Las responsabilidades legales por el terremoto de Italia inquietan a los científicos

Pasadas las 3.30 de la madrugada del martes la tierra volvió a sacudir con violencia una región del centro de Italia. Se repetía la historia que provocó la muerte de más de 300 personas en L’Aquila hace algo más de siete años. Pero además de la destrucción causada, aquel terremoto también sacudió a la comunidad científica.

Seis reconocidos sismólogos fueron acusados y condenados en primera instancia por homicidio negligente. Aunque finalmente aquellos hombres fueron absueltos, el caso marcó a los investigadores, que hoy observan con cierta preocupación las consecuencias del nuevo seísmo.

“Siempre he tratado de hacer lo mejor posible mi trabajo, pero ahora temo que alguien me pueda culpar por no ser capaz de predecir exactamente lo que estaba pasando”, asegura a eldiario.es Warner Marzocchi, responsable del grupo de investigación en riesgo sísmico del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia, el mismo centro de investigación cuyo presidente, Enzo Boschi, fue acusado en septiembre de 2011 de negligencia, por no informar adecuadamente del terremoto de L’Aquila.

Boschi fue sentado en el banquillo junto a otros cinco científicos y al director de la Oficina de Riesgo Sísmico de la Protección Civil. Todos formaban parte del Comité de Riesgos, un organismo estatal que realizó una evaluación de la situación en L’Aquila pocos días antes del terremoto, asegurando que no era probable que se produjera un gran seísmo. Un año más tarde los siete inculpados fueron condenados a seis años de prisión por la muerte de 24 personas. La sentencia, sin embargo, fue anulada en 2014 y los seis científicos fueron absueltos. Al responsable de Protección Civil se le redujo la pena a dos años.

Rechazo de la comunidad científica

Aquel caso levantó un importante revuelo internacional y varias asociaciones científicas mostraron su rechazo a la celebración del juicio. Aún así, siete años después de estos sucesos, los científicos siguen asesorando al gobierno italiano, aunque lo hacen bajo la amenaza de que se vuelvan a repetir las acusaciones tras una catástrofe como la de esta semana.

“El número de juicios está aumentando en muchos campos científicos, así que creo que esto podría volver a ocurrir”, reconoce un preocupado Marzocchi. Para este investigador, el problema está en que “siempre que se toma una decisión crucial en base a informaciones científicas inciertas, habrá alguien dispuesto a buscar culpables a posteriori”.

Sin embargo, las particularidades de este nuevo terremoto, que ha sido similar en magnitud y en consecuencias al de L’Aquila, no hacen pensar que se puedan repetir las acusaciones del pasado. Cabe recordar que dicha acusación no se basó en el hecho de que los científicos no predijeran el seísmo, sino en haber minimizado el riesgo, lo que llevó a algunos ciudadanos a no salir de sus casas cuando comenzaron a producirse los primeros temblores.

Efectivamente, durante los días previos al gran terremoto de L’Aquila se produjo una considerable actividad sísmica e incluso un técnico local, Giampaolo Giuliani, levantó la voz de alarma ante la posibilidad de que se produjera un gran terremoto. En el seísmo que se produjo la madrugada del pasado martes no se registraron temblores que pudieran poner sobre aviso a la población o a las autoridades.

Aún así, la realidad es que el hecho de que se produzca este tipo de actividad tampoco es señal inequívoca que de se vaya a producir un terremoto mayor. “No siempre mucha actividad termina generando un terremoto, así que tampoco se pueden hacer afirmaciones en ese sentido”, explica a eldiario.es Carlos González, técnico de la Red Sísmica Nacional.

A menor profundidad, más daños

La causa de los terremotos se debe al movimiento de las placas tectónicas en las que se divide la superficie terrestre. En particular, la alta actividad sísmica de esta región italiana se debe a una compleja dinámica de contacto entre las placas africana y eurasiática, especialmente al movimiento de esta última, que se mueve a una velocidad de 24 milímetros por año al noreste con respecto a África.

Pero la alta actividad sísmica de la zona no explica por sí sola la destrucción causada por este terremoto, ya que los seísmos de esta región pueden alcanzar con facilidad valores cercanos a 6 en la escala de Richter sin apenas producir efectos en superficie.

El problema es que, al igual que el que se produjo en la localidad de Lorca (Murcia) en 2011, este terremoto se ha producido muy cerca de la superficie, apenas a unos cuatro kilómetros de profundidad. “Mientras más superficial, mayor es el daño”, explica González, “ya que el terremoto se debilita menos cuanta menos distancia recorre”.

Mejorar la capacidad de los edificios

Otro de los factores que han contribuido a elevar la magnitud de la tragedia ha sido la debilidad estructural que presentaban muchas de las casas, ya que “la mayoría eran muy antiguas y no estaban preparadas para este tipo de terremotos”, explica González.

En Italia, al igual que en España, existe una normativa que obliga a construir los edificios con unas condiciones mínimas para soportar seísmo, lo que se conoce como diseño sismorresistente y que es reconocida como la mejor estrategia de prevención.

“El problema”, explica González, “es que esta normativa no se aplica a las casas que ya están construidas”. A esto hay que añadir que muchas de las casas nuevas que se construyen en Italia lo hacen ilegalmente, por lo que incumplen la normativa y carecen de las garantías estructurales adecuadas.