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Entrevista | Víctor Javier Sanz

“La ventaja de las terapias alternativas es que el 70% de las enfermedades se curan hagas lo que hagas”

Víctor Javier Sanz, medico especialista en Cardiología y Medicina Familiar y Comunitaria

Teguayco Pinto

Reiki, homeopatía, ayurveda, acupuntura, osteopatía… En la actualidad existe toda una gama de terapias alternativas a la medicina científica que aseguran curar todo tipo de males. Algunas de ellas tienen el respaldo de ciertos colectivos médicos, se enseñan en algunas universidades o incluso están integradas en los sistemas públicos de salud de varios países.

Según la literatura científica disponible, ninguna de estas terapias ha conseguido demostrar su eficacia. Hablamos sobre este tipo de terapias con Víctor Javier Sanz, médico especialista en Cardiología y Medicina Familiar y Comunitaria y autor del libro Las terapias espirituales ¡vaya timo! (Laetoli, 2016).

En su último libro habla de reiki, risoterapia, homeopatía… y las mete a todas en el mismo saco.

En realidad todo forma parte de lo mismo, yo pongo terapias espirituales pero porque todas las pseudoterapias lo son. El enfoque siempre es psicológico o metafísico, siempre apelando a la “fuerza vital” o a “desequilibrios energéticos”. Siempre hay una referencia espiritual, solo que en unos casos son bolitas con azúcar y en otros es pinchar con agujas.

Pero hay médicos que las recetan.

Efectivamente hay médicos que se creen que esas técnicas están por encima de la medicina y creen en la fuerza vital, en el chi, en el prana… Básicamente son creyentes y contra eso no se puede hacer nada. Pero hay otros que lo hacen por puro y duro negocio.

¿Qué hay de malo en que la gente tenga creencias?

Lo malo no es tener creencias, yo eso lo respeto. El problema llega cuando éstas se intentar vestir de ciencia y en vez de venderlas como creencias lo tratan de vender como si fuera algo demostrado. A mí no me supone ningún problema que alguien practique la meditación o rece oraciones. El problema llega cuando empiezan a decir que con eso son capaces de curar enfermedades. Si alguien viene y me dice que con oraciones puede curar la fibromialgia o el alzheimer, pues yo le diré que es un caradura y que está cometiendo un fraude.

Pero si estas terapias no tienen efecto, ¿por qué tanta beligerancia?

Sí que tienen efectos y algunos de ellos pueden ser graves. En el libro pongo ejemplos de los efectos secundarios de muchas de estas pseudoterapias, pero uno de los mayores problemas es el abandono de las terapias científicas. Personas con diabetes, problemas de corazón o incluso enfermos de cáncer terminan abandonando el tratamiento científico y eso es algo que nunca deberían hacer. Si quieren ir a un pseudoterapeuta, que vayan, pero que no abandonen el tratamiento científico.

¿No hay estudios que respaldan estas pseudoterapias?

Los hay, pero cuando los analizas descubres que son todos falsos o están mal hechos. O no son ensayos aleatorios o las muestras son inadecuadas o no hay grupos de control. Además, al hacer un análisis global de todos ellos, te das cuenta de que cuanto menos riguroso es el estudio, más positivo es el efecto.

En su libro dedica todo el primer capítulo a explicar que el efecto placebo no existe.

Sí, porque se interpreta mal. Mucha gente, incluidos algunos médicos, cree que el efecto placebo es una especie de efecto de la mente sobre el cuerpo y esto es una interpretación totalmente falsa. En un ensayo clínico hay un grupo experimental al que se le administra la terapia que se está investigando y un grupo de control al que se le da un placebo, es decir, una terapia o una medicación falsa. En este segundo grupo aproximadamente un 30% se curará o mejorará, pero esto se debe a factores que llamamos inespecíficos.

¿Factores inespecíficos?

Pues, por ejemplo, el 70% de las enfermedades se curan hagas lo que hagas. Si tienes una gripe en unos siete días te vas a curar, quieras o no. Esto ofrece una gran ventaja a los pseudomédicos, es como si jugaran a la ruleta pero sabiendo que tienes una probabilidad muy alta de acertar.

Si no funcionan, ¿por qué tanta gente recurre a ellas?

Porque en cierta medida vienen a rellenar los huecos que deja la medicina científica. A menudo los pseudoterapeutas aparecen como los salvadores, los únicos capaces de curar aquellos males que la medicina no puede curar.

También es muy habitual que los pseudoterapeutas te curen de todo, desde una lesión de espalda, hasta un cáncer o el alzheimer. La medicina tiene muchas especialidades y, en ocasiones, los pacientes se pueden cansar porque primero tienes que ir a un especialista, luego a otro y a otro. Puede llegar a pasar mucho tiempo hasta que se encuentre un diagnóstico. Ellos no necesitan análisis, ni resonancias, ni radiografías. Solo necesitan media horita contigo y listo, ya tienes diagnóstico y tratamiento.

Quizás esa media hora que pasan con los pacientes también tenga que ver.

Puede ser. La Seguridad Social tiene grandes ventajas, pero es cierto que también tiene algunos problemas y que la sobrecarga de los médicos hace que la relación médico-paciente se resienta mucho o directamente no exista. Esta relación es fundamental y al no existir, estas terapias vienen a llenar a este vacío. Hay quien va a los pseudoterapeutas porque piensan pues “yo voy a este señor porque me conoce y me escucha”.

Hay muchísimas terapias alternativas. ¿Cómo saber cuál es un timo?

Para identificar una pseudoterapia lo primero que tenemos que ver es si esa especialidad se estudia como disciplina médica. Reiki, ayurveda, acupuntura… ninguna figura como una rama de la medicina. En segundo lugar, hay que fijarse si hay alguna ley que regule estas prácticas. Si no está regulada, también es sospechosa. Por último, si se basan en espíritus, energías vitales o si lo curan todo estamos, con total seguridad, ante un charlatán.

Las pseudoterapias están muy extendidas. ¿Cree que es una batalla perdida?

Yo creo que sí porque el enfermo siempre se va a sentir desatendido. Cuando nos sentimos enfermos tendemos a agarrarnos a lo que sea y si alguien nos ofrece algo muchas veces pensamos: “Pues bueno, no tengo nada que perder”. Eso no lo vas a quitar nunca. Además, si eso lo unes a las limitaciones que tiene la ciencia como saber histórico, al hecho de que siempre habrá jetas que se aprovechan de la ignorancia de los demás, y a la masificación de la sanidad pública, pues te queda un panorama muy difícil. Aun así, hay que seguir luchando, porque no hay que olvidar que estas terapias generan muchos problemas, algunos de ellos bastante graves.

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