Abril era el mes prometido. Comenzaba el segundo trimestre de 2021 y el suministro por parte de las farmacéuticas que fabrican vacunas contra la COVID-19 se iba a incrementar en la Unión Europea. Además, se iba a incorporar un cuarto fármaco, el de Janssen. La primera parte se ha cumplido puntualmente, sobre todo porque Pfizer ha estado mandando a la semana más de un millón de dosis que, a partir de ahora, crecen a 1,7 millones. La segunda premisa también ha llegado, pero con un parón de una semana que decidió la compañía y que nadie esperaba. Desde el jueves, y tras reafirmar la Agencia Europea del Medicamento su seguridad, Janssen ya se administra en España. Y en todo caso, el supuesto empuje se ha traducido en algún dato. Cuando comenzó el mes, algo más de 1 de cada 10 españoles tenían puesta alguna dosis; a casi finales, ya son 1 de cada 5. Los profesionales creen que vamos por el buen camino para abarcar pronto a todos los mayores de 60 y que el ritmo incluso tiene margen de mejora si llegan más dosis, pero siempre todo supeditado a que no haya nuevos sustos.
Gráfico: Ana Ordaz
Hay más datos positivos. Se ha acelerado la vacunación de un grupo de edad que, paradójicamente, hasta hace poco quedaba a la cola: el de las personas entre 65 y 79 años, las de más riesgo por edad después de las mayores de 80. Ha sido por cuestiones organizativas e incluso como efecto rebote de otras decisiones. A principios de abril, todavía no se había terminado con los mayores de 80 con las dosis de Pfizer (y algo de Moderna), y se seguía administrando AstraZeneca a profesionales menores de 60 años, para poco después limitarse a población general mayor de 60 y menor de 65. Es decir, ninguna iba para los de 65 a 79. Con la cobertura casi total de los mayores de 80, la ampliación de AstraZeneca a los 69, y la llegada por fin de Janssen, esto ha cambiado. Los de 70 a 79 han pasado de tener una cobertura con una dosis del 9% el 8 de abril, a una de un 59% el día 23. Los de 60-69 están en el 42,3%.
Los sanitarios y sanitarias han vuelto a batir, además, récords de vacunación. El miércoles 21 de abril fueron en un solo día 456.000 pinchazos. De este lunes a este jueves, se han puesto 1,4 millones. Al ritmo actual, el 70% de la población estaría vacunada en octubre. El objetivo del Gobierno es alcanzar ese porcentajes en agosto porque la UE prevé que sigan aumentando las partidas de Pfizer y que lo hagan las de Janssen (hay confirmadas 5,5 millones hasta junio, que como está aprobada como monodosis es suficiente para inmunizar a 5,5 millones de ciudadanos), Moderna (3,5) y AstraZeneca (7).
Que se haya cubierto a los mayores de 80 y a las residencias ha provocado, entre otros motivos como las restricciones de Semana Santa, que esta cuarta ola, que ya está estabilizada, sea la primera de toda la pandemia que no se ha traducido en más muertes. A todos los aumentos de contagios les había seguido siempre una subida de fallecimientos, pero no esta vez: desde finales de enero esa curva va en descenso y no ha cambiado su tendencia. A todo se suma que en España ya hay más personas inmunizadas totalmente que oficialmente contagiadas a lo largo de la pandemia, aunque este es un dato meramente simbólico ya que ha habido muchas más infectadas que las que reflejan las cifras. Queda eso sí por resolverse la situación de las personas migrantes excluidas de la sanidad pública.
De ritmo “caracol a ritmo ”bien“
“Al principio, íbamos a velocidad de caracol. Ahora, vamos bien”, resume José Antonio Forcada, presidente de la Asociación Enfermería y Vacunas, sobre el avance observado en abril y la evolución desde enero, cuando recibíamos solo 300.000 dosis semanales de Pfizer. El mínimo, señala, “para acabar el verano con los mayores vacunados”, serían unas 300.000 dosis al día. Actualmente, nos vamos acercando a poder poner en un solo día 500.000; así que echando cuentas, a Forcada, como a muchos otros expertos, le cuadra que lleguemos a comenzar el verano con todos los mayores de 60 con al menos una dosis, lo cual le daría una vuelta de hoja a la pandemia porque se notará aun más la reducción de hospitalizaciones y muertes. Pero eso “si no hay más palos en las ruedas, más suspensiones o retrasos. Si disponemos de las vacunas que nos han dicho que vamos a recibir, lo podemos conseguir”. Queda por saber si las dosis de AstraZeneca que lleguen en mayo irán o no para los profesionales menores de 60 a los que se les puso la primera en febrero, pero Forcada considera que es compatible avanzar con los mayores aunque así sea, porque a los primeros sexagenarios vacunados no les toca su segunda hasta junio, y los septuagenarios se irán cubriendo más con Janssen.
Otras profesionales coinciden. María José García, secretaria técnica del Sindicato de Enfermería SATSE, se remite a las cifras: “Se ve en los resultados que se están obteniendo. Las enfermeras estamos deseando vacunar y preparadas para ello. Pero nos tenían que dar material. En el momento en el que lo tenemos, el plan se ha intensificado”. Las enfermeras, pone en valor, se están organizando más allá de su turno de trabajo, y lo que “no entendemos”, dice, es que haya en estos momentos y con estas circunstancias profesionales en paro: 3.000 en todo el país, calculan en su último dato de hace menos de un mes. García señala que, si actualmente el ritmo roza las 500.000 inyecciones diarias, si disponemos de suficientes vacunas se puede llegar a duplicar. “Pero hay que saber que para esto las enfermeras están doblando turnos en muchos casos. Lo que pedimos a las comunidades es que se refuercen los equipos, algunas lo han hecho y otras no. Pero nadie más que nosotras desea vacunar, para que esto se acabe y también porque con más gente vacunada, mejor podremos atender otras patologías en los centros de Primaria”.
Inmaculada Cuesta, representante del grupo de vacunas del Consejo General de Enfermería y también secretaria de Enfermería y Vacunas y firmante en la estrategia nacional del Ministerio, habla de “despegue o carrerilla” en este mes de abril, que se ha notado en el día a día laboral. Lo único que puede entorpecer el paso ahora es una nueva suspensión como la que se ha dado con AstraZeneca y Janssen o retrasos en el suministro, pero quiere destacar que son “imprevistos que pueden ocurrir en cualquier momento y con cualquier medicamento”. Cuesta también considera que si las dosis aumentan, también podrá aumentar el ritmo, porque todavía hay margen de aceleración. “Una vacunación, por persona, es un minuto. El registro y el pinchazo. Aunque luego haya que quedarse en observación, eso no resta tiempo para otros pacientes”, recuerda.
Cuesta no ve con malos ojos los llamados “vacunódromos” para aligerar, tampoco García, que prefiere llamarlos “espacios especiales de vacunación”. Pero siempre si están bien pensados, preferiblemente para población joven que puede moverse con más facilidad. “Lo que me da más miedo es cuando veo vacunaciones dentro del coche y luego la gente se va, sin quedarse por si tienen alguna reacción o necesitan tumbarse”, indica García. “Lo mejor de forma generalizada”, sigue esta última, “es que las personas mayores o vulnerables sean vacunadas en Atención Primaria o domicilios”. Por eso también el proceso puede tomar más velocidad conforme se van bajando de grupos etarios y las personas a vacunar son más jóvenes y tienen menos problemas de movilidad, señala.
Ni en Enfermería y Vacunas, ni en el Consejo General de Enfermería, han detectado que haya aumentado la reticencia vacunal tras el parón para analizar los casos de trombos que ha habido entre marzo y abril. Sí pudo darse en algún momento como primera reacción, aseguró el gobierno de Madrid que había ocurrido, pero no se ha extendido y por ejemplo no lo han observado en la comunidad en la que trabaja Cuesta, Aragón. Por norma, se asume que las negativas rondan entre la población general un 15%, pero el porcentaje aumenta conforme desciende la edad de la población diana. Las personas mayores, con mucho más riesgo de sufrir la COVID grave, tienen menos dudas, especifican desde sendas instituciones.