Para una inmensa mayoría de adolescentes, el porno es algo frecuente en sus vidas y accedieron por primera vez a un contenido de este tipo antes de los 12 años. Así lo pone de manifiesto el informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia, hecho público este martes por Save the Children. El objetivo es acercarse a la realidad de los y las jóvenes y estudiar el consumo que hacen de pornografía. Para ello, la ONG, que pide forma “urgente” educación afectivo-sexual en los colegios, ha preguntado a más de 1.700 chicos y chicas de entre 13 y 17 años: casi 7 de cada diez, un 68%, ven estos contenidos sexuales de forma más o menos frecuente –lo ha hecho en los últimos 30 días–, pero con diferencias muy marcadas entre chicos y chicas.
A la pregunta de si han tenido algún contacto con el porno, ellas responden afirmativamente en mucha menor medida que ellos. Un 38,1% de chicas reconoce que sí, frente a una inmensa mayoría de chicos, el 87,5% y un 75% de jóvenes que no se identifican ni como hombre ni como mujer. En la misma línea, en el último mes el 40,4% de las adolescentes ha consumido pornografía al menos una vez, frente al 81,6% de los adolescentes, el doble. Ellos buscan estos contenidos “casi a diario” y las respuestas de las chicas expresan variaciones entre el consumo semanal y mensual.
También ha diferencias por género en cuanto a la forma en que lo hacen. Aunque la mayoría lo ven en la intimidad (un 93,9%), el 12,4% de las chicas lo ve con sus amistades. El porcentaje se reduce al 1,50% en el caso masculino. Los resultados muestran también que los chicos gays han accedido más que las adolescentes lesbianas, pero de una manera similar a los heterosexuales. Sin embargo, estas últimas sí han visto estos contenidos en mayor medida que las jóvenes heterosexuales.
El diferente impacto entre géneros se observa también al plantearnos las motivaciones por las que acceden al porno y que Save the Children ha preguntado en once talleres y que conforman la parte cualitativa de la investigación. En líneas generales, apunta el estudio, mientras que los chicos consumen una pornografía “que está diseñada para ellos, a través de la que satisfacen ”necesidades instintivas“, las chicas se adentran como método para ”aprender“ qué se espera de ellas”. El primer acceso para los chicos suele responder a una búsqueda más activa, mientras que ellas lo encuentran de forma más accidental. Por su parte, los jóvenes LGTBI suelen buscar prácticas que se adapten a su orientación sexual o identidad de género y hay casos que buscan “una manera de integrarse en esa ”normalidad heterosexual“ que sienten ajena, pero en la que intentan encajar.
Para la mitad es “fuente de inspiración”
La organización ha analizado también de qué manera influye lo que ven en su vida y sus relaciones, aunque asume que existe “una gran variedad de realidades” en la población adolescente y se plantea hasta qué punto es real la preocupación generalizada “por la falta de capacidad de la adolescencia para ser crítica con la pornografía y comprender que es ficción”. Una creencia, explica la investigación, que está muy extendida porque se relaciona con el proceso madurativo en el que aún está inmersa, la falta de educación afectivo-sexual o el contexto de desigualdad de género del que se parte. No obstante, la ficción de estos contenidos “sí entra en los debates entre adolescentes”, aunque hacen una crítica “parcial”: asumen, explica la ONG, que las prácticas sexuales presentes en el porno “siguen modas” y hablan de “la irrealidad de los superhéroes del sexo”, aunque “no ponen el foco en la irrealidad, por ejemplo, de los cuerpos que aparecen representados”.
Sin embargo, que hablen de ello “no garantiza que sepan reconocerlo”, concluye el estudio, y en este sentido existen grandes diferencias entre quienes ven más y menos porno. Así, de aquellos encuestados que hacen un consumo frecuente, hasta un 36,8% responde que sí cuando se les pregunta si las prácticas sexuales que vemos en la pornografía se parecen a las reales; el porcentaje disminuye hasta el 19,5% entre aquellos jóvenes que no lo ven habitualmente. Además, añade el estudio, los chicos ven más semejanzas que las chicas y los heterosexuales más que los LGTBI. La mayoría (un 72%) reconoce que “a veces” hay violencia en el porno y la misma cifra dice lo mismo de las prácticas de riesgo, pero solo un 31,1% de los chicos ve desigualdad, frente al 55% de las jóvenes.
Sobre el grado de influencia en su vida, de nuevo vuelve a haber diferencia en base al nivel de consumo: la mitad (un 52,1%) de los que ven porno frecuentemente consideran que el porno ha condicionado sus relaciones “mucho” o “bastante”, mientras que entre aquellos que ven pocos contenidos, este porcentaje es del 21,2%. La organización también pone el foco en el riesgo de que la normalización de determinadas conductas presentes en la pornografía –“menosprecio a mujeres”, “sexualización del dolor femenino”, “dominación de la mujer” o un “segundo plano” de su placer, entre otras– pueda producir “situaciones de violencia y desigualdad”. Como conclusión, Save the Children apunta a que la pornografía es “fuente de inspiración para la adolescencia”: más de la mitad, el 54,1% dice que le da ideas para sus propias experiencias (los chicos, en mayor medida) y al 54,9% le gustaría poner en práctica lo que han visto, una tendencia que aumenta entre los que más consumen.
El vacío de la educación sexual
El peligro, asume la organización, es que los adolescentes “conformen su deseo en torno a lo que ven” a pesar de que en muchos casos esté marcado por un trato “violento o desigual” y crezcan “pensando que el consentimiento, deseos o preferencias no tienen por qué ser tenidos en consideración”. Según la encuesta, la mitad de los jóvenes (un 47,4%) ha puesto en práctica alguna vez escenas que ha visto en el porno. Y no siempre, y ahí está el punto que más preocupa a la organización, con consentimiento de su pareja sexual, informa el estudio.
Con todo, la organización se aleja de posturas prohibicionistas, apunta a que “no es la solución” y aboga por promover una “actitud crítica” ante la información que reciben. En este sentido, la investigación revela las carencias que aún marcan el sistema educativo en cuanto a la formación afectivo-sexual, que Save the Children reivindica desde edades tempranas. Según han puesto de manifiesto los encuestados, en los últimos dos años, más de la mitad de adolescentes ha recibido sólo entre una y cuatro horas de formación. Por eso, la organización advierte del riesgo de que el porno, al que suelen acceder antes de la madurez, sea su fuente de información y conformación del deseo sexual: cuando se les pregunta de dónde obtienen la información sobre sexualidad, solo un 26% señalan al centro educativo y un 32% a las familias. Por el contrario, los grupos de amigos aparecen en el 67% de las respuestas y el porno en cuatro de cada diez.
Es “preocupante” para la ONG que para el 30% de los adolescentes, el porno “supone la única fuente de información sobre sexualidad”, una sensación que es mayor entre los jóvenes que la consumen más a menudo y entre los chicos. Un escenario, concluye el informe, que ha convertido la pornografía, a través de diferentes canales, en “profesora de la sexualidad”. La adolescencia, sin embrago, “reclama más información y que ésta se adapte a sus necesidades, pero nos está diciendo que no la recibe”, lamenta la investigación.