El suicidio en España está en máximos. Pero, a pesar de que cada año más personas se quitan la vida, se trata de un “problema de salud pública que se oculta debajo de la alfombra”, según la opinión de expertos en salud mental de la Sociedad Española de Psiquiatría (Sespsiq).
La Organización Mundial de la Salud publicó el 4 de septiembre su primer informe global sobre el suicidio en el que España aparece con una tasa por 100.000 habitantes, baja y en descenso respecto a 2000. Con una ratio de 7,1, se encuentra por debajo de la media europea, que está en el 14,1. ¿Por qué? “Es lo que estamos investigando”, explica Lucas Giner, de la Sespsiq. Sólo Italia (6,4), Reino Unido (6,9), Albania (6,5), Chipre (5,2) y, sobre todo, Grecia (4,9) están por debajo de España.
Juan José López Ossorio, psicólogo clínico experto en suicidio, no está de acuerdo con la presentación de la OMS. “Las 3.559 personas que se suicidaron en 2012 –según el Instituto Nacional de Estadística– supusieron en realidad un incremento del 13,3% respecto al año anterior y marcó una tasa del 7,6, un pico desde 2005”. López-Osorio aclara además que “se trata de un fenómeno infradeclarado. El volumen es mayor”. Dar la sensación de que los suicidios están en remisión no es lo más sabio, a juicio del especialista.
Este psicólogo explica que existen bolsas de “cifras negras”. Y las sitúa en los accidentes de tráfico y los laborales. El suicida que utiliza el coche no se distingue de otro siniestro. Así “puede cobrarse un seguro”, cuenta. Igual ocurre en los lugares de trabajo. “Si no se describe una etiología de suicidio, puede haber indemnización”. Con todo, este especialista aclara que el método más utilizado con diferencia es “el ahorcamiento. En España, la gente se ahorca”. Otros dos métodos globalmente habituales según la OMS son “la ingestión de pesticidas y las armas de fuego”, por lo que insiste su documento en que mantener a las personas con factores de riesgo alejadas de estos instrumentos es “clave” para prevenir intentos.
Giner señala algunas teorías sobre las que se trabaja acerca de la peculiaridad de España. “Parece que la religiosidad ofrece cierta protección, en especial la religión católica. En ese sentido España e Italia muestran bajas tasas”. Además, en “países islámicos, las comunidades cristianas también tienen tasas más bajas”, remacha.
Sin embargo, destierra algunos mitos como el del clima y las horas de luz: “Los estudios no han mostrado una relación contundente”. Lo que sí subraya como un punto importante es “el desempleo. Se ha relacionado los incrementos de suicidios con las subidas del paro”. Con todo, el doctor incide en que, a pesar de estar en cifras comparativamente más bajas “es un problema grave”.
Tanto Giner como López Ossorio coinciden en que la cantidad de muertes y sus causas serían motivos más que suficientes para lanzar planes específicos. “No los hay”, aseveran. Y, también los dos, recuerdan los recursos económicos y de conciencia que se han utiizado con las muertes en la carretera. “Hace ya tiempo que el suicidio es la primera causa de muerte violenta, muy por delante de los siniestros de tráfico o los homicidios”. De hecho, los últimos datos de 2012 reflejan que esas 3.500 muertes multiplican por más de dos las de las carreteras que fueron 1.309.
“Allí donde se han llevado a cabo programas específicos se ha reducido las tasas ya que hay muchos casos prevenibles”. De hecho, Giner recuerda que “en el 90% de los suicidios había enfermedad mental. Pero persiste una clara falta de diagnóstico de estas patologías”. No es una causa pero sí un factor. “El principal desencadenante, y puede atestiguarlo cualquier profesional, es la ruptura amorosa”, puntualiza el psicólogo López Ossorio.
¿El hecho de que la tasa española sea baja facilita la pasividad por parte de las administraciones? López Ossorio no ve la relación directa. “Se trata de voluntad, porque en otro problema como el de los asesinatos machistas, España también está por debajo de la media internacional y sí ha contado con recursos económicos y de atención”. Sencillamente “no se habla del suicidio, ni en particular ni en general”, avisa Giner. “Existe un tabú evidente”, añade el psicólogo. “Es un mito que si se habla de suicidio se incita. Eso no es cierto. La clave es cómo se habla de ello”.