“Ha llegado la hora de colaborar juntos para erradicar dicha brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad, adoptando todas las medidas necesarias ya en vigor a nivel internacional y a nivel eclesial. Ha llegado la hora de encontrar el justo equilibrio entre todos los valores en juego y de dar directrices uniformes para la Iglesia”. Un día después de la histórica asunción de culpabilidad de toda la Iglesia por la lacra de la pederastia, el Vaticano anunció que asumirá, al fin, los criterios de la OMS para frenar los abusos sexuales a menores. Una medida inédita, que si no se cumple supondrá el fin de la credibilidad de la institución y, posiblemente, del propio pontificado de Francisco.
Una decisión que formaba parte de las 'líneas rojas' solicitadas por las víctimas, y que supone, en la práctica, el fin del encubrimiento, un trabajo por la transparencia y, entre otras cosas, acabar con el secreto pontificio, que ha impedido, por ejemplo, saber quiénes son los curas pederastas, o que las víctimas puedan tener acceso a sus expedientes eclesiásticos. Algo que no ha podido hacer, por ejemplo, la víctima de los abusos en Astorga, que a día de hoy no sabe cómo fue el juicio que condenó a su abusador.
Después de tres días de reuniones, en las que se han encontrado por primera vez en la historia 190 responsables de los episcopados, el Papa anunció que la Iglesia en todo el mundo cumplirá los criterios de Naciones Unidas en su plan INSPIRE, que sostiene, entre otras prioridades, la necesidad de la transparencia, la acogida preferencial a las víctimas o el trabajo por la igualdad de género.
Habrá documento papal
No se quedó en eso Francisco. En la rueda posterior al final de la cumbre, el ex portavoz vaticano (y moderador de los debates), Federico Lombardi anunció que, finalmente, sí habrá documento del Papa. Un 'Motu Proprio' sobre “la protección de los menores y de las personas vulnerables”, que vendrá acompañado de una nueva ley del Estado de la Ciudad del Vaticano, y de la publicación de un vademécum, de obligado cumplimiento, para que todos los obispos del mundo “puedan comprender claramente sus deberes y tareas”. Una tarea que arrancará mañana mismo con una 'minicumbre' entre los coordinadores del encuentro y los responsables de la Curia vaticana.
El anuncio de Lombardi pone el broche a cinco días de reuniones, que arrancaron el miércoles con una reunión de un grupo de doce víctimas con responsables vaticanos, y prosiguió de jueves a sábado con una docena de ponencias, directamente solicitadas por Francisco, en la que se pusieron las bases de lo que será el futuro documento papal, y que pueden resumirse en cuatro puntos fuerza: acabar con el secreto pontificio, obligar a la denuncia ante las autoridades civiles de cualquier indicio de abuso, elaborar listas de curas pederastas o de investigaciones abiertas y, sobre todo, colocar a las víctimas en el centro.
“Llevar ante la justicia” a todo abusador o encubridor
A lo largo de la cumbre, ocho testimonios de víctimas de abusos relataron el horror sufrido y exigieron a la Iglesia que proclamara un 'Basta ya', con hechos concretos. Este sábado, además, por primera vez en la historia, toda la Iglesia se declaró culpable de “haber protegido a los culpables y silenciado a los que han sufrido el mal”. Una declaración de intenciones que estuvo a punto de truncarse con la desafortunada expresión del Papa, cuando afirmó que “todo feminismo es un machismo con faldas” y que amenazó con echar por tierra el hecho de que la mitad de los ponentes en el simposio eran mujeres, algo inédito en la historia de una Iglesia que todavía sigue pecando de un patriarcado sangrante. Y con un escándalo en ciernes, el de los abusos a religiosas, que la Iglesia habrá de abordar con decisión en los próximos meses.
Este domingo, durante la misa conclusiva, Francisco lanzó un duro alegato contra los abusos a menores, que llegó a comparar con los sacrificios humanos que hace siglos se hacían a los dioses tribales. Un niño es sagrado, proclamó el Papa, quien añadió que “la Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes”.
“Ningún abuso debe ser jamás encubierto ni infravalorado”, dijo Francisco. “Quiero decirlo con toda claridad: si en la Iglesia se descubre un solo caso de abuso, ese caso será afrontado con la mayor seriedad”, lo cual incluye la total transparencia en los casos. Se acabó -o al menos eso debe suceder, si realmente el Vaticano asume los criterios de Naciones Unidas- la falta de información sobre los procesos y las investigaciones, y la Iglesia tendrá que ofrecer datos concretos sobre esta plaga en todo el mundo. La experiencia en Estados Unidos, Irlanda, Australia o Chile demuestran que es posible hacerlo. Y necesario.
“Escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren”, es otra de las claves. Colocar a las víctimas en el centro, en ese 'giro copernicano' del que hablaba el arzobispo de Brisbane en una medida homilía encargada especialmente por el Papa. Acabar con la autodefensa y proteger, a todos los niveles, a las víctimas. También en lo económico. Aunque haya que vender terrenos o cerrar parroquias para pagar indemnizaciones o tratamientos. La Iglesia debe volver a ser un lugar en el que todos confíen. Y ahora, todavía, eso no sucede.
Siete puntos clave, los apuntados por la OMS, que incluyen proteger, investigar, purificar, formar, acompañar. Que suponen “reafirmar la exigencia de la unidad de los obispos en la aplicación de parámetros que tengan valor de normas y no solo de orientación”. Esto es: que ningún obispo, en ningún lugar, pueda decir que él no sabía qué hacer. Habrá casos, muchos, lamentablemente, porque muchos son los prelados que siguen sin creen que esta lacra sea real, o que este Papa sea legítimo. O que continúan viendo a los supervivientes de abusos como enemigos de la Iglesia.
El futuro son las víctimas
¿Qué pasará a partir de ahora? El tiempo y las víctimas lo dirán. Pero sólo una cosa parece clara: si la Iglesia no es capaz de cumplir con esta hoja de ruta, pasará a ser una institución irrelevante a los ojos del mundo (al menos del occidental). Por el momento, los supervivientes parecen divididos.
Así, mientras Miguel Hurtado -la víctima de abusos en Montserrat- denunciaba que las palabras del Papa habían supuesto “un guantazo a todas las víctimas de pederastia de los cinco continentes que han llegado hasta Roma para exigir explicaciones”, y que las medidas “son muy genéricas, sin concreción”, el presidente de Infancia Robada, Juan Cuatrecasas, apuntaba a eldiario.es que “las palabras del papa son muy positivas, aunque las recibimos con cautela y excepticismo”, pues “es necesario crear una estructrura externa que monitorice y controle el cumplimiento estricto” de todo lo anunciado. “Las palabras del Papa son positivas, pero sólo serán efectivas cuando la maquinaria propuesta comience a moverse y veamos hechos, no solo palabras”. Palabra de víctimas, ¿palabra de Iglesia?