. En Zambia, las inundaciones están moviendo a miles de personas. Ahora imagina a esas comunidades con VIH o a grupos vulnerables a los que estamos apoyando en términos de prevención, diagnóstico, tratamiento y seguimiento. Estamos teniendo una brecha enorme, porque en las poblaciones desplazadas es muy difícil tener un seguimiento. Por no hablar de otros riesgos relacionados, como el impacto del clima en la seguridad alimentaria, que en muchos países de renta baja y media se está viendo perjudicada. Los problemas de nutrición tienen un impacto directo en las comunidades afectadas por VIH, tuberculosis y malaria y las personas con desnutrición tienen resultados sanitarios mucho peores.
¿Esos problemas de seguridad alimentaria llegarán a Europa?
Diría que España y la mayoría de países europeos han hecho un análisis bastante detallado del impacto actual y futuro en los principales sectores, entre los que se incluye la agricultura. No tengo los datos concretos, pero ya están viendo sequías en el sur de España y en otros países de Europa occidental, que son muy importantes para la producción agrícola y que afectan a la disponibilidad de alimentos nutritivos y buenos, aquí y en otros países donde se importen. En Mongolia, por ejemplo, las sequías e inundaciones en China, India o Tailandia, repercuten directamente en el acceso a alimentos de buena calidad.
Sin embargo, en Europa estamos viendo que las protestas de los agricultores están frenando la agenda verde.
Esto se escapa del Fondo Global, pero es de mis tiempos en la ONU. La transición energética se centra principalmente en la eliminación gradual de los combustibles fósiles, así que tenemos que apoyar a la gente que se gana la vida con eso, para que estas industrias desaparezcan lo antes posible. Creo que esto debería aplicarse también al sector agrícola. Por ejemplo, si queremos regular los pesticidas y los insumos de alto contenido en carbono, tenemos que brindar políticas de protección social hacia una transición justa. Es muy fácil decir que tenemos que hacer una transición hacia modelos de cero emisiones de carbono. Sin duda, a largo plazo es bueno para todos lo sectores de la sociedad, pero los pequeños agricultores dependen de ingresos inmediatos y los medios de subsistencia se ven afectados por los entornos normativos.
¿Los países han pasado a la acción? ¿Qué pueden hacer ya, hoy mismo?
Las economías desarrolladas ya saben lo que tienen que hacer. Y los países de renta baja y media en los que opera el Fondo Mundial hacen lo que pueden dentro de sus posibilidades. Están tratando de reforzar la resiliencia de sus sistemas de salud. El sector salud debe contar con un mecanismo de financiación sostenible para seguir prestando atención a la población y con programas específicos para cada enfermedad. Países como Etiopía ya están incorporando la información climática a sus mecanismos de vigilancia. Todavía estamos aprendiendo, pero los países hacen lo que pueden.
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