Lo que las vacas con gripe aviar nos enseñan sobre la transmisión de virus respiratorios en bebés

Sergio Ferrer

7 de junio de 2024 23:13 h

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A finales de 2023, sin que nadie se diera cuenta durante meses, la crisis generada por la gripe aviar H5N1 alcanzó a un nuevo huésped: las vacas lecheras de Estados Unidos. Sumar otro mamífero a la lista no era del todo inesperado a estas alturas, ya que el virus ha infectado en los últimos años a decenas de especies de mamíferos, desde gatos a osos polares. Lo que los investigadores no esperaban era la extensión del contagio: hasta la fecha ha afectado a más de 80 rebaños en nueve estados de EEUU de forma oficial, pero se asume que la cifra es superior y refleja la falta de test. ¿Cómo se habían infectado estos rumiantes? ¿Cómo se estaba extendiendo? ¿Se podía frenar?

Esta es una historia en curso con todavía muchas más incertidumbres que certezas, pero parte del problema parece estar en las ubres de las vacas, sensibles al virus de la gripe aviar H5N1. Cuando los animales se infectan su producción lechera disminuye y el líquido cambia su color y viscosidad. Además, la leche contiene grandes cantidades del microorganismo —lo que ha llevado a temer que beber leche cruda sin pasteurizar pueda contagiar a los seres humanos, sobre todo si aumentan sus ventas entre quienes piensan que hacerlo les dará inmunidad—. Por otra parte, las máquinas de ordeño sin limpiar son uno de los factores que explica la expansión de la enfermedad.

“¿Quién hubiera pensado que las vacas se podían infectar [de gripe H5N1]? ¿Y de esta forma?”, se preguntaba un sorprendido virólogo en un artículo publicado en mayo en STAT News. A veces sucede que la ciencia básica olvidada en un cajón durante décadas se convierte de repente en el caramelo más apetecible del mercado.

En 1953, un equipo de investigadores canadiense mostró que el virus de la gripe A podía infectar las glándulas mamarias de las vacas y, como resultado, pasar a la leche. Los autores recordaban que las ubres de estos animales eran “en cierto sentido [un órgano] artificial”, debido a la selección artificial llevada a cabo por el ser humano para mejorar la producción, cuyas células podían adaptarse con facilidad. Como suele ser habitual, concluían el artículo pidiendo una mayor investigación. Nadie mostró demasiado entusiasmo.

¿Pueden las madres y los bebés contagiarse durante la lactancia?

Décadas después, la investigadora de la University Health Netwrok de Toronto (Canadá), Alyson Kelvin, recogió el testigo. Quizá por ello no se extrañó demasiado al leer lo que estaba pasando en Estados Unidos: “No me sorprendió del todo, ya que sabía que las glándulas mamarias de las vacas eran susceptibles a la infección con virus de la gripe”, asegura a elDiario.es. “También sabía que el virus podía crecer en concentraciones altas y eliminarse por la leche, así que me parecía una forma fácil de transmisión”.

Kelvin había llevado a cabo experimentos con hurones, pero la posibilidad de que el órgano que da nombre a los mamíferos jugara algún papel en la transmisión de la gripe se recibió con escepticismo. “La gente pensaba que si la infección de las glándulas mamarias fuera importante ya lo sabríamos. Sin embargo, lo cierto es que nadie había estudiado a fondo qué infectaba las glándulas mamarias de los seres humanos o del ganado y qué virus podía haber en la leche”.

Por aquel entonces, la investigadora de la Universidad de Valladolid Raquel Almansa estaba haciendo una estancia posdoctoral con Kelvin. Interesada por entender cómo el sistema inmunológico responde a infecciones de virus respiratorios como el de la gripe A H1N1 que dio lugar a la pandemia de 2009, su objetivo inicial era muy diferente. “Queríamos desarrollar un modelo animal para comprender por qué los niños menores de dos años, las mujeres lactantes e incluso las embarazadas son más susceptibles de sufrir infecciones graves por virus gripales, tanto estacionales como pandémicos”, recuerda la española.

Hasta entonces, poca gente había estudiado cómo se transmite la gripe entre madres y lactantes, y qué procesos inmunológicos tienen lugar. Así, las investigadoras comenzaron a indagar cómo los bebés hurones infectados transmitían el virus a sus madres. “Lo que más nos sorprendió, y no esperábamos, fue encontrar el virus en el tejido mamario de las madres y en la leche, además de las vías respiratorias”, asegura Almansa. “A partir de ahí seguimos investigando”.

Su trabajo se tradujo en un estudio publicado en 2015 en la revista PLOS Pathogens. Los hurones son un modelo animal muy utilizado en gripe, por lo que el trabajo dejaba la puerta abierta para averiguar si algo similar sucede con las madres humanas. “Estos hallazgos sugieren que la glándula mamaria puede tener un mayor papel en la infección y la inmunidad de lo que se pensaba antes”, sugerían las autoras en el artículo.

La gripe estacional suele limitarse al tracto respiratorio superior humano, mientras que los virus con mayor potencial patógeno también atacan otros órganos. Sin embargo, Almansa aclara que “es verdad que hasta ese momento nunca habíamos sospechado que las glándulas mamarias fueran susceptibles de ser infectadas y mucho menos el impacto que eso pudiera tener en la transmisión”.

“Creo que hace falta más investigación sobre qué virus se pueden transmitir a través de la lactancia, algo que no ha sido estudiado en absoluto en seres humanos respecto a los virus respiratorios”, explica Kelvin. “Sabemos que los pequeños pueden tener seis o siete infecciones respiratorias al año, y si se amamantan hasta los dos o tres años puede haber muchas oportunidades para que el pecho se exponga al virus”.

Que esta vía de contagio exista no significa que sea algo solamente negativo: “La infección del pecho puede no ser del todo mala, ya que puede producir una respuesta inmunitaria directa en la madre y esta puede pasarla en forma de anticuerpos al bebé”, comenta Kelvin. Por todo esto, considera que “comprender a qué virus son susceptibles las células mamarias será importante para la salud materna”.

El peligro de beber leche… o que salpique a los ojos

El caso de las vacas de Estados Unidos también recuerda que la propia leche puede favorecer transmisión, algo conocido en el caso del coronavirus MERS. “Comprender qué virus infectan a los animales que utilizamos para la producción de leche es importante, ya que pueden ser un reservorio de nuevos virus emergentes, como el virus de la gripe altamente patógena y el MERS-CoV”, comenta Kelvin.

En el caso de ingerir leche con gripe aviar H5N1 cualquier preocupación respecto a los seres humanos es solo teórica, pero sí se han detectado gatos muertos por beber leche con virus.

El trabajo de Kelvin y Almansa no solo pone el foco en el papel del tejido mamario en la transmisión de virus respiratorios, sino que también nos recuerda la importancia de tener en cuenta vías alternativas de contagio que pueden variar según el contexto. Aunque de momento solo se han confirmado tres infecciones de H5N1 en trabajadores en contacto con vacas, la presencia de ojos enrojecidos en todos ellos sugiere que las infecciones se dieron a través de salpicaduras durante el ordeño y manejo de la leche. Esto, sumado a las dificultades para que el personal utilice equipo protector por su incomodidad, hace que los investigadores teman que futuros estudios serológicos muestren un número de casos mayor.

Hablemos de ojos, leche o tejido mamario, Almansa piensa que “conocer todas las vías de transmisión de cualquier virus con potencial pandémico es esencial para poder diseñar mejores sistemas de vigilancia y protocolos de actuación para la prevención, la detección precoz y el control, tanto en animales como en humanos”.

Kelvin, por su parte, espera que en el futuro seamos capaces de adoptar un enfoque más centrado en “Una sola salud” frente a las enfermedades infecciosas. “Esto repercutirá significativamente en la salud de las mujeres, los niños y las madres, y, además, también podremos prevenir la próxima pandemia”. De momento, la lenta respuesta estadounidense a su crisis de vacas infectadas por gripe H5N1 inquieta a los investigadores.