“Desde pequeñita he ido a jugar al fútbol con mi padre al parque”. Casi en el mismo momento en que empezó a andar, Isabel Navas practicó el deporte que hoy es su sueño y parte de su profesión. “No era nada serio, lo hacíamos para pasar las tardes. Nos montábamos una portería con lo que fuese y tirábamos tiros. Es algo que siempre voy a recordar”, cuenta a eldiario.es.
Las horas jugando con su padre la llevaron a apuntarse, cuando tenía seis años, al equipo de fútbol sala de su colegio. “Solo estábamos otra chica y yo. Eran todo chicos y jugábamos contra chicos”, relata. “No me sentía excluida, pero sí diferente”; por eso, decidió buscar un club femenino del que formar parte. Así llegó a La Meca de Rivas, el equipo de su barrio.
En sus primeros años como futbolista, la que hoy es portera en el juvenil del Madrid Club de Fútbol Femenino, jugaba de mediocentro. Esa posición le permitió protagonizar un hito en su primer equipo del que se siente orgullosa: “Recuerdo marcar el primer gol de la historia de mi club femenino. Me produjo una sensación de felicidad enorme y de plenitud, porque estaba haciendo algo que me apasionaba”.
Con solo 17 años y más de dos lustros de carrera –desde que comenzó en el equipo masculino del cole–, y tras pasar por La Meca de Rivas y el Rayo Vallecano, Isabel está a un paso de la universidad. “Me gusta mucho estudiar y me gusta mucho la Química”, relata. El curso que viene –si todo va bien– partirá a EEUU para prepararse para cumplir sus dos sueños: ser jugadora de alto nivel y dedicarse a la investigación. “Si tuviese la oportunidad de vivir solamente del fútbol, lo haría. Me gustaría tener el trabajo como un plus, un trabajo por vocación, de lo que yo quiera hacer”, cuenta.
En España, mientras que los futbolistas profesionales pueden dedicarse exclusivamente a sus carreras deportivas, son pocas las mujeres que pueden hacerlo. Las futbolistas no cuentan aún con un convenio colectivo que regule sus condiciones laborales: muchas siguen jugando sin contratos profesionales, obligadas a compaginar su actividad con otros trabajos, sin cobertura por baja o por embarazo y con salarios ridículos. Tras más de un año de negociaciones, la Asociación de Clubes de Fútbol Femenino y los sindicatos llegaron a un acuerdo de convenio que, sin embargo, la patronal aún no ha firmado.
“No solo es el año anterior a la universidad el que luchan las chicas y el que se esfuerzan en el colegio, sino que esto viene de mucho antes”. Habla Jesús, el padre de Isabel, que cuenta que hasta llegar a tener la oportunidad de acudir a EEUU, el camino no ha sido fácil: “Ha habido mucho trabajo y se ha tenido que quitar de cosas, como salir con las amigas, para esforzarse al máximo por intentar conseguir una oportunidad y un sueño, que si se cumple y se hace realidad, será una explosión”.
Isabel será una de los muchos españoles que cada año tratan de conseguir una beca para marcharse a estudiar a EEUU y poder apostar de la misma manera por su carrera académica y deportiva. Algo que hoy está cada vez más a la orden del día, pero que antes no era tan habitual.
Sara Sanaú tuvo que esperar hasta los 21 años para ello. “Ser futbolista era mi sueño desde pequeñita, siempre se lo había dicho a mis padres”. Sanaú –que hoy está en el Zaragoza CFF y compite en la Liga Reto Iberdrola– empezó a pelear por ello con cinco años, cuando comenzó a jugar al fútbol. “Hasta los 12 estuve jugando con chicos, porque entonces no había equipo femenino”. Con 17, recibió la llamada del Zaragoza, que estaba en primera división y quería que se uniera a sus filas. “Les dije que esperasen un año, que quería centrarme en la selectividad”, confiesa en conversación con eldiario.es.
Sara llegó al equipo con 18 años. Era la temporada 2010/2011 y pudo debutar en primera división. Permaneció en el club durante dos años, hasta que supo, gracias a una amiga, que si se marchaba a EEUU, podría compaginar el fútbol al más alto nivel con el estudio de una carrera universitaria. Aunque tuvo miedo “por el cambio de país y de idioma”, apostó por la oportunidad: “Me decidí y me fui. La verdad es que fue una experiencia increíble que no cambiaría jamás”.
Title IX, mismas oportunidades sin importar el género
Según AGM Education, en EEUU hay más de 1.500 universidades que tienen un equipo de fútbol formado por mujeres. A diferencia de lo que ocurre en España, en ese país se apuesta de manera decidida por el deporte femenino. Entre otras cosas, eso es así gracias al Title IX, una ley federal aprobada en 1972, que obliga a las universidades a tratar esta disciplina de la misma manera que se hace con su versión en masculino, ofreciendo en ambos el mismo presupuesto, medios, instalaciones y número de becas.
Desde que Sanaú se marchó a EEUU, en la temporada 2013/2014, hasta su vuelta, hace un año y medio, ve bastantes diferencias, todas a favor: “Creo que ha habido un salto increíble. La verdad es que hemos crecido bastante, y yo creo que se va a seguir evolucionando y si firmamos este convenio, más incluso”. La jugadora destaca que, además, cada vez hay más internacionales en los equipos, lo que “también hace que el nivel suba”, y que, por otro lado, es positivo “el [creciente] número de entrenadores que están más cualificados”.
Técnicos como Miguel Lozano, que lleva 28 años entrenando en EEUU –23 en equipos universitarios– y ha venido a Madrid a buscar “chicas muy técnicas, con mucha ambición por el deporte y muy competitivas” para llevarse al otro lado del Atlántico.
Lo ha hecho en un evento celebrado esta semana en Madrid, en el que varias jóvenes han mostrado su talento a once entrenadores llegados de universidades estadounidenses para optar a una beca deportiva allí. Además, han podido reunirse con niñas que quieren ser futbolistas en un acto organizado por AGM Education, Inspiring Girls y la Embajada de EEUU en Madrid.
Desde AGM Education explican que en los últimos quince años “unas 800 chicas se han repartido más de 60 millones de dólares en becas en EEUU, gracias a su trayectoria en diferentes disciplinas”. Para acceder a una de estas ayudas, es importante tener un buen nivel deportivo, no jugar profesionalmente, terminar el Bachillerato y pasar los exámenes SAT (similar a la selectividad en España) y TOEFL (que mide el nivel de inglés).
Como técnico, Miguel Lozano aprecia las mejoras que se están produciendo –aunque despacio– en el deporte femenino en España y, concretamente, en el fútbol que, en 2018, tenía 65.091 federadas, según el Consejo Superior de Deportes.
La firma del convenio colectivo se retrasa
Mientras, las jugadoras siguen esperando la firma del convenio colectivo, que sería el primero de la historia de esta disciplina en España. El retraso en las negociaciones para lograrlo las llevó a una huelga general en noviembre de 2019, que paró los partidos durante el 16 y el 17 de ese mes y que fue desconvocada el día 18, tras acercar posturas las diferentes partes.
El acercamiento derivó en la firma de un preacuerdo el 20 de diciembre, que dio paso al anuncio de la rúbrica del convenio definitivo para el 15 de enero. Un mes después, sin embargo, aún no se ha producido esa firma, aunque la asociación de clubes aseguraba estos días que llegaría pronto. La situación está cansando a las jugadoras, que hicieron visible su malestar este 9 de febrero durante la final de la Supercopa de España: cuando tenía que comenzar el encuentro, las futbolistas se quedaron paradas durante 30 segundos en señal de protesta.
El gesto se ha extendido a los partidos de la Copa de la Reina. Las compañeras de los otros equipos de primera división han decidido unirse y han parado durante el primer medio minuto de cada uno de los encuentros de octavos. “Creo que está bien que haya acciones de protesta, para poder presionar y conseguir finalmente la firma”, declara Sanaú.
“Yo creo que el convenio es fundamental para profesionalizar el fútbol femenino y garantizar unos mínimos de derechos a las futbolistas. Espero que se pueda cerrar lo antes posible para seguir avanzando”, termina Sara.