“Los supervivientes españoles de los campos nazis nos dijeron 'cuéntalo', pero España no lo ha hecho”
Nueve mil trescientos españoles y españolas pasaron por campos de concentración nazis. Sus relatos son estremecedores, pero se conocen poco en nuestro país. “Los supervivientes hicieron un juramento: vivir para contarlo. Pero a pesar de ello en España se han silenciado sus historias”, lamenta Esther Calcerrada, sobrina nieta de Enrique Calcerrada Guijarro, uno de los presos republicanos españoles que logró salir con vida del campo de concentración de Gusen, donde estuvo cuatro años, desde 1941 a 1945.
“Cuando consiguió la libertad lo ingresaron en un hospital, en el que permaneció casi dos años. Era joven, tenía 26 años en 1945, pero las secuelas debieron ser tremendas”, relata. “Yo no conocí su historia hasta que fui adulta. Mi tío abuelo escribió sus memorias del campo y en 2003 se publicaron. Mi padre me regaló el libro. Cuando lo leí no daba crédito. Desde entonces he tratado de que su historia y la de otros salga a la luz, porque claramente en este país se ha apostado deliberadamente por el silencio”, indica en conversación con elDiario.es.
Un recorrido por las 'piedras de la memoria'
Desde hace unos años varios familiares de víctimas españolas del nazismo se coordinan a través del movimiento Triángulo Azul, dentro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Este martes, víspera del Día Internacional para el Recuerdo de las Víctimas del Holocausto, algunos se reunieron en la calle Bravo Murillo de Madrid, para realizar un breve recorrido por algunas zonas de la ciudad señalizadas con las llamadas Stolpersteine –'piedras de la memoria' o literalmente, en alemán, 'piedras que hacen tropezar'– una iniciativa ciudadana que recuerda a supervivientes y asesinados españoles en campos de concentración nazis.
A falta de proyectos oficiales, las propias familias impulsan la colocación de estas piedras en varias ciudades de nuestro país, junto a edificios donde vivieron las víctimas. Las Stolpersteine están realizadas por el alemán Gunter Demnig, quien ideó esta iniciativa hace años. Desde entonces el escultor ha creado más de 70.000 piezas que han sido instaladas en 24 países, en recuerdo de víctimas de 24 nacionalidades. Cuando Jesús Rodríguez e Isabel Martínez, activistas de la memoria histórica, conocieron el proyecto en un viaje a Alemania, enseguida se plantearon extenderlo a España. Ya se han colocado unas cuantas decenas, y la intención es proseguir.
Miguel Nogués es nieto de Juan Antonio García Acero, un carabinero que permaneció leal a la República y terminó siendo asesinado en el campo nazi de Gusen, subcampo de Mauthausen: “Mi abuelo se quedó viudo, con seis hijos, poco antes del estallido de la Guerra Civil, en mayo de 1936. Cuando comenzó la guerra, se mantuvo fiel a la República y luchó en varios frentes, primero defendió la Casa de Campo en Madrid y posteriormente se fue a Barcelona”, relata en conversación con elDiario.es.
Españoles como material de experimento nazi
“Tenemos un par de postales que envió a mi tía –que cuidaba a mi madre y a sus hermanos– en 1937 desde Catalunya. Después ya tuvo que irse a Francia, allí estuvo en el campo de concentración de Argelès, entre otros. Formó parte de un batallón de trabajadores extranjeros, le destinaron a reforzar una línea de tren, allí le cogieron los nazis y le enviaron a varios campos, pasó por Mauthausen y, posteriormente, el 15 de febrero de 1941, le enviaron al campo de concentración de Gusen”, cuenta.
Cuando las autoridades alemanas contactaron con la dictadura franquista para determinar el destino de los prisioneros españoles, el Gobierno de Franco se negó a protegerlos. “No contaron con la protección de España, las autoridades fueron informadas pero se abstuvieron, a pesar de que había hasta presos menores de edad”, relata en conversación con elDiario.es el historiador Benito Bermejo, especializado en el estudio de los deportados españoles.
Félix Quesada fue uno de esos presos. Tenía 14 años cuando entró en el campo nazi de Mauthausen. “Salió vivo, cosa que no es habitual, porque dos tercios de los españoles murieron en aquellos campos”, indica Bermejo. La mayoría de las víctimas mortales fallecían de hambre, por trabajos forzados –lo que los nazis llamaban ‘exterminio por trabajo’– o por enfermedad, sin atención médica. Los nazis llamaban a los españoles “los de la España roja”.
“Unos 450 españoles fueron directamente asesinados en la cámara de gas, a unos 40 kilómetros de Mauthausen”, informa Bermejo. “Es posible que en algunos casos ya estuvieran en las últimas, pero creyeron conveniente gasearlos, posiblemente con un objetivo experimental, para tomar nota de cómo funcionaban esos procedimientos que estaban desarrollando para matar a gente a gran escala, lo que posteriormente pondrían en práctica a partir de 1942, principalmente para el exterminio de los judíos”, indica.
“Esos 450 gaseados españoles fueron material de experimentación para esas prácticas de exterminio posteriores. Incluso el equipo técnico encargado de llevarlas a cabo fue el mismo, que se trasladaría más al este, a los campos de Polonia, donde empezaron a practicarse las matanzas a gran escala en cámaras de gas”, señala.
Juan Antonio García, el abuelo de Miguel Nogués, fue asesinado en Gusen el 23 de diciembre de 1941, con 48 años de edad. “Entró por la puerta y años después salió por la chimenea”, dice Nogués con la voz emocionada.
“El campo de entrada de los españoles era Mauthausen, pero Gusen [subcampo adyacente] fue el escenario donde se produjeron las grandes matanzas de españoles, entre noviembre de 1941 y febrero de 1942. Está poco visibilizado, a pesar de que fue mucho más grande y proporcionó más beneficios a los nazis”, explica
Tras los campos nazis, apátridas
Gusen llegó a desplegarse en tres campos: Gusen 1, 2 y 3, que albergaron tres canteras y una red de túneles construida cuando los aliados comenzaron a bombardear la zona. “En esos túneles los presos construían piezas de los aviones nazis, que luego se montaban fuera del campo”, cuenta.
Nogués es uno de los demandantes en la querella argentina que investiga los contra los crímenes del franquismo. “Varias familias de españoles deportados presentamos la querella el pasado año, en febrero, y estamos a la espera de que la jueza nos tome declaración”, explica. “Lo que dijeron los supervivientes españoles cuando salieron de los campos nazis fue: 'Cuéntalo'. Pero no se respetó esa petición, y lo que permaneció en todo el espacio temporal fue el silencio, incluso ahora. Y eso es lo más terrible”, denuncia.
“Al mantenerse la historia en el anonimato, no se ha hecho justicia de ninguna clase”, añade Nogués, y prosigue: “No hay que olvidar que cuando salieron de los campos, el 5 de mayo de 1945, llamado Día de la Liberación, para ellos no hubo liberación como tal, porque no tenían a dónde ir, no podían volver a su país porque la dictadura franquista se lo impedía, eran apátridas, estaban en una situación más terrible e indigna de la que pudieron tener otros”.
“Demasiado silenciado”
“El Estado español se ha esforzado en silenciar de forma deliberada”, lamenta Esther Calcerrada. “Dieron su vida, pero además sus familias también pagaron las consecuencias del franquismo. Tenemos que contar su experiencia, lo que pasó. Es el mandato de los supervivientes: Contarlo, para que se conozca la verdad, y que se proceda a ejercer la justicia que no han tenido. Que se repare ese silencio tan atroz en el que se ha sumergido su memoria”, remata Nogués.
Muchos familiares de estas víctimas tienen la determinación de seguir adelante con las 'piedras de la memoria'. Solo en Madrid pretenden instalar 492, el número de madrileños deportados que hubo en los campos nazis. El precio de cada una ronda los 120 euros, y su pago recae en las propias familias. “Es un procedimiento sencillo, no necesitamos grandes cosas de las autoridades, simplemente que no se opongan”, comentan.
“Es una iniciativa que ayuda a darse cuenta de que hablamos de trayectorias de gente normal, y eso es importante. Y se presta a visitar, como ya se está haciendo, con estudiantes de Secundaria, esos lugares donde se han colocado las piedras. Habitualmente están incrustadas en el suelo, a la altura del último portal donde vivieron las víctimas. Y de ese modo se puede comentar con los estudiantes qué pasó, es un buen soporte para que la gente empiece a interesarse”, reflexiona el historiador Bermejo.
“En este país se sabe más de las dictaduras ajenas que de la nuestra. Nos llevamos las manos a la cabeza con las atrocidades extranjeras y no reconocemos las propias, ni a los españoles que lucharon contra el fascismo. El lavado de cerebro perdura desde hace demasiado, y cuanto más tiempo transcurre más difícil es reconducirlo. Es importante conocer y reconocer la lucha contra el fascismo, y más ahora, que parece que estamos dando pasos hacia atrás”, reflexiona Esther Calcerrada.
14