Ellos de médico o superhéroe, ellas de princesa o enfermera y cada vez más con el apellido “sexy” como complemento. La hipersexualización de los más pequeños es solo uno de los problemas de los disfraces durante carnaval, una época en la que el sector realiza hasta el 40 por ciento de sus ventas anuales.
La oferta de un disfraz de “enfermera sexy”, dirigido a niñas pequeñas (incluso de 4 a 6 años) y anunciado con la foto de una menor, provocó la queja de Facua-Consumidores en Acción, que lo ha denunciado ante la Fiscalía de Menores de Madrid. Esta publicidad “sexista sugerente” de las menores atenta contra la legislación española, según afirma el presidente de la asociación en la capital, Daniel Rubio.
Disfrazarse, como cualquier otro juego, forma parte del “proceso de socialización y aprendizaje” de los más pequeños, asegura en declaraciones a Efe la directora de la Fundación Mujeres, Marisa Soleto. Por ello, estos casos pueden tener una incidencia “nefasta” en las políticas de igualdad encaminadas a explicar a las niñas que cuando sean mayores pueden ser lo que quieran.
Y el inconveniente de este tipo de disfraces es que “lanzan a las niñas el mensaje de que ellas podrán ser lo que quieran, pero lo que más va a importar siempre es que estén sexys”, insiste.
La hipersexualización es solo la punta del iceberg, lo visible, del verdadero problema: los estereotipos diferenciadores que aún existen en la sociedad.
Según la plataforma de venta Ebay, los disfraces de niñas más vendidos corresponden a distintas princesas de dibujos animados, mientras que los niños se visten de faraón o Darth Vader.
“No hay más que entrar en una juguetería y no tienes ningún problema en identificar dónde están los juguetes de las niñas, porque todo es rosa”, se lamenta Soleto.
En carnaval se reproduce esta “división sexual” entre los más pequeños mediante los disfraces, que atribuyen a ellas los papeles pasivos y de indefensión, y a ellos los más activos. E, incluso, cuando hay un disfraz femenino de una profesión activa en la que la participación de las mujeres es escasa, como el de bombero, este se visualiza de manera sexualizada, como en la imagen que acompaña a esta noticia.
Por ello, la directora de Fundación Mujeres pide que la coeducación entre en el juego desde la infancia y que “rompa la división de roles”, para que las actividades ofrecidas a las niñas y niños sean reflejo de la sociedad igualitaria que se pretende conseguir.
Sin embargo, el sexismo no es el único problema que entrañan los disfraces en carnaval, ya que la principal preocupación de los padres suele ser la seguridad de sus hijos. Las asociaciones de consumidores advierten cada año del peligro que pueden causar tanto estos como sus complementos, sobre todo si no se adquieren en establecimientos fiables.
Los disfraces para menores de 14 años se consideran juguetes, por lo que deben estar correctamente etiquetados con el logo CE y sus instrucciones de uso, como avisa CECU.
Además, si el niño es menor de 7 años, los disfraces no pueden llevar cordones cercanos al cuello y, al comprar máscaras, hay que asegurarse de que los orificios sean de un tamaño adecuado para evitar riesgos de asfixia.
Las pelucas tienen que ser de materiales no inflamables y los complementos no deberían ser punzantes ni constar de piezas pequeñas que puedan ser tragadas.
OCU advierte sobre la utilización del maquillaje, pues “no todas las pinturas valen”, y recomienda aquellos hechos al agua, mucho más fáciles de aplicar y de quitar, para prevenir reacciones alérgicas que puedan sufrir los más pequeños.
Y, por último, para evitar riesgos, animan a seguir algunas medidas básicas como evitar las aglomeraciones, tener cuidado con el material pirotécnico, no perder de vista a los más pequeños o mantener la distancia de seguridad con las carrozas para, así, poder disfrutar de unos carnavales seguros.