“Es imposible un turismo sostenible con 29 millones de pasajeros cada año, aunque todos sean ecologistas y vayan en bicicleta. Tenemos que parar y retroceder. Es como cuando un coche va disparadísimo por la autopista: primero tiene que frenar y después conducir más lento”. La metáfora es de Amadeu Corbera, presidente del GOB Mallorca, una entidad ecologista que lleva décadas luchando por el medio ambiente y la biodiversidad de la 'hermana mayor' de las Baleares. “Sufrimos una gran saturación y masificación. El archipiélago es un territorio muy pequeño, con los recursos muy limitados, desde el agua hasta la energía... Hemos pasado el límite de lo que es razonable”, añade.
La celebración de la COP26 en Glasgow vuelve a poner el foco en las consecuencias del turismo masivo y su contribución a la crisis climática. Unas secuelas que pueden afectar intensamente a los territorios frágiles, donde la sostenibilidad pende de un hilo.
Baleares ejemplifica este reto: con una extensión limitada, soporta cada verano una fuerte carga demográfica como consecuencia de un modelo económico basado en el turismo de masas. El cálculo es sencillo: cuantos más visitantes, mayor contribución a la crisis climática y mayor impacto en el ecosistema.
“O somos sostenibles o no seremos”
El Govern está convencido de que es posible conjugar el turismo con la preservación del medio ambiente. “O somos sostenibles o no seremos. El turismo debe ser objeto de un debate profundo”, comenta Juan Pedro Yllanes, vicepresident del Govern, quien forma parte de la Delegación Española de la COP26.
En Glasgow, Yllanes busca abordar, entre otros temas, la “resiliencia” ante la crisis climática de las regiones insulares, una realidad difícil para Balears o la isla de Dominica. Este lunes, el ministro de Asuntos Exteriores de Tuvalu, Simon Kofe, se ha metido en el mar para dar su discurso en la Cumbre del Clima. Kofe, con traje, atril y también con el agua hasta las rodillas, ha querido mostrar así el impacto del cambio climático en su isla. “Tenemos que abrir un debate serio sobre nuestro modelo económico, partiendo de la constatación de que el motor seguirá siendo el turismo. El Govern tiene una enorme preocupación por plantear un turismo diferente para conseguir la sostenibilidad”, dice Yllanes.
El Ejecutivo de Francina Armengol ha dado varios pasos en este sentido: ha aprobado una 'ecotasa', ha legislado para proteger el fondo marino y ha aprobado medidas para limitar la circulación de coches y para reducir el consumo de plásticos. Yllanes defiende esta gestión: “Este catálogo de medidas parte de un instrumento esencial, la Ley de Cambio Climático, que nos llevó a la declaración de emergencia climática. No es una declaración simbólica”. El Govern también ha puesto en marcha campañas para concienciar a los turistas, por ejemplo, sobre la falta de recursos hídricos.
Los ecologistas, sin embargo, creen que no es suficiente: “No se ha visto compensado con una reducción de las plazas turísticas o un decrecimiento en el número de turistas. Las leyes aprobadas van en la buena dirección, pero sin una mirada integral para repensar el modelo económico, basado en el crecimiento infinito, estas normas quedan sin efecto”, comenta Corbera.
100 billones de toneladas de CO₂ en 20 años
Según los datos de la entidad ecologista Terraferida, el Aeropuerto de Palma ha recibido a 194,5 millones de pasajeros en los últimos 20 años, unos 1,4 millones de operaciones aéreas. La asociación, tras cruzar los datos del Eurostat y las coordenadas de los aeropuertos de origen, calcula que los kilómetros recorridos de los vuelos de estos aeropuertos a Palma (y la vuelta) suman unos 2.835.706.028 km en 20 años. Es la distancia de ir de la Tierra a Saturno y volver.
Si multiplicamos esta distancia por el número de pasajeros transportados en la ida y la vuelta y por 90, obtenemos los gramos de COâ emitidos (90 g de COâ por km y pasajero es la media más común): las emisiones de COâ suman 99.930.550.043.300 toneladas (100 billones de toneladas en 20 años). Si este carbono se liberase de golpe, subiría en 15 ppm el COâ en la troposfera.
El GOB Mallorca critica que, lejos de plantear un decrecimiento en el número de pasajeros, AENA piensa en crecer: “Va a reorganizar el aeropuerto y prevé una normalidad de 29 millones de visitantes al año a partir de 2026. Si en 2019, que fue el año récord de toda la historia, hubo unos 29 millones de pasajeros, ahora este escenario récord pasaría a ser lo mínimo. Es un crecimiento encubierto”.
El Govern, por su parte, reconoce que es necesario disminuir la emisión de gases de efecto invernadero y de gases nocivos. Yllanes pone el foco en el transporte y en las centrales térmicas. “Tenemos una enorme presión del transporte privado terrestre, 0,87 vehículos por habitante, una ratio insostenible para un territorio tan pequeño y tan frágil”, comenta.
¿Hay espacio para tanto turista?
Con la llegada del verano, la población de Balears se duplica: de los 1.171.543 habitantes censados en el archipiélago (datos de 2020 del IBESTAT) a las 2.039.687 personas que forman parte de la población flotante en temporada alta (este dato representa el pico de la población flotante en el verano de 2019, el previo a la pandemia).
La gran pregunta es: ¿hay espacio para tanto turista? Para Corbera, no: “Podemos tener un turismo sostenible, pero no con estas cifras. Hay una limitación de las plazas turísticas, pero no es eficaz. Actualmente, que estamos saturados, no hemos llegado todavía a esas plazas turísticas máximas. Es decir, hay margen de crecimiento”.
Destrucción de espacios naturales
No solo es el avión, también es el barco: la llegada de cruceros a Baleares se ha multiplicado en los últimos años, a pesar de las protestas de los grupos ecologistas. En 2019, los datos de Puertos del Estado revelaban que Baleares fue el destino español con más cruceros (818) y el segundo destino español de turismo de cruceros (2.656.443 personas).
La proliferación del turismo náutico en las islas ha llevado consigo otra consecuencia: la destrucción de la posidonia, cuyas praderas constituyen una importante fuente de oxígeno y ayudan a mantener las famosas aguas cristalinas del archipiélago. Esta joya medioambiental, conocida como el “pulmón del Mediterráneo”, crea cinco veces más oxígeno que una de selva amazónica y se está muriendo por efecto del turismo y la contaminación.
El vertido de las aguas residuales y las anclas de los barcos (que arrasan con todo lo que se encuentran a su paso) han reducido considerablemente las praderas de esta planta en los últimos años. El Govern ha aprobado una ley para proteger la posidonia y se están repoblando las praderas, pero el GOB Mallorca advierte que, sin un decrecimiento del fondeo y de las barcas y sin los recursos suficientes para vigilar, la ley pierde eficacia.
Un futuro de energía 'verde'
Yllanes defiende que el futuro de las islas pasa, entre otras vías, por cambiar el modelo energético –por ejemplo, Balears ha creado una eléctrica pública–. Las energías renovables juegan un papel fundamental en este proyecto de transición energética: “Queremos tener un 25% de energía renovable en 2023”, comenta el conseller.
“También tenemos un proyecto ilusionante, que cuenta con el respaldo de Ursula Von der Leyen: 'Green Hysland', la producción de hidrógeno verde en Mallorca, que esperamos que sea una realidad a finales de año. Significa una apuesta por el desarrollo de las renovables como única forma de garantizar el futuro de las generaciones venideras en este territorio absolutamente privilegiado, pero enormemente frágil por su condición insular”, añade.
Precisamente el GOB Mallorca ha registrado una iniciativa legislativa popular en el Parlament balear para que las administraciones tengan en cuenta el impacto medioambiental futuro de las medidas que toman en el presente, como señala Corbera: “Obligaría a las instituciones a contemplar la justicia intergeneracional en todos sus planes y actuaciones. Es una ley pionera en el Estado español”.