Las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por aviones y buques no paran de crecer. La aviación internacional ha doblado la cantidad de CO que ha liberado a la atmósfera desde 1990. El transporte marítimo ha aumentado en un 22%, según el informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA) sobre los impactos ambientales de ambos sectores en la UE publicado este miércoles.
Los gases que exhalan los reactores contribuyen al calentamiento global de la atmósfera que está en la génesis del cambio climático. Suponen un 2% del total mundial y se prevé que se multipliquen por cuatro para el año 2050. Sin embargo, el transporte aéreo no se ha visto especialmente concernido por la corriente internacional de recorte de emisiones. El sector las ha aumentado a un ritmo del 2% anual. Solo entre 2013 y 2016 el salto fue de un 25%, según el documento de la EEA.
Con todo, el plan de la Organización de Aviación Civil Internacional para afrontar este problema pasa por comprar derechos de emisión. Pagar a los sectores que sí contengan los gases para utilizar sus cupos en un concepto denominado: “crecimiento neutro de carbono”. El acuerdo para incluir a las compañías aéreas, alcanzado octubre de 2016, es voluntario.
Las previsiones de la OACI es que el consumo de combustible por parte de sus asociados se multiplique por 2,8 a 3,9 en 2040. A más combustible más CO a la atmósfera ya que, según detalla la Agencia Medioambiental, “aunque se han hecho progresos en la eficiencia de los motores de los aviones y la reducción de las tasas de emisión de esos motores, estas medidas tecnológicas por sí mismas no son suficientes”.
El transporte aéreo no espera ni planea decrecer. De hecho, el informe sobre el sector admite que “contener la demanda es visto como políticamente poco popular y hay pocas referencias a este método de mitigación en los gobiernos”. Más bien al contrario, “el combustible utilizado en la aviación internacional está normalmente exento de impuestos en la Unión Europea, lo que deriva en una reducción significativa en los costes de las aerolíneas”. Un ahorro global de entre 20.000 y 32.000 millones de euros anuales.
En contraste, el plan voluntario de neutralidad de carbono a base de compra de derechos supondrá un 0,2% y un 0,6% de los ingresos del sector en 2020 (entre 1.300 y 5.300 millones de euros dependiendo del precio de la tonelada de CO ). Para 2035 la horquilla llegaría a 0,5%-1,4%, de acuerdo con los cálculos de OACI.
El transporte marítimo también es motivo de preocupación ambiental. Sus emisiones escalaron un 22%, solo por detrás de la aviación. Sin embargo, la crisis económica global sí ha detenido esa tendencia desde que alcanzó su pico en 2008, según los recuentos de Eurostat.
Pero la expectativa es que ese rumbo vire 180º. “Se espera un aumento de la actividad marítima y será un reto mantener esa línea de decrecimiento”, explican los analistas. Y uno no menor, ya que un reciente estudio citado por la EEA explica que si se pretende mantener el objetivo de contener el calentamiento de la Tierra por debajo de los 2ºC este sector tiene que podar las emisiones de las chimeneas de los barcos un 13% para 2030 respecto a lo que producía en 2005 y un 63% para 2050.
La Agencia concluye con un panorama pesimista. Según su revisión de las tendencias actuales y las políticas adoptadas a día de hoy, todos los sectores implicados en el transporte van a producir un aumento de CO para la mitad de siglo XXI. Bastante lejos del objetivo de reducción de un 60% dibujado por la Comisión Europea en su Libro Blanco para el Transporte de 2011.
Además de las emisiones de gases, la Agencia pormenoriza otros daños que la aviación y el transporte marino infligen al medio ambiente. Los aviones, además de CO, también son fuente de otros tóxicos atmosféricos como el dióxido de nitrógeno y el metano. Al quedar libres en cotas altas terminan por convertirse en ozono troposférico. El transporte aéreo también supone una fuerte presión por la demanda de “uso de suelo” y sus niveles de ruido.
Los buques, por su parte, representan una fuente de contaminación del aire porque, aun siendo internacional, “la mayor parte de la polución la liberan en operaciones cerca de la costa. De media, el 70% de los gases salen a menos de 400 km de tierra. Además del ruido de los barcos, la EEA avisa de los daños a la calidad del agua, ”por derrames de combustible, la descarga de agua de lastre, los naufragios y la producción de desperdicios“.