Madres quemadas: las consecuencias psicológicas de la pandemia se ceban con las mujeres con hijos
“No tengo un diagnóstico, pero nado en la ansiedad. Vivo en el esfuerzo constante, lo que era una cosa provisional y que minimicé se ha convertido en una rutina, en trabajar sin parar asumiendo que tienes una niña al lado que antes más o menos se entretenía y que ahora está desatendida. Ahora mismo no tengo ninguna gratificación en mi vida”. Lo dice María, de 37 años, que desde que se declaró el estado de alarma teletrabaja y cuida sola de su hija pequeña la mayor parte del día. Su caso ilustra los resultados de varios estudios que indagan sobre la consecuencias psicológicas o laborales de la pandemia y que apuntan hacia un mismo sitio: las mujeres con empleo e hijos pequeños son el colectivo que más está sufriendo el impacto en su salud mental y emocional.
Un informe sobre las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento liderado por la Universidad del País Vasco pone de manifiesto hasta qué punto existen diferencias de género a la hora de analizar cuál es el impacto en la salud mental de la crisis del coronavirus. Según el estudio, que ha entrevistado a 6.829 personas, un 46% ha experimentado un incremento del malestar psicológico general, pero las mujeres informaron de una escalada más acusada: el 12% dijo que había subido “mucho” frente al 6,8% de los hombres. Ocurre lo mismo de manera sistemática en todas las variables analizadas. La investigación, que ha sido apoyada por el Ministerio de Universidades, obtiene sus resultados en base a una escala del 1 al 5, siendo 1 “ha disminuido mucho” y 5 “se ha incrementado mucho”.
Aproximadamente una de cada tres personas ha sufrido dificultades para concentrarse, pero las mujeres de forma más severa (el 46,5% de mujeres la reportaron frente al 35,6% de hombres), también mayores dificultades para “desconectar de las preocupaciones”. La diferencia es aún más acusada cuando hablamos de ataques de ansiedad o angustia: el 25% de los hombres y el 44% de las mujeres relatan un aumento de estos episodios. Los sentimientos depresivos, la culpa o la desesperanza también presentan diferencias de género y ellas han visto reducidos de forma más intensa sus niveles de confianza y optimismo, serenidad o relajación, vitalidad y energía.
La investigación no ha profundizado en las causas porque el objetivo era ofrecer una “visión general”, explica Arantxa Gorostiaga, miembro del departamento de Psicología Social y Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Universidad del País Vasco y una de las autoras del estudio. No obstante, la investigadora apunta a que “probablemente” estos resultados estén relacionados “con que muchas mujeres se han visto en la situación de teletrabajar y hacerse cargo del cuidado de sus hijos e hijas”. En general, explica, “hay muchos indicadores psicológicos que suelen tener mayor incidencia en las mujeres” y que “unidos a esta situación de crisis han podido verse agravados”.
La segunda oleada de un estudio en el mismo sentido elaborado por la Cátedra extraordinaria UCM-Grupo 5 Contra el estigma, que ha entrevistado a 1041 personas entre el 13 y el 27 de abril, muestra datos que indican que “es el género femenino el que está resultando más vulnerable a la ansiedad, la depresión y al estrés postraumático”.
El psicólogo Jesús Linares, uno de los profesionales que ha estado atendiendo el teléfono de atención que el Ministerio de Sanidad puso en marcha durante algunas semanas corrobora que el estrés derivado de la carga de cuidados ha sido uno de los motivos de las llamadas; “una inmensísima mayoría” de mujeres “que se veían desbordadas” por esta razón. “Hemos visto mujeres que trabajaban desde casa y la pareja estaba fuera, y en este sentido tenían la principal carga de cuidados, y también casos en que los dos estaban en casa, pero la pareja se desentendía porque solo se dedicaba al trabajo”, explica. El principal problema “era que no podían desconectar ni un segundo, no tenían tiempo para ellas ni para hacer una actividad agradable”, así que presentan una sintomatología “de mucha ansiedad y estrés mantenido en el tiempo”. “Les acababa afectando a su estado de ánimo general. Empezaban con ansiedad e iban cayendo en un bucle de sintomatología depresiva”, cuenta el psicólogo.
Al menos dos investigaciones han señalado ya que la brecha de género en los cuidados está agrandándose durante la pandemia: la carga de trabajo reproductivo que ha recaído totalmente en los hogares no se está distribuyendo equitativamente y las mujeres son las responsables principales mientras trabajan al mismo tiempo. Uno de estos proyectos, liderado por varias investigadoras de la Universidad de Valencia, que han hecho cientos de entrevistas y encuestas, concluye, entre otras cosas, que las mujeres con hijos que teletrabajan están soportando la mayor parte del estrés del confinamiento. “Algunas sienten que están todo el día trabajando ya que tener flexibilidad de horarios se convierte en una demostración continua y un ejercicio de responsabilidades para con sus superiores, porque están trabajando a la vez que están cuidando, y eso es durante todo el día”, asegura la socióloga Empar Aguado.
La investigadora también relata cómo las mujeres con hijos y teletrabajo tienden a desarrollar estrategias como retrasar el momento de ir a la cama o levantarse antes que el resto de la familia para poder organizar su jornada y las tareas de cuidados. El seguimiento escolar de los hijos, señalan también en sus resultados provisionales, suele desarrollarse mayoritariamente por las madres, “algo que se ha convertido en un elemento de ansiedad y estrés añadido”.
De una situación temporal a la incertidumbre
“Al principio fue adaptarse a una situación, intentar ver cómo resolverla pero sin saber el alcance que iba a tener, buscar la supervivencia de estar con los niños en casa y estabilizar los ingresos, porque muchas mujeres se han quedado sin empleo o en ERTE. Pero cuando ves que esto se alarga en el tiempo, que sigues en casa con los niños sin la infraestructura necesaria para seguir adelante y con la carga emocional de estar sin otras personas adultas, la angustia crece”, cuenta Carmen Flores, presidenta de la Federación de Asociaciones de Familias Monoparentales (FAMS). Flores confirma que la responsabilidad de seguir con los hijos las tareas del colegio y de proveer de atención a niñas y niños más pequeños mientras se trabaja está suponiendo “un desgaste emocional y mental tremendo” para muchas de estas mujeres.
La psicóloga y escritora de feminismo terapéutico María Fornet explica que la ansiedad, los despertares y el insomnio, los problemas de autoestima, el estado de agitación, la pérdida de esperanza, los nervios o la dificultad para contener el llanto son algunos de los síntomas expresados por muchas mujeres. “Nos estamos encontrando un problema de estrés brutal, que es una puerta de entrada a todos los problemas de salud mental y también física de nuestro siglo: ansiedad, depresión, infartos, problemas cardiovasculares...”. Fornet confirma que las mujeres siempre han mostrado mayores niveles de estrés y depresión, aunque alerta del riesgo de “patologizar” la experiencia de ser mujer, y asocia esta situación tanto a la “opresión” que las mujeres experimentan diariamente en un mundo machista y al pacto fracasado de corresponsabilidad.
“Ahora caen las infraestructuras de cuidados y nos encontramos que las mujeres están asumiendo unas cargas enormes: la carga mental, son las directoras de operaciones de sus hogares, son cuidadoras, enfermeras, psicólogas y también trabajadoras. Este pacto que se suponía que existía entre hombres y mujeres de 'tú y yo trabajamos y alguien nos cuida a los niños' ha desaparecido. Sigue sin haber esos pactos reales de conciliación”, explica. Las consecuencias de estos niveles de ansiedad y estrés son acumulativas, alerta, y de mantenerse pueden derivar en efectos a medio y largo plazo.
“Es como un estrés constante. Lo tienes cuando estás trabajando con la enana al lado, pero también cuando por fin te puedes liberar del cuidado y te tienes que meter en una habitación para intentar hacer lo que no has hecho el resto del día en el trabajo, aunque concentrarse bien es imposible. Y todo esto metida en casa todo el rato. Es como si todo fuera un problema tuyo, tú te lo guisas, tú te lo comes”, concluye María.
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