“Con el Carande empezó todo”. La fuente se sienta, saca una pila de papeles y realiza su primera afirmación categórica. Otras personas lo corroborarán después. El Centro de Estudios Superiores, Sociales y Jurídicos Ramón Carande, que perteneció primero a la Universidad Complutense de Madrid y luego se integró en la Universidad Rey Juan Carlos, fue el embrión de (casi) todos los males de la URJC.
En este centro entraron a trabajar y se conocieron en los 90 —en algunos casos se conocían ya y por eso entraron— prácticamente todos los que hoy se están viendo envueltos en el escándalo del máster de Cifuentes y antes en los plagios del exrector Fernando Suárez. Allí coincidieron el propio Suárez, el también exrector Rogelio Pérez Bustamante, Teresa Feito, la mujer que intermedió por Cristina Cifuentes ante la URJC cuando saltó el escándalo, el profesor del curso Pablo Chico de la Cámara, que trabajó para el PP, la profesora Laura Nuño (subdirectora del insituto de Álvarez Conde), y toda una serie de personajes vinculados al Partido Popular, como Fernando García Rubio, Chuky, imputado en la Púnica, o Jesús Calvo Soria, ídem en la Gürtel. Entre otros.
También sale del Carande algún otro del que no se habla, pero que varias fuentes confirman como uno de los principales forjadores —en un segundo nivel, por debajo del poder— de la red de apoyos de la URJC: Jorge Urosa, el más importante de “los Urosa”, cuatro hermanos muy relacionados con el PP, con Gustavo Villapalos, el consejero que puso en marcha la URJC, con Ana Mato y con conexiones por toda la universidad.
De Pérez Bustamante a Suárez
El Ramón Carande fue creado en 1990 con sede en Vicálvaro. Empezó como un centro universitario vinculado a la Universidad Complutense de Madrid hasta que el 1 de octubre de 1998 pasó a integrarse en la Universidad Rey Juan Carlos. Y con él, todos sus trabajadores. Pero para ese año el trabajo ya estaba hecho.
En 1996, Gustavo Villapalos, consejero de Educación del Gobierno de Alberto Ruiz Gallardón en aquel momento y padre de la URJC, puso de director del centro a Rogelio Pérez Bustamente, catedrático de Historia del Derecho, futuro rector de la URJC. La buena relación entre ambos duraría cuatro años.
El secretario general de Pérez Bustamente en el Carande en esa época era Fernando Suárez Bilbao, el conocido como “rector plagio” en la Universidad. Suárez había entrado en el centro entre 1991 y 1992. La relación entre director y secretario general, calificada de “amistad” por algunas fuentes, iba a ser beneficiosa sobre todo para Suárez: Pérez Bustamente presidió el tribunal que aprobó su tesis, este le copió varios párrafos de una de sus obras para su tesis (“algunas personas han querido ver cosas, pero nunca se ha podido demostrar nada”, explica Pérez Bustamante a eldiario.es, que se desmarca de los plagios) y aquel le promocionó por la universidad, aunque el primer intento de darle una plaza de profesor acabó en manos de Jorge Urosa. Suárez se desquitaría con el promotor de todo años más tarde, cuando en 2014 la URJC invistió doctor honoris causa a Gustavo Villapalos siendo Suárez rector.
“Me negué y les estorbaba”
Ya desde antes de la llegada de Pérez Bustamente al centro se sucedían las prácticas irregulares, según las misma fuentes. “Empezaron a meter a gente afín”, explica un extrabajador. De aquella época hay rastro en las hemerotecas por la contratación de 25 personas (algunas informaciones hablan de 24) en un proceso cuanto menos oscuro que llevó a la Asamblea de Madrid a pedir la comparecencia de Pérez Bustamante, quien plantó al menos dos veces a los diputados. Uno de los que entró en estos procesos supuestamente irregulares fue Rubén Urosa, hermano de Jorge, que ya por entonces era director de Extensión Universitaria en el Carande, según contaba la prensa del momento.
Pérez Bustamente niega, en conversación con este diario, que formara parte de aquellos tejemanejes. “Cuando se estaba construyendo el Carande había muchos intereses”, admite. “Pero yo soy una persona de universidad, solo tengo vocación intelectual, una carrera académica, y soy ajenos a los intereses políticos. Me negué a participar en algo que no fuera estrictamente universitario y, por lo visto, les estorbaba y me hicieron una moción de censura”, argumenta.
Aquel episodio, el de la moción de censura, fue extraño. Pérez Bustamante llevaba dos meses en el cargo cuando la presentó uno de sus vicerrectores, Enrique Otero, quien le había apoyado para ser rector y que le sucedería en el cargo. “No se puede censurar cuando no se ha hecho gestión”, se indigna Pérez Bustamente. Y señala: “Fue una moción política, no universitaria”. No lo nombra, pero se refiere a Villapalos. El mismo que le había colocado al frente del Carande. En los cuatro años que pasaron de 1996 al 2000, Pérez Bustamante pasó de tener el apoyo del consejero de Educación a verse apartado, según su versión, por la misma persona. “Algo pasaría entre medias”, se observa. Opta por callar y se remite a su negativa a participar de los intereses políticos respecto a la universidad.
Pero eso sería más tarde. Antes, en 1998, el Ramón Carande se integró en la URJC, que se había creado dos años antes. La integración supuso la asimilación por parte de la universidad de todos sus trabajadores. Entonces, además de los citados Urosa o los dos futuros rectores Suárez y Pérez Bustamante, ya estaban en el centro Teresa Sánchez Magdaleno (quién tuvo puestos de confianza con los tres rectores polémicos: fue exgerenta general de la URJC con Suárez, exgerenta del campus de Vicálvaro con Trevijano y exjefa del Gabinete de Dirección del Carande con Pérez Bustamante), Chico de la Cámara o personas relacionadas con la política y el PP como Juan Andrés Díaz Guerra o el mencionado Chuky. Muchos de ellos pasaron de ser personal laboral a funcionarios entre los años 2000 y 2001 como consecuencia de la integración del Carande en la URJC.
“En aquellos años, la universidad no tenía Estatutos”, recuerda un trabajador. Dato importante, porque permitía mucha libertad de acción a los directivos del centro. El “rector-comisario” —el primero del centro— era Guillermo Calleja, un catedrático de Ingeniería Química que provenía de la Universidad Complutense. Como no había Estatutos, Calleja fue nombrado a dedo por Villapalos, con quien tenía relación de su época común en la UCM.
Los Urosa
“En esos años hacían y deshacían lo que querían”, recuerda una persona que vivió aquellos procesos, y mandaba “Jorge Urosa”, dice. El hermano mayor de la saga. El primero en entrar en el Carande de la mano de Villapalos.
La relación de los Urosa con Villapalos comenzó en la Universidad Complutense. Jorge fue director de un colegio mayor en la UCM. Según algunas fuentes, los hermanos apoyaron al futuro consejero de Educación para convertirse en rector de la UCM. Luego, Villapalos los apoyó a ellos. A casi todos, por varias vías. Por la vía UCM también se explica la relación de Jorge Urosa con Cristina Cifuentes. Cuando él dirigía el Colegio Mayor Antonio de Nebrija ella hacía lo propio en el femenino Miguel Antonio Caro. Ambos están pegados.
Despúes, Jorge Urosa entró en el Ramón Carande —centro público financiado por la Comunidad de Madrid del consejero Villapalos— el 1 de octubre de 1995. Años más tarde, el propio Villapalos dirigiría su tesis, que leyó en la Universidad de Burgos. En ese mismo tribunal estaba como vocal Rogelio Pérez Bustamante.
Detrás de Jorge se metieron en el Carande sus hermanos David y Rubén. Este último accedió a una de las 25 plazas polémicas del Carande que “solo salió anunciada en el tablón de anuncios del centro”, según admitió el propio Jorge a El País en 1999. Esta práctica sigue realizándose hoy en día en al URJC, o al menos lo hacía hace un par de cursos, contraviniendo toda la normativa sobre la publicidad debida que deben tener las convocatorias de plazas públicas. El profesor del centro Antonio Cuerda explica el funcionamiento de estas prácticas en esta carta abierta. Jorge Urosa no ha contestado a las preguntas de eldiario.es para confirmar su papel en el centro.
Solo tres meses después del desembarco de Rubén Urosa en el Carande, Villapalos le nombró director general de Juventud en la Comunidad de Madrid. Él es la conexión directa, aunque no la única, de los Urosa con el PP. En 2012, ya de la mano de una Ana Mato con la que haría carrera, Rubén fue nombrado director General del Instituto de la Juventud, un centro adscrito al Ministerio de Sanidad que dirigía Mato.
Allí, este Urosa se hizo célebre porque envió una circular a sus empleados públicos por la que les prohibía criticar al Gobierno en público: “La formulación de críticas u opiniones sobre las medidas que el Gobierno de la nación proyecta adoptar en el ejercicio de sus funciones (…) no resulta compatible con los deberes que incumben a los empleados públicos”, les advertía.
El último de los hermanos Urosa es José Luis, que está en la Universidad Complutense. Como admitió Jorge a El País en 1999, en medio del escándalo de las plazas irregulares del Carande que afectó a su hermano y comparándose con los Fernández Ochoa, “a nosotros nos gusta el mundo de la Universidad por tradición familiar”.
Varias fuentes confirman que Jorge Urosa “copaba todo”. “Urosa lo movía todo. Quién iba a la URJC, quién no. Los catedráticos decían: 'Aquí, lo que diga Urosa, que es lo que dice Villapalos'”, cuenta un antiguo empleado.
Su último destino ha sido el Instituto Integral de Formación Permanente de la Universidad Rey Juan Carlos, un centro desde el que “hacen y deshacen a voluntad”, con absoluta falta de transparencia, según algunos empleados de la URJC. También es el delegado del rector para centros adscritos y títulos propios externos de la universidad. Desde ese puesto está relacionado, entre otros, con el Instituto de Derecho Público del máster de Cifuentes y con otros centros como el Emile Noel, de Rogelio Pérez Bustamante, su exjefe en el Carande.
Un exempleado zanja: “Así empezó todo el follón que tenemos ahora. Con Villapalos y esta familia, fundamentalmente”. Otras tres personas lo confirman sin pestañear. Ni siquiera era la época de Pedro González-Trevijano y Fernando Suárez, cuando se acabó de instaurar en la URJC el “modelo Bankia” —como lo definen trabajadores del centro— de favores a cambio de lealtad.