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La “verificación de sexo” de la FIFA para las futbolistas, una norma sin fundamento científico

  • Una normativa obliga a las jugadoras a superar una prueba para comprobar que son mujeres y poder participar en el Mundial de Canadá, que arranca este sábado

Asegurarse de que las futbolistas son del “sexo correcto”. Ese es el objetivo (literal) de las pruebas de verificación que realiza la FIFA a las mujeres que participen en la Copa Mundial Femenina de fútbol, que arranca este sábado en Canadá. Para ello tienen que demostrar, mediante historiales médicos y diagnósticos, su condición de mujeres. La normativa (de obligado cumplimiento) establece que, si no superan la prueba, no podrán competir.

Sin embargo, los especialistas avisan de que “la sexualidad humana es mucho más compleja y no puede reducirse únicamente a dos categorías”. Muchas mujeres escapan del modelo de feminidad que la FIFA pretende comprobar y presentan características biológicas, fisiológicas o genéticas asociadas a los hombres. Es el caso de la atleta sudafricana Caster Semenya que, en 2009 y tras ganar el oro en los Mundiales de Atletismo de Berlín, fue sometida a los test de “verificación de sexo” tras las quejas de otras corredoras.

La Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) comprobó, según publicó el periódico británico The Daily Telegraph, que el cuerpo de Semenya producía tres veces más hormonas masculinas (testosterona) que la media de las mujeres. Fue apartada de la pista y sometida a meses de escarnio público sobre su físico hasta que en 2010 la IAAF aceptó las conclusiones de un grupo de médicos y la atleta volvió a competir en la categoría femenina.

El caso de Semenya es uno de los muchos que existen sobre mujeres (y hombres) cuyas “características genéticas o fisiológicas no concluyen a qué sexo pertenecen”, explica Victoria Ley, bióloga y responsable de la Subdirección General de Deporte y Salud del Consejo Superior de Deportes. En su opinión, la legislación de la FIFA no se ajusta a criterios científicos, pues “no existen parámetros claros que determinen en todos los casos lo que es ser hombre o mujer”. “La única forma de saberlo es haciendo caso a la identidad sexual de la persona, es decir, qué siente”, explica.

Una enorme diversidad

El caso de Semenya provocó que el Comité Olímpico Internacional (COI) volviera a instaurar este tipo de pruebas después de haber sido eliminadas en el año 2000. Un test que, en palabras de Lucas Platero, docente e investigador de la Cátedra de Género del Instituto de Derecho Público, “está basado en la idea errónea de que las personas estamos claramente divididas en dos y que todas las mujeres son iguales entre sí a nivel hormonal, cromosómico o de aspecto”.

La principal conclusión de los expertos es que “existe una gran diversidad que la FIFA no contempla”. Las personas intersexuales, por ejemplo, escapan del binarismo y pueden presentar genitales que no se corresponden con los considerados femeninos y masculinos o características de ambos.

Victoria Ley sostiene que “hay muchas mutaciones, variantes y combinaciones genéticas que tienen efectos en el aspecto sexual de las personas”. “Todos tenemos hormonas femeninas y masculinas en diferentes grados que varían a lo largo del tiempo”, añade Platero, que acaba de publicar el libro Por un chato de vino. Historias de travestismo y masculinidad femenina.

La surcoreana Park Eun-sun, que mide 1,83 metros y tiene una gran complexión muscular, vivió su martirio en 2013, cuando seis de los siete entrenadores de la liga de su país amenazaron con boicotear el campeonato si no se sometía a las pruebas de “verificación de sexo”. Por aquel entonces Eun-sun era la máxima goleadora de la liga. Finalmente, la Federación de Corea del Sur zanjó la polémica al afirmar que ya había pasado el test con 15 años. Sin embargo, aunque la futbolista competirá con su selección el próximo Mundial, ha admitido en muchas ocasiones haberse sentido humillada.

El argumento de la ventaja

A pesar de que algunas de estas deportistas consiguen regresar a los terrenos de juego, “son personas que se quedan hechas polvo”, comenta Ley. El COI, que introdujo las pruebas en la década de los 60, dejó de “verificar el sexo” de las mujeres mediante las técnicas que empleaba al principio: haciéndoles posar desnudas. Se consideró algo degradante para ellas.

Varias selecciones de algunos países europeos ya han tenido que pasar los test de cara al Mundial de Canadá. Es el caso de la Federación Alemana de Fútbol, según confirma el diario Bild. También lo han hecho las jugadoras inglesas, que han necesitado para ello una declaración firmada por un médico que corrobore que, efectivamente, son mujeres.

El argumento empleado por la FIFA es que “las hormonas androgénicas (como la testosterona) mejoran el rendimiento y pueden aportar una ventaja en el fútbol”. A pesar de ello, existen otras muchas características fisiológicas o genéticas que no son objeto de este análisis y que también tienen el mismo efecto. “Es una ventaja medir más de dos metros jugando a baloncesto y no se ponen límites a eso”, comenta Ley, “sin embargo, a tener rasgos fisiológicos que podrían considerarse de hombres, sí”.

“Categorías caducas”

Para Platero, la FIFA “está empleando categorías caducas”, lo que, en su opinión, es peligroso porque “manda un mensaje a la sociedad de que los registros binarios son algo positivo que hay que seguir potenciando”. En esta línea se expresa Anne Fausto Sterling, conocida filósofa y profesora de Biología y Estudios de género, que en su obra Cuerpos sexuados trata el tema de este tipo de pruebas deportivas.

“Los miembros del Comité Olímpico Internacional quieren decidir quién es varón y quién es mujer. ¿Pero como?”, escribía en 2006. “Simplemente el sexo de un cuerpo es un asunto demasiado complejo. No hay blanco o negro, sino grados de diferencia”. Platero insiste en que el binomio hombre-mujer “no funciona porque cuánto más rígidas son las normas, más discriminación generan”.

El caso de la atleta española

La atleta María José Martínez Patiño fue también víctima de los controles deportivos de sexo en la década de los 80. La plusmarquista española olvidó su “certificado de feminidad” en casa para participar en un campeonato en Japón y tuvo que someterse de nuevo a la prueba. Los exámenes revelaron que poseía el cromosoma Y. De acuerdo con la definición del COI, Patiño no era una mujer.

Le retiraron su licencia para competir en 1986 y, según ha manifestado en varias ocasiones, fue sometida a humillación mediática y bochorno ante los numerosos rumores y descalificaciones de las que fue objeto. Patiño, que tenía insensibilidad a los andrógenos y, por lo tanto, su cuerpo no desarrolló rasgos masculinos, inició una batalla legal hasta que consiguió que las autoridades deportivas la readmitieran.